Las lecciones que debemos aprender si queremos habitar el nuevo futuro que nos espera con resiliencia y flexibilidad.
Una publicación de Contract Workplaces
Cambiar significa tener capacidad para elaborar una mejor respuesta (o, al menos, una diferente) frente a las contingencias que se nos presentan. Ya se trate de un organismo vivo, una persona, una norma o una organización, la imposibilidad de cambiar nos condena a la inmovilidad y al fracaso. En este sentido, la pandemia de COVID-19 nos ha dejado varias lecciones que debemos aprender si queremos habitar el nuevo futuro que nos espera con resiliencia y flexibilidad.
La crisis sanitaria que azotó al mundo en 2020 ha tenido un impacto sin precedentes en las organizaciones a nivel global. Y aunque en algunos países ya se ha iniciado la vacunación y se han comenzado a flexibilizar las restricciones, siguen apareciendo nuevos focos de infección que preocupan a la comunidad mundial y que, en muchos casos, obligan a volver a fases más estrictas de distanciamiento social.
Según la Organización Mundial de la Salud, es probable que tengamos que aprender a convivir con el COVID-19 durante más tiempo del que desearíamos. Muchas empresas se están dando cuenta de que vivir con restricciones de movilidad y más trabajadores remotos se convertirá en algo habitual, por lo que han acelerado el cambio hacia la transformación digital a fin de darle continuidad al negocio. Esto ha aumentado la necesidad de centrarse en crear una cultura y una formación adecuadas para respaldarla.
Como muchas de las cosas que han sucedido durante esta pandemia, la virtualización de los procesos organizacionales ya estaba gestándose desde hacía un tiempo. El rápido desarrollo de las tecnologías, la globalización de la economía, los cambios demográficos y la llegada de las nuevas generaciones al mundo laboral estaban traccionando con fuerza para reformular la manera en la que trabajamos y hacemos negocios.
Pero para gestionar el cambio con éxito, independientemente de las circunstancias que lo impulsen, no basta con tener la voluntad de hacerlo. Es indispensable desarrollar e implementar una estrategia apropiada que involucra herramientas, recursos y procesos que ayuden a las personas, los equipos y las organizaciones a superar los desafíos que ello supone.
El detonante para que las organizaciones cambien sus procesos de trabajo y provoquen una transformación suele ser una crisis. Puede deberse a desencadenantes tecnológicos, culturales, demográficos y económicos, producirse como resultado de fusiones, expansiones o contracciones de su estructura o, como ocurre hoy en día, responder a una emergencia sanitaria.
La capacidad para adaptarse a los cambios es una condición que debe estar presente en la cultura de la organización, lo que la convierte en la piedra angular para comenzar el camino hacia la transformación.
Cuando se emprende esta tarea hay que tener presente que la cultura organizacional no es fácil de cambiar y que los empleados presentarán cierta resistencia; necesitarán tiempo para adaptarse a las nuevas formas de hacer las cosas y unos líderes que acompañen y apuntalen el proceso. Cuando la cultura se vuelve disfuncional o no se adapta a la nueva orientación de la empresa, hace falta liderazgo para ayudar al grupo a “desaprender” algunos de sus supuestos culturales para aprender otros nuevos1.
Cambiar la cultura de una organización es uno de los desafíos más difíciles; las culturas firmemente establecidas cambian lentamente. Esto se debe a que el entramado de objetivos, roles, procesos, hábitos, formas de comunicación, actitudes y suposiciones que guían la vida de las empresas suele estar profundamente arraigado.
La esencia del cambio, entonces, deberá enfocarse en desarticular las barreras organizacionales que lo obstaculizan tales como las creencias, las percepciones, los valores, las normas, las reglas implícitas, etc. Una cultura fuerte es vital para el éxito organizacional, pero fuerte no significa rígida. A medida que los objetivos y la estrategia de la organización cambian con el tiempo la cultura también debe evolucionar para adaptarse2.
Para lograr que un proceso de cambio sea exitoso es necesario estar atento a las distintas necesidades de la fuerza laboral, lograr un equipo motivado, retener a los talentos más valiosos y contar con un espacio físico que facilite el desarrollo de las nuevas dinámicas laborales. El objetivo es contar con el compromiso de todos aquellos que viven la exigencia de la adaptación como un reto difícil de afrontar. Hacerlos sentirse parte del cambio es la clave que permitirá que el engranaje organizacional gire hacia la dirección deseada, sin trabas, sin conflictos y con fluidez.
Estos son algunas de las condiciones que respaldarán un proceso de cambio exitoso:
Referencias:
1 UGBOMHE O. U. & DIRISU, A. B. (2011): “Organizational Culture and Change Process: The Challenges of Organizational Performance”. Journal of Communication and Culture: International Perspective.
2 TORBEN, R. (2015): “The iceberg that sinks organizational change”.
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