Comprender los procesos que responden a los estímulos ambientales redunda en mejores experiencias para los usuarios
Una publicación de Contract Workplaces
El entorno construido influye profundamente en las personas, especialmente en ámbitos como las emociones, la cognición y el comportamiento social. Esto significa que los espacios que habitamos y en los que pasamos gran parte de nuestro tiempo, no son meros contenedores, sino elementos activos que modulan nuestras experiencias.
La relación con el espacio es constante en todas nuestras actividades: lo habitamos, nos desplazamos a través de él, lo exploramos y lo defendemos. Y dado que no contamos con un órgano sensorial específico para percibirlo, nuestra comprensión del espacio surge de una compleja integración de estímulos sensoriales y procesos cognitivos a gran escala, dando lugar a lo que llamamos “experiencias”.
Sin embargo, la percepción del espacio es, como toda experiencia, inherentemente subjetiva y por lo tanto, difícil de medir y evaluar. No obstante, gracias a los avances en ciencia y tecnología (bioinformática, inteligencia artificial, realidad virtual, ciencias cognitivas, neurociencias, etc.) y la colaboración interdisciplinaria entre estos campos, han surgido nuevas herramientas de recopilación de datos y técnicas de medición que han ampliado el conocimiento sobre la interacción entre el hombre y el entorno construido1.
Este conocimiento es fundamental para el diseño de espacios laborales y comerciales ya que, cuanto más comprendamos los procesos que responden a los estímulos ambientales, mejores experiencias podremos brindar a los usuarios, promoviendo el bienestar, la conexión social y una mayor variedad y fluidez en las interacciones diarias.
Existen espacios en los que nos sentimos inmediatamente cómodos, relajados y seguros, y otros en los que experimentamos incomodidad y malestar. ¿Qué hace que estos entornos sean diferentes? Diversas investigaciones han explorado cómo la psicología, la ciencia cognitiva y la neurociencia pueden mejorar nuestra comprensión de la influencia que el entorno construido tiene en la experiencia espacial.
De acuerdo con un estudio de Sussman y Hollander2, las personas tenemos sesgos y comportamientos inconscientes que condicionan nuestras respuestas al entorno construido. Entre los más relevantes se encuentran:
→ Tigmotaxis: es la tendencia de los seres humanos y otros animales a permanecer cerca de los bordes de los espacios. Este comportamiento instintivo (lo observamos a diario en la ocupación de las mesas en restaurantes) puede ser muy útil en el diseño de espacios sociales y circulaciones para promover una experiencia que transmita seguridad y comodidad.
→ Reconocimiento de patrones: el cerebro humano está orientado predominantemente hacia lo visual, y está programado para reconocer patrones, especialmente rostros. Esta capacidad sugiere lo importante que son el detalle y la diversidad visual en el diseño para crear experiencias memorables.
→ Simetría bilateral: la preferencia por las formas simétricas está arraigada en nuestra biología. La simetría bilateral en el diseño arquitectónico puede mejorar nuestra experiencia evocando sensaciones de equilibrio y atractivo estético.
→ Narrativa: los seres humanos estamos condicionados para la narrativa; buscamos conexiones y significado en el entorno. El diseño puede aprovechar esta inclinación incorporando elementos visuales y temáticos que refuercen los valores e identidad de una empresa, creando una experiencia memorable para todos los que ingresan.
→ Biofilia: según el biólogo evolucionista Edward O. Wilson, los seres humanos tenemos una tendencia innata a conectar con la naturaleza y otros organismos vivos3. Esto hace necesario considerar una cantidad de elementos en cada proyecto: el contexto, la orientación, la elección de los materiales, la luz natural, las vistas, las formas y las texturas, los recorridos, los estímulos sensoriales, etc.
Los estímulos sensoriales también juegan un papel fundamental en la percepción del espacio, ya que esta información activa redes neuronales relacionadas con las emociones. Por ejemplo, ciertos olores pueden evocar recuerdos y emociones intensas debido a la conexión del olfato con el sistema límbico que regula las emociones4.
Esto sucede porque la emoción es un sistema rápido y eficaz para evaluar nuestro entorno que ha evolucionado para generar juicios de valor que nos ayuden a sobrevivir. Es un mecanismo imprescindible que afecta cómo nos sentimos, nos comportamos y pensamos, al mismo tiempo que nos ayuda a tomar decisiones. Un ambiente que evoca emociones positivas, como alegría o calma, puede mejorar el estado de ánimo, la creatividad y el compromiso de las personas. Por el contrario, un espacio que genera emociones negativas como el estrés, la ansiedad o el aburrimiento, afecta negativamente el rendimiento y