En las próximas décadas, la interacción entre seres humanos y agentes autónomos planteará uno de los retos más complejos del futuro.
Una publicación de Contract Workplaces
La inteligencia artificial (IA) ya no es el futuro: es el presente, y está transformando nuestras vidas a una velocidad vertiginosa. Sundar Pichai, CEO de Google y Alphabet, afirma que la IA es el avance tecnológico más profundo en el que la humanidad haya trabajado jamás; un cambio tan profundo que tocará todos los aspectos de nuestras vidas, la sociedad y los sectores industriales1.
Este avance, que incluye tanto la automatización como la proliferación de agentes inteligentes, está impulsando una transformación profunda en las organizaciones. En este nuevo contexto, la colaboración entre humanos y la IA será indispensable; definirá nuevos roles y responsabilidades, y fomentará una cultura de innovación continua. Algunos estudios sugieren que la IA generativa podría automatizar hasta el 70% de las actividades empresariales para 20302.
En las próximas décadas, esta interacción entre seres humanos y entidades no humanas (agentes autónomos) planteará uno de los retos más complejos del futuro: la construcción de “culturas transespecies” en las organizaciones. Esta metáfora, inspirada en teorías evolutivas de la complejidad, describe sistemas híbridos formados por humanos y agentes de IA que, en conjunto, conformarán la identidad cultural de la organización. De hecho, algunos investigadores proponen que humanos y sistemas de IA podrían volverse entidades simbióticas más valiosas que cada parte aislada, al punto de entrelazar su futuro evolutivo3.
La colaboración humano-máquina cambiará la naturaleza misma del trabajo y requerirá un enorme esfuerzo por parte de las organizaciones para reformular sus procesos en torno a esta cooperación, creando nuevos roles y relaciones laborales entre humanos y máquinas. Nos enfrentaremos a desafíos no solo tecnológicos o económicos, sino profundamente filosóficos: ¿cómo nos relacionaremos con entidades no humanas que muestran inteligencia, creatividad y tal vez consciencia?, ¿Cómo estableceremos culturas organizacionales que tengan sentido tanto para los humanos como para los agentes autónomos?
Necesitamos un nuevo marco para comprender y navegar un mundo donde las persona y la IA, como entidades distintas pero cada vez más interdependientes y potencialmente simbióticas, compartan no solo tareas, sino también la creación de valor y cultura.
A medida que se disuelvan las fronteras entre humanos y máquinas, la cocreación emerge como una práctica fundacional de las culturas transespecies. No como una mera automatización o colaboración técnica, sino como participación, asistencia e incluso coautoría en procesos creativos. Si aceptamos que una “cultura transespecies” implica que ambos agentes (humanos y sistemas inteligentes) participan activamente en la formación de significados, normas y procesos, entonces la cocreación no es opcional: es indispensable. Se trata de construir sistemas donde humanos y máquinas aporten lo que ninguna de las partes podría generar por separado.
Casos como el de Andrea Colamedici, que utilizó IA para coescribir su libro Hipnocracia, desafían la idea tradicional de autoría y obligan a repensar los conceptos de responsabilidad y atribución creativa. El filósofo italiano firmó la obra bajo el heterónimo de Jianwei Xun para luego revelar –a partir del éxito alcanzado por el libro– que se trataba de un “experimento” literario sobre autoría y verdad realizado en colaboración con los modelos de lenguaje ChatGPT y Claude. El resultado es un híbrido que ni el humano ni la IA podrían haber producido por sí solos.
Esto se relaciona con el tipo de culturas organizacionales que podrían emerger cuando las IA generativas se integren como coautoras de políticas, informes, productos o narrativas internas. En empresas que usan IA para redactar campañas, generar códigos, prototipar diseños o incluso formular estrategias, ya se está gestando este tipo de cocreación. No se trata solo de integrar la tecnología, sino de redefinir la forma en que producimos valor dentro de las organizaciones.
Un concepto clave para entender esta colaboración es el missing middle. Paul R. Daugherty, exdirector de tecnología de Accenture, lo define como un espacio vasto, dinámico y diverso donde humanos y máquinas colaboran para lograr aumentos exponenciales en el rendimiento empresarial4. Está “perdido” porque pocas empresas lo están aprovechando plenamente.
Para desarrollarse en este entorno colaborativo, Daugherty afirma que las personas deberán desarrollar nuevas “habilidades de fusión” que incluyen la interrogación inteligente para obtener información útil de un agente de IA, la colaboración con agentes inteligentes para potenciar el rendimiento, el aprendizaje recíproco y la integración del juicio para decidir el curso de acción cuando una máquina resulta imprecisa. Estas habilidades no requieren necesariamente experiencia técnica, sino competencias relacionales y disposición para aprender y adaptarse.
Estos son algunos de los desafíos que deberán afrontar la cultura organizacional en un escenario de simbiosis con la IA:
Frente al surgimiento de culturas organizacionales transespecies que incluyen a la IA como colaboradora en la producción de conocimiento, diseño y decisiones, los desafíos que enfrentaremos en las próximas décadas son tan prometedores como inquietantes: ¿seguiremos siendo los únicos agentes culturales si la IA puede participar en la construcción de sentido?, ¿Quién responde por las decisiones tomadas entre humanos e IA?, ¿Cómo adaptaremos nuestras mentes y métodos de trabajo y aprendizaje?, ¿Podremos convivir con otras inteligencias?
La discusión sobre la neutralidad tecnológica está más vigente que nunca. Efectivamente, existen sesgos humanos que pueden afectar esta simbiosis: muchos empleados pueden percibir la IA como una amenaza y mostrar resistencia al cambio por temor al reemplazo. Además, la automatización excesiva puede generar “pereza metacognitiva”; algunos estudios6 señalan que hay personas que aceptan ciegamente las sugerencias de la máquina. Esto refuerza la necesidad de educación, supervisión crítica y mecanismos de retroalimentación continua para alinear la IA con la cultura deseada.
Sin embargo, el verdadero límite no está en la tecnología, sino en nuestra disposición ética y perceptiva para reconocer y aceptar lo distinto. Venimos equipados con una cantidad de sesgos cognitivos que nos hacen percibir la inteligencia no humana como amenaza. Todo lo que se aleja de la experiencia corporal, los gestos o emociones familiares, tiende a parecernos vacío o irreal (el gran reto de la robótica). Reconocer a una IA como igual llevaría a una crisis copernicana nuestra mirada antropocéntrica del mundo.
No obstante, todo indica que la IA y los humanos coevolucionarán dentro de las organizaciones. En ese horizonte, el futuro del trabajo, de las instituciones y de la cultura dependerá menos de cómo usamos a la IA y más de cómo aprendemos a vivir con ella.
Referencias:
1 https://theutterperspective.com/alphabet-ceo-on-ai-as-a-office-collaborator/
2 DURTH, S. et al. (2023): “La organización del futuro: Habilitada por la IA generativa, impulsada por las personas”. McKinsey.
3 RAINEY, P. B. (2023): “Major evolutionary transitions in individuality between humans and AI”.
4 DAUGHERTY, P. R. & WILSON, H. J. (2018): “Human + machine: Reimagining work in the age of AI”. Harvard Business Review Press.
5 https://es.wired.com/articulos/yuval-noah-harari-por-primera-vez-compartimos-el-planeta-con-entes-que-son-mejores-que-nosotros-para-crear-historias
6 YIZHOU FAN et al. (2024): “Beware of metacognitive laziness: Effects of generative artificial intelligence on learning motivation, processes, and performance“.
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