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#99 Agosto 2021

La privacidad en la nueva normalidad

Los cambios en los patrones habituales de conducta y en nuestra percepción del espacio personal de la nueva normalidad nos obligan a revisar el concepto de privacidad.

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Una publicación de Contract Workplaces


La mayor parte de las personas tenemos dos impulsos contrapuestos: necesitamos compartir y colaborar con otros pero, al mismo tiempo, precisamos un espacio de privacidad cuando nos sentimos sobreexpuestos o queremos estar solos.

Podríamos decir que la necesidad de privacidad es universal y está presente en todas las culturas humanas ya que es la condición que, en última instancia, nos permite la intimidad. La falta de privacidad y de espacios personales para poder tomar distancia de los demás tiene consecuencias fisiológicas y emocionales; el cuerpo reacciona generando una respuesta de estrés.

El estudio de las distancias de interacción entre las personas, las cuales definen el espacio personal en función del tipo de relación entre ellas, es la base de la proxemia, término acuñado por Edward Hall a mediados de los 60. Hall entendía la distancia interpersonal como un tipo de comunicación no verbal que transmite información sobre la naturaleza de las relaciones. El uso de la distancia interpersonal ayuda a regular la comunicación entre las personas y tiene importantes efectos sobre las relaciones y la eficacia de esa interacción.

En el espacio de trabajo, las barreras físicas, ya sean permanentes (paredes, columnas, tabiques) o móviles (equipamiento), juegan un papel fundamental en la regulación de las interacciones entre las personas. La dinámica social dentro de una oficina está fuertemente condicionada por dos factores que impone el layout: la estructura del espacio físico y la ubicación de la gente dentro de él.

Esto implica que para lograr distintos niveles de privacidad se requiere una variedad de áreas de trabajo que ofrezcan distintas posibilidades. El reto es encontrar un equilibrio entre lo social y lo privado proporcionando una gama de espacios que se adapten tanto a la actividad que se está realizando como a las características y necesidades de cada miembro del plantel.

Pero, la pandemia generada por el COVID-19 que nos obligó a trabajar desde casa de un día para el otro sin previo aviso, afectó nuestras pautas de comportamiento de manera global, marcando un cambio en los patrones habituales de conducta y en nuestra percepción del espacio personal. El “distanciamiento físico” promovido para disminuir la transmisión del virus provocó una ampliación de nuestra burbuja personal, lo cual trajo modificaciones en las pautas de relación, tanto en el hogar como en el lugar de trabajo.

Por un lado, trabajar desde casa generó mayor tiempo de convivencia con los miembros del grupo familiar, cuya intimidad se vio invadida por la actividad laboral. Por el otro, antes de la pandemia no teníamos necesidad de compartir en el trabajo nada que no quisiéramos sobre nuestra vida privada. Sin embargo, de pronto tuvimos que involucrar a nuestros jefes y colegas porque la vida privada se empezó a superponer con las horas de trabajo. Lo cierto es que, para muchas personas, esta pérdida del espacio privado y personal genera una cantidad de tensiones que pueden entorpecer el normal desarrollo de sus tareas.

Todo esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué significa la privacidad en este nuevo contexto, cuáles son los factores que pueden comprometerla y cuáles las estrategias para preservarla?

La privacidad digital

Una de las principales novedades que trajo la era de Internet y las redes sociales fue el cambio en la noción de límite. La irrupción de las tecnologías de la comunicación y la información disolvieron la idea de frontera acortando las distancias. Pero, al mismo tiempo que se diluían estas barreras también se difuminaban los límites de la privacidad.

En el mundo virtual de hoy estamos siempre conectados, siempre accesibles y, en cierta medida, siempre localizables. Esa accesibilidad puede mejorar nuestras comunicación, pero también nos puede dejar sobreexpuestos. Así que, en la actualidad, la tecnología ha desafiado nuestro sentido de la soberanía personal y nos ha obligado a agregar otra dimensión al concepto tradicional de privacidad: la privacidad virtual.

El espacio personal –entendido como todo aquel ámbito en el cual una persona o grupo de personas puede establecer una regulación consciente y efectiva de su interacción social con los demás– es una construcción cognitiva que nos permite manejarnos con niveles de estrés aceptables controlando el flujo de la información y los estímulos sociales que provienen del entorno laboral y los colegas1. En el mundo virtual, el espacio personal posee un significado metafórico relacionado con la privacidad y la regulación de la intensidad de la interacción.

Aquí es donde entra en juego el concepto subyacente de privacidad de la información, definido como el deseo de controlar e influir en los datos que cada uno revela sobre sí mismo, incluso en un entorno de trabajo digital perfectamente seguro2.

Distintos estudios han identificado posibles factores relacionados con las herramientas empleadas para trabajar desde casa como los impulsores de las preocupaciones sobre la privacidad en este nuevo contexto de trabajo remoto.

Omnipresencia tecnológica. El empleo en casa de las herramientas tecnológicas que solemos usar en la oficina es inevitable. Un caso típico de invasión del espacio personal es el uso de los teléfonos inteligentes provistos por la empresa fuera del horario laboral, lo que puede significar estar disponibles permanentemente, incluso en días feriados o luego de terminada la jornada de trabajo3. El trabajador puede sentirse invadido, lo que implica una sensación de estrés y presión adicional.

Pero, en muchos casos, la comunicación también puede llegar por vías más informales hasta la bandeja de entrada de las redes sociales personales. La naturaleza casual de la comunicación en estas plataformas difumina la línea entre las relaciones profesionales y personales, generando una carga emocional negativa para los empleados.

Para evitar estas transgresiones evidentes del espacio personal de los empleados, las empresas podrían declarar explícitamente sus expectativas con respecto a la capacidad de respuesta durante las horas no laborables y alentar a los empleados a respetar esos límites evitando el envío de e-mails o mensajes fuera de estos tiempos.

Límites difusos. Dado que las restricciones debidas a la pandemia nos han obligado a trabajar desde casa durante la mayor parte del tiempo, los límites entre la vida laboral y personal se están difuminando cada vez más. Ahora, a las mencionadas interferencias en nuestra vida privada se suma la preocupación por mantener el entorno personal al margen del ámbito laboral, aun cuando la nueva normalidad del trabajo remoto permea la vida doméstica.

Establecer límites más claros con los colegas y convivientes puede ayudar a establecer una línea más desahogada y realista entre el trabajo y el hogar, lo que nos permitirá ser mucho más eficaces en ambos frentes.

Mayor exposición. Hoy, con tanta gente trabajando desde casa, los sistemas de videoconferencia se utilizan más que nunca y la privacidad ha adquirido una dimensión adicional: la preservación de la vida familiar, tanto de sus integrantes como de la intimidad cotidiana.

Para algunas personas, el hecho de tener que realizar una videollamada desde su hogar puede ser revelador de circunstancias personales que desean mantener privadas. Antes del auge del Home Office esto no era un motivo de preocupación. Pero, ahora, la cámara invade nuestro espacio privado compartiendo con jefes, colegas y clientes fragmentos de nuestra intimidad mientras el micrófono capta los sonidos de la vida familiar.

Algunos de estos inconvenientes tienen solución ya que las mismas plataformas de videoconferencia, advertidas sobre estas preocupaciones, han incorporado filtros que ocultan o reemplazan el fondo para preservar nuestra intimidad. No obstante, necesitamos más conocimiento sobre los procesos de implementación de estas tecnologías en entornos sociales que requieren privacidad tales como el Home Office, junto con un mayor conocimiento sobre su influencia en las prácticas laborales y nuestra vida cotidiana.

En definitiva, la idea es poder controlar cuánto queremos compartir con nuestros jefes, clientes y colegas, y qué prácticas podemos evitar para preservar nuestra privacidad en este extraño escenario que nos toca atravesar.

Referencias:

1 SOMMER, R. (2002): “Personal Space In A Digital Age”. Handbook of Environmental Psychology.

2 TEEBKEN, M. A. (2021): “What Makes Workplace Privacy Special? An Investigation of Determinants of Privacy Concerns in the Digital Workplace”.

3 NINAUS, K. et al. (2015): “Benefits and stressors: Perceived effects of ICT use on employee health and work stress“. International Journal of Qualitative Studies on Health and Wellbeing.


Hace veinte años, era impensable realizar compras en línea o trabajar desde casa usando un smartphone. La aceleración tecnológica y Read more

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