FMContract Workplaces
#95 Diciembre 2020

Conexiones para trabajar en equipo

Por qué la construcción de vínculos sociales positivos es fundamental para consolidar una fuerza laboral más saludable y productiva.

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Una publicación de Contract Workplaces


Antes de la pandemia de COVID-19, la función de la oficina consistía en conectar las diferentes redes de personas e información dentro de un ecosistema físico y digital. Hoy, con el aumento a gran escala del trabajo remoto, las organizaciones están comenzando a explorar nuevas posibilidades para reinventar el entorno de trabajo y alinearlo con esta nueva realidad. Y una de las mayores preocupaciones consiste en encontrar herramientas que permitan conservar la integridad de las conexiones sociales.

Aunque esta emergencia ha demostrado que es posible trabajar de forma remota, también ha puesto en evidencia la importancia de las redes sociales. La gente no ha podido conectarse como solía hacerlo y, en el camino, ha perdido parte del beneficio del trabajo en equipo. Las personas colaboran mejor y son más creativas e innovadoras cuando están juntas y son capaces de confrontar visiones diferentes. Las investigaciones1 también demuestran que trabajar en el mismo lugar les demanda a los colaboradores un esfuerzo relativamente pequeño para interactuar con otros, al mismo tiempo que aumenta la frecuencia de la comunicación, los encuentros fortuitos y las conversaciones informales.

Pero lo cierto es que las relaciones sociales en el lugar de trabajo también son muy importantes para el bienestar de los empleados. Muchas personas pasan la mayor parte de su tiempo en la oficina por lo que estas conexiones pueden afectarlas tanto positiva como negativamente modificando los niveles de estrés, la productividad y la satisfacción, con un impacto directo sobre la salud.

Por otra parte, todos tenemos la necesidad humana de ser parte de un grupo, un deseo arraigado de pertenecer. Nadie es una isla. Desde la Jerarquía de las Necesidades de Abraham Maslow –que incluye el sentido de pertenencia como un factor importante al igual que la comida, el refugio y la seguridad– se ha hecho evidente lo que ya todos sabemos de primera mano: el sentido de pertenencia es un enorme motivador.

Las conexiones sociales sólidas hacen que las personas sean más felices y estén físicamente más saludables, lo que puede traducirse en un mejor rendimiento laboral. Las empresas cuya cultura organizacional favorece y apoya el desarrollo de vínculos sociales positivos entre los trabajadores apuestan a construir una fuerza laboral exitosa.

Cableados para conectar

El cerebro humano evolucionó para dar soporte al comportamiento social, lo cual nos proporcionó una ventaja evolutiva sobre otras especies y nos permitió cristalizar los logros de la civilización. Gracias a esto estamos naturalmente inclinados a la colaboración, la comunicación y la socialización. Cuando nos encontramos con otras personas se activan mecanismos neurológicos innatos que envían señales –muchas veces debajo del plano de la consciencia– destinados a facilitar los vínculos.

La estructura de nuestro mundo social es increíblemente compleja, con patrones de conexión que se replican en diversos niveles. Las redes sociales que construimos abarcan múltiples formas de interacción (amigos, familiares, compañeros de trabajo, comunidades, etc.) cuya influencia recíproca forma el tejido de nuestra vida social, laboral y cultural.

Pero el cerebro, el órgano que moldea nuestra capacidad de aprendizaje y nuestra conducta (incluida la interacción con otras personas), al mismo tiempo es modificado por el contexto social, el cual es capaz de alterar su estructura y su función en un camino de doble vía. La idea de que el tejido social que nos rodea contribuye a nuestro funcionamiento psicológico y biológico no es nueva. Las personas influimos y somos influenciadas por el entorno social2.

De acuerdo con un estudio realizado sobre la inteligencia colectiva3, nuestro comportamiento está, en gran medida, determinado por los instintos de manada y de respuesta social; a tal punto que el 40% o más de los cambios en la conducta se encuentran determinados por la gente que nos rodea. Esto pone de relieve que nuestro comportamiento está profunda e indisolublemente conectado con el de las personas que nos circundan. Los datos de la investigación también apoyan la hipótesis de que la condición humana estaría más relacionada con la inclusión dentro de una red social que con el individuo aislado.

