¿Es posible planificar la capacidad de adaptarse y hacer frente ya sea a los cambios, a los desastres naturales o a cualquier otro tipo de perturbación?
Una publicación de Contract Workplaces
La experiencia de la pandemia de COVID-19 puso en evidencia la vulnerabilidad de las personas y las organizaciones, pero también la flexibilidad con la que podemos enfrentarnos a desafíos imprevistos, la capacidad de adaptación y la necesidad de estar prevenidos ante lo inesperado.
Está claro que los modelos tradicionales de oficina no ofrecen alternativas eficientes para enfrentar escenarios inciertos. Es por esto que las empresas están evolucionando desde las clásicas estructuras rígidas hacia configuraciones más fluidas que se adaptan mejor a la velocidad de los cambios y las contingencias imprevisibles. La experiencia de trabajar fuera de la oficina que nos impuso la crisis sanitaria de los últimos dos años también allanó el camino hacia distintas formas de trabajar más flexibles, más resilientes y que no dependen exclusivamente de la presencialidad. Así surgió el paradigma del trabajo híbrido, una combinación entre la casa, la oficina y otros lugares.
Esto significa que, en el actual mundo interconectado y volátil con riesgos que se multiplican, la oficina corporativa debe comenzar a concebirse ya no como un edificio cerrado para un solo uso, sino como un ecosistema de trabajo distribuido que puede contribuir a una mayor eficiencia en la recuperación de eventos inesperados que comprometan la continuidad de la operación. Hoy, la capacidad de las empresas para responder rápida y eficazmente a este tipo de riesgo ya no parece ser opcional: es una necesidad fundamental. Y para lograrlo, las organizaciones deben ser resilientes.
Entonces, ¿cómo puede responder la infraestructura física de una empresa a distintos tipos de turbulencias y tensiones? ¿Es posible planificar la capacidad de adaptarse y hacer frente ya sea a los cambios, a los desastres naturales o a cualquier otro tipo de perturbación?
Según una frase atribuida a Charles Darwin, no es la especie más fuerte ni la más inteligente la que sobrevive sino la que se adapta mejor a las condiciones de su entorno. En los ecosistemas naturales, la variedad de recursos asegura una mayor diversidad de resultados y, por ende, más probabilidades de subsistir y prosperar. Si aplicamos estos conceptos al espacio de trabajo podemos concluir que una variada oferta de entornos y locaciones es una fórmula más adaptativa y con mayor expectativa de éxito en un entorno incierto como el de hoy.
La era actual se caracteriza por la aparición cada vez más frecuente de disrupciones complejas con consecuencias imprevisibles a largo plazo.
Para poder adaptarse a este nuevo contexto, las organizaciones no solo deben desarrollar la capacidad de reconocer y comprender el alcance de lo que ocurre en su entorno sino también de responder con las estrategias más adaptativas, tal como lo hacen los ecosistemas naturales.
Los sistemas biológicos que han desarrollado resiliencia pueden ofrecer lecciones muy valiosas sobre cómo proceder bajo condiciones de incertidumbre extrema. De acuerdo con Reeves & Whitaker1, estos ecosistemas presentan las siguientes características que pueden aplicarse también a los negocios:
En la evolución biológica, la selección natural ha favorecido las características que permiten la adaptación para seguir funcionando en entornos cambiantes e impredecibles. Esto significa que las empresas que persisten en ignorar las transformaciones y los desafíos del contexto en el que operan corren el riesgo de no sobrevivir.
Actualmente, con el teletrabajo en aumento, la mayor parte de las empresas se han visto impulsadas a adoptar el trabajo híbrido y a organizar su operación en entornos distribuidos. En este contexto, la integración de las distintas locaciones en un verdadero ecosistema de trabajo se volverá crucial.
Un ecosistema de trabajo consiste en una organización descentralizada que cuenta con una red flexible de distintos espacios distribuidos geográficamente. Estos pueden incluir la sede corporativa junto con una combinación de terceros espacios (home office, espacios de coworking, oficinas satélite, etc.) con la condición de que cuenten con una buena conexión de WiFi o señal de telefonía, infraestructura flexible y una gran adaptabilidad.
Y del mismo modo que ocurre en la naturaleza, los ecosistemas de trabajo cuentan con recursos físicos e individuos que se relacionan para construir comunidades cuya dinámica se modifica de acuerdo con las exigencias que les impone su entorno.
Esta estrategia de distribución, junto con la creación de espacios de trabajo flexibles no tradicionales capaces de adaptarse y evolucionar a lo largo del tiempo, tiene grandes ventajas y puede contribuir a una mayor eficiencia en la recuperación ante eventos inesperados.
Estos ecosistemas de trabajo incluyen las siguientes posibilidades:
Referencias:
1 REEVES, M. K. & WHITAKER, S. L. (2017): “Building a Resilient Business Inspired by Biology”. Scientific American.
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