FMContract Workplaces
#78 Junio 2016

Cambio de hábitos

ALGUNAS MARCAS QUE NOS ACOMPAÑAN

Una publicación de Contract Workplaces


En un mundo que depende cada vez más del suministro de energía hacen falta soluciones sostenibles e innovadoras para poder seguir evolucionando. Debemos preparar el terreno para las generaciones futuras cambiando los patrones de consumo de forma responsable y eficiente. Resulta más barato modificar nuestros hábitos y conductas, la forma en la que vivimos y trabajamos, que construir nuevas instalaciones destinadas a la producción y generación eléctrica. Desde esta perspectiva, la oficina representa una importante oportunidad para optimizar el uso de la energía. La incorporación de la tecnología, la adopción de nuevas modalidades laborales, la eficiencia en el diseño y el uso del espacio de trabajo junto con el compromiso de los colaboradores, constituyen la forma más rápida, económica y simple de reducir el consumo de energía y cuidar los recursos del planeta.

Todos los eventos que nos han hecho progresar tan espectacularmente se concentran en los últimos 10.000 años. Avanzamos cada vez más rápido, multiplicando nuestros conocimientos de un modo exponencial  y todo ese avance se debe al aprovechamiento de la energía.

En el lapso de dos siglos, la energía eléctrica se ha convertido en una parte indispensable de la vida moderna -especialmente en zonas urbanas de alta densidad de población- ya que de ella dependen muchos servicios básicos tales como el suministro de agua potable, el funcionamiento de los ascensores, el transporte público, el sistema de señalización, la iluminación, la producción y conservación de alimentos, la seguridad, la banca, etc. Demás está decir que, sin energía, tampoco habría Internet ni red de telefonía y que los dispositivos móviles serían inservibles.

La mayor parte de nuestras actividades -toda nuestra forma de vida- depende de un suministro constante de energía. Incluso una falta temporal puede llevar al caos en las estaciones de tren, los aeropuertos, los hospitales y la vida económica de un país.

Pero la cantidad de energía que se gasta no depende únicamente del número y la calidad de los equipos que se tengan sino también del uso que hagamos de ellos. Es importante cambiar todo el modelo de vida que se ha creado sobre las bases de una disponibilidad infinita de recursos porque, sin la participación y el compromiso de las personas, ninguna medida de eficiencia energética será exitosa.

Un nuevo modelo

Hasta principios de la década del 70 la energía parecía inagotable. Sin embargo, actualmente el abastecimiento energético representa una preocupación no solo para el presente sino también para el abastecimiento de las generaciones futuras.

Cuando consideramos que los edificios comerciales son responsables del 40% del consumo mundial de energía y del 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero, se comprende que los esfuerzos deben estar dirigidos a mejorar la forma en la que los construimos y operamos. La buena noticia es que hay una gran oportunidad de ahorro y eficiencia energética en varias áreas.

Hoy, la gente no necesita ir a la oficina para trabajar. Los nuevos estilos laborales permiten realizar tareas desde la casa o desde terceros lugares más próximos a la vivienda. Así, la necesidad de espacio en la oficina disminuye y solo se usa para reuniones. Los equipos de trabajo se comunican gracias a una amplia gama de herramientas de comunicación digital y el entorno de trabajo se virtualiza.

Usar menos espacio (o no aumentar la superficie ocupada) es una manera sumamente efectiva de reducir al mínimo el impacto ambiental de una organización. Un edificio que ocupa menos espacio significa menos uso de energía, menos emisiones de carbono, menos residuos y menos consumo de recursos naturales.

Además, con una parte de la fuerza laboral que realiza sus tareas de manera remota, se pueden evitar los desplazamientos diarios hacia el lugar de trabajo con el consiguiente ahorro en transporte y disminución de la polución ambiental.

Para poner en contexto la importancia de reducir los desplazamientos basta decir que mientras se estima que el 21% de las emisiones globales de CO2 es generado por el transporte, el  total de los edificios (incluyendo residenciales y comerciales) son responsables solo por el 13,5%.

La tecnología, además de facilitar los procesos de la organización, puede ayudar a controlar el entorno físico para proveer eficiencia energética y confort. Los sistemas de automatización de los edificios inteligentes pueden controlar, operar y comunicar infinidad de dispositivos: control de ocupación, de ventilación, de programación y zonificación de los sistemas de climatización, de iluminación, etc.

En resumen, la optimización del uso del espacio, el teletrabajo, la menor cantidad de viajes, la reducción del uso de papel, el aprovechamiento de la luz natural, la automatización de los controles de las instalaciones, entre muchas otras iniciativas, son estrategias que ayudan a hacer un uso eficiente y responsable de los recursos. La oficina es una gran consumidora de energía, por lo que el objetivo principal será garantizar la optimización de toda su operación sin sacrificar el confort y el bienestar de las personas.

El factor humano

Aunque hoy existe una mayor sensibilización de la opinión pública frente a la necesidad de hacer un uso eficiente y racional de la energía, lo cierto es que una gran parte del éxito de las medidas de eficiencia energética que se adopten en una organización dependerá del comportamiento y los hábitos de los usuarios directos: los empleados. Por ello resulta esencial hacerlos partícipes del compromiso adoptado por la compañía para reducir el consumo energético e involucrarlos activamente desde el principio, mediante una comunicación efectiva.

