La especulación y la utopía como herramientas poderosas para cuestionar el presente e imaginar futuros diferentes.
Una publicación de Contract Workplaces
Hay momentos en que mirar hacia adelante no es una forma de anticiparse, sino de entender mejor dónde estamos parados. Imaginar el futuro del trabajo de acá a 2050, incluso 2100, no es necesariamente un ejercicio de ciencia ficción, sino una herramienta para leer el presente desde otra perspectiva.
Aunque el cine y la literatura han explorado ampliamente este terreno, la arquitectura no se ha quedado atrás. La utopía arquitectónica –entendida como la aplicación de ciertos ideales al diseño y la planificación del entorno construido para materializar sociedades modélicas– tiene su origen a comienzos del siglo XVI. El término “utopía” fue acuñado por Tomás Moro en su obra homónima de 1516, en la que presenta una sociedad idealizada con críticas a las formas de gobierno y la sociedad existentes. La obra describe una isla donde se vive en armonía y sin propiedad privada, eliminando la pobreza y la desigualdad. Un ejemplo concreto de cómo la arquitectura moldea la experiencia y fomenta ciertos valores aparece en la descripción de las iglesias, deliberadamente oscuras para concentrar la mente1.
La utopía arquitectónica forma parte de una larga tradición en la búsqueda de ciudades ideales. A partir del siglo XX, estas visiones se popularizaron y comenzaron a influir con fuerza en la arquitectura, priorizando valores como la igualdad, la eficiencia o la armonía con la naturaleza. La función de la utopía puede ser tanto inspiradora como crítica: revela los límites de nuestra imaginación y la complejidad de la realidad.
Y la arquitectura es un vehículo propicio para la utopía: proporciona una representación tangible de los ideales que la construyen, al mismo tiempo que permite examinar cómo podrían organizarse las vidas de las personas en un mundo alternativo. En este sentido, funciona como un laboratorio experimental donde se exploran distintas formas de vivir y trabajar, analizando los beneficios que podrían ofrecer diferentes configuraciones espaciales.
La “arqueología del futuro” es una perspectiva conceptual que analiza cómo se imaginó el futuro en el pasado (incluyendo especulaciones, utopías, distopías y predicciones arquitectónicas) y cómo esas visiones continúan repercutiendo en el presente. Siguiendo esta lógica, ¿es posible detectar hoy ideas o acciones que podrían ser el inicio de futuros desarrollos? Las especulaciones actuales, inevitablemente, se convertirán en ese “futuro pasado” que analizarán las arqueologías del mañana.
A partir de la obra de Moro, surgieron nuevas manifestaciones utópicas, casi siempre asociadas con la idea de progreso, que se materializaron a través de lugares ficticios tales como La città del sole de Tommaso Campanella (1602) o Bensalem de Francis Bacon (1623). Estas obras comparten con la Utopía de Moro la creación de un entorno ideal en busca de nuevas organizaciones sociales o avances científicos.
A principios del siglo XX, la idea del “futuro” se popularizó y se legitimó con el surgimiento de la futurología como disciplina, impactando profundamente en la arquitectura. La fascinación por la tecnología concebida como máquina fue central, y muchos arquitectos comenzaron a diseñar edificios como reflejo de los avances tecnológicos.
Un caso paradigmático es el del arquitecto italiano Antonio Sant’Elia. Aunque murió joven y no llegó a construir sus diseños, su visión influyó enormemente en la representación de ciudades futuristas que quedaron plasmadas en películas icónicas como Metrópolis y Blade Runner. Los futuristas se veían como pioneros que forjaban una civilización desde cero, decididos a romper con el pasado y explorar nuevas posibilidades sin las ataduras de la tradición2.
Su proyecto Città Nuova (1912-1914), imaginaba una urbe centrada en el movimiento y el cambio constante, con complejas superestructuras, múltiples niveles de transporte y una estética industrial dinámica. Un ideal que aún resuena en el urbanismo contemporáneo.
En cuanto a las utopías actuales, Sub-Biosphere 23 es un ambicioso proyecto arquitectónico diseñado por Phil Pauley en 1998. Propone un entorno sostenible y autosuficiente bajo el agua compuesto por un gran hábitat central rodeado por ocho cúpulas conectadas o “pods“. Una de sus características más notables es su capacidad para sumergirse durante largos períodos de tiempo, funcionando de manera similar a un submarino. El programa de Sub-Biosphere 2 es flexible y brinda la posibilidad de utilizarse como residencia, base para trabajo científico o hábitat a largo plazo para seres humanos, plantas y animales.
Al proponer un entorno autosuficiente bajo el agua, el proyecto se alinea con la búsqueda de un espacio vital ideal, independiente de las limitaciones del entorno terrestre convencional. Representa la exploración y potencial colonización de un nuevo territorio, el mundo submarino, como espacio para desarrollar una nueva forma de vida. Ecos de las mejores utopías arquitectónicas.
Avanzado el siglo XXI, en un contexto donde las certezas se evaporan y las narrativas tradicionales del progreso están en revisión, necesitamos nuevos lenguajes, nuevas imágenes y nuevas preguntas. ¿Qué pasaría si el trabajo dejara de ser una obligación? ¿Cómo serían los espacios laborales si los pensáramos como entornos vivos, más cercanos al cuidado que al control? ¿Qué nuevas generaciones están llegando, y qué esperan de un mundo que ya nació en crisis? ¿Se pueden proyectar hábitats y espacios laborales en otros planetas?
Así como la Città Nuova proponía una ruptura radical con el pasado y la creación de un nuevo paradigma urbano, el pensamiento utópico proyecta una visión audaz del futuro, expandiéndose a otros mundos y superando las limitaciones de los modelos actuales. Pensar el entorno construido desde una óptica utópica nos da la libertad de reimaginarlo desde cero, con un enorme potencial para la innovación.
Imaginar un futuro utópico funciona como un espejo que refleja nuestras aspiraciones y temores más humanos para explorar los límites y las posibilidades de la vida y el trabajo. Fantasear con estos futuros no pretende predecir nada, pero sí aspira a algo más urgente: ensayar un mañana posible para abrir nuevas conversaciones.
Aunque concretar una utopía suele ser inalcanzable –al menos en el corto o mediano plazo–, la especulación sigue siendo una herramienta poderosa para cuestionar el presente e imaginar futuros diferentes. Y volver a lo esencial: preguntarnos para qué trabajamos, con quién, y qué mundos estamos construyendo al hacerlo.
Referencias:
1 JAMESON, F. (2009): “Archaeologies of the Future”.
2 SDEGNO, A. et al. (2022): “La Città Nuova di Sant’Elia: ricostruzione e simulazione video di due progetti per la metropoli del futuro”.
3 MAZUR, Ł. (2018): “Living in the future – analysis of selected housing environments”.
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