Al parecer, una parte importante de nuestros procesos cognitivos tendría su origen en la red social a la que pertenecemos a través de procesos inconscientes tales como la imitación. En consecuencia, nuestra inteligencia también dependería, en gran parte, de la naturaleza de las conexiones que establecemos.

Conexiones para trabajar en equipo

Teniendo en cuenta la importancia de las experiencias sociales en la vida cotidiana y el impacto profundo que tienen tanto en nuestro comportamiento como en el de los demás, se infiere que la cooperación es un componente clave de la naturaleza humana; nos permite abordar problemas que como individuos aislados no podríamos resolver. Es por esto que el trabajo en equipo es esencial en casi todos los ámbitos de la vida, ya sea en el entorno laboral, en la familia, en el deporte, etc. Permite que los miembros del grupo aprendan unos de otros y que desarrollen nuevas habilidades. Fortalecer las conexiones sociales puede ayudar a las organizaciones a mejorar la colaboración en cualquier escenario.

Los equipos más exitosos también tienen líderes con fuertes habilidades sociales tales como competencia para la gestión de las relaciones personales y la construcción de redes, un hecho respaldado por la investigación de Daniel Goleman sobre inteligencia emocional4.

La investigación de Goleman también indica que las habilidades sociales constituyen un importante impulsor del desempeño. La empatía es una de estas habilidades y resulta indispensable para construir equipos cohesivos. No solo crea un ambiente amable y reconfortante, sino que también favorece el trabajo de colaboración necesario para alcanzar un objetivo común.

Ser capaces de leer las señales del lenguaje corporal (especialmente las expresiones faciales) y de interpretar la emoción o la intencionalidad subyacente nos brinda la posibilidad de comprender mejor el medio social que nos rodea. La base de nuestro comportamiento social es tener empatía para poder imaginar lo que el otro está pensando o sintiendo; nos ayuda a establecer la comunicación y la integración necesarias con el equipo al que pertenecemos para relacionarnos y trabajar mejor.

Y junto con la empatía también surge el llamado “contagio emocional”, un fenómeno en el que las emociones, ya sean positivas o negativas, se transmiten por toda la red de una persona a otra. Elaine Hatfield, profesora de psicología en la Universidad de Hawaii, define el contagio emocional como la “tendencia a imitar y sincronizar automáticamente las propias expresiones faciales, vocalizaciones, posturas y movimientos con las de otra persona y, en consecuencia, a coincidir con ella emocionalmente.”5.

El contagio emocional es otro de los componentes básicos de la interacción humana. Nos ayuda a coordinarnos afectivamente con los demás, a sentir empatía y a “leer” sus mentes, todas ellas habilidades fundamentales para la supervivencia y para establecer conexiones sociales duraderas.

De todo esto se desprende la enorme importancia de contar con un entorno de trabajo que promueva la socialización, la interacción y la colaboración entre las personas, porque tanto nuestro comportamiento como nuestros procesos de pensamiento se encuentran fuertemente influenciados no solo por las características individuales sino también por las conexiones sociales que establecemos y las redes sociales a las que pertenecemos.

A pesar de los enormes avances tecnológicos que hoy nos permiten trabajar cómo, cuándo y dónde nos convenga, y que tanto nos ha ayudado a sobrellevar la emergencia sanitaria que nos toca vivir, la oficina seguirá siendo el centro de la actividad interpersonal, un instrumento para canalizar y aprovechar la inteligencia de nuestro “cerebro social” para trabajar en equipo.

Referencias:

1 KRAUT, R. et al. (2002): “Understanding Effects of Proximity on Collaboration: Implications for Technologies to Support Remote Collaborative Work“.

2 FALK, E. B. & BASSETT D. S. (2017): “Brain and Social Networks: Fundamental Building Blocks of Human Experience“. Trends in Cognitive Sciences.

3 PENTLAND, A. (2007): “On the Collective Nature of Human Intelligence”. Adaptive Behavior.

4 GOLEMAN, D. (2004): “¿Qué hace a un líder? “. Harvard Business Review.

5 HATFIELD, E. (1994): “Emotional Contagion (Studies in Emotion and Social Interaction)“.


Adam Scott ha dedicado más de dos décadas a reflexionar, dialogar y escribir sobre el poder de las experiencias diseñadas Read more

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