Las investigaciones sobre el comportamiento del consumidor señalan que el vínculo entre las medidas de eficiencia energética y las prácticas del usuario es de vital importancia. Las intervenciones tecnológicas tienen un impacto menor y son más caras de implementar si se llevan a cabo de forma aislada, sin ningún tipo de programa dirigido a fomentar el cambio de conducta.

Los principales factores que, según estos estudios, influyen sobre las pautas del consumidor se clasifican en: actitudes (normas, valores y creencias), contexto social (amigos, familia, trabajo, organizaciones, etc.), contexto ambiental (social, político, cultural, etc.), capacidades personales (conocimientos, educación, nivel socioeconómico) y hábitos o rutinas. Sobre estos últimos habrá que trabajar especialmente ya que la mayor parte de los hábitos son prácticas determinadas socialmente sobre las que no suele haber una reflexión crítica. Desarticularlos puede ser una tarea difícil, pero no imposible.

La Universidad de Sussex desarrolló un modelo para comprender el comportamiento del consumidor relacionado con el uso de la energía que sugiere que cuanto más fuerte es el hábito, menos se reflexiona sobre él. El hábito de viajar en auto al trabajo en lugar de usar el transporte público o ir en bicicleta, es un claro ejemplo de esto.

Otro aspecto de importancia a la hora de implementar cambios en los hábitos de consumo de las personas surge de un reporte de la Agencia Europea de Energía, el cual revela que sin un marco de referencia adecuado, los consumidores no pueden saber si su gasto es excesivo. Esto implica que la comunicación y la retroalimentación continua es esencial para una modificación duradera en el comportamiento.

Dentro del marco organizacional, la promoción del ahorro energético plantea un desafío particular  ya que los empleados normalmente no tienen ningún incentivo financiero directo para reducir el consumo de energía y rara vez tienen acceso a la información con respecto a su nivel de gasto, además de que cada uno cuenta con sus propios hábitos y pautas personales.

No obstante, es posible establecer intervenciones relativamente simples y fáciles de implementar. La puesta en práctica de un programa de “educación entre pares” -técnica que ha demostrado ser exitosa en la promoción de la salud- puede ayudar a difundir información sobre cómo y por qué es importante conservar la energía, como así también puede contribuir a fomentar una serie de buenas prácticas tendientes a reducir el consumo entre los empleados.

Este enfoque resulta eficaz porque los pares pueden captar una mayor atención por parte de los empleados, y al mismo tiempo son percibidos como más confiables en el contexto de este tipo de intervenciones.

¿Hacia dónde vamos?

Cada vez existe mayor conciencia del impacto que las actividades humanas tienen sobre el medio ambiente. Las empresas se han hecho eco de esta preocupación incorporando políticas activas en cuanto a la responsabilidad que les compete. Los problemas energéticos, el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación ambiental y el aumento de los residuos pueden tener un impacto negativo sobre el modo en el que funcionan las organizaciones.

Con el desarrollo de las tecnologías de la comunicación, la creación de entornos de trabajo flexibles aparecerá como la solución más sostenible para que las organizaciones puedan satisfacer sus necesidades de manera más sustentable.

Si a esto le sumamos que una parte de la fuerza laboral puede realizar sus tareas de manera remota, se podrían evitar los desplazamientos diarios hacia el lugar de trabajo con el consiguiente ahorro de energía en transporte y disminución de la polución ambiental.

La eficiencia energética es la forma más rápida, económica y simple de reducir los costos y el consumo de energía en la oficina. Los estudios realizados por el INTI-Energía y otras instituciones en los últimos años han demostrado que es posible obtener ahorros cercanos al 20% del consumo de combustibles y energía eléctrica en casi cualquier instalación, sin realizar inversiones.

El viejo modelo de oficina basado en una disponibilidad ilimitada de recursos ya no es una alternativa válida. Cuanto antes comencemos a adoptar los nuevos imperativos energéticos y de sustentabilidad, en mejores condiciones estaremos para adaptarnos a los cambios que se irán produciendo, y para afrontarlos con éxito. Para construir una civilización próspera hace falta energía. Pero para poder seguir evolucionando necesitamos que la energía se use de manera racional y responsable.

El cerebro humano evolucionó para comprometerse emocionalmente solo con un pequeño trozo de geografía, una banda limitada de parientes y dos o tres generaciones en el futuro. No ver más allá -a pesar de que tenemos la capacidad para hacerlo- parece ser parte del legado del hombre paleolítico. El gran dilema ético que deberemos resolver hoy como especie surge del conflicto entre estos valores a corto plazo y los valores basados en una visión de un futuro transgeneracional más distante. Porque a pesar del impresionante progreso científico y tecnológico actual, lo cierto es que dependemos de los recursos naturales de la Tierra para sobrevivir”.

Mientras la rueda sigue girando, el mundo avanza en constante transformación. En el umbral de un nuevo paradigma laboral, nos Read more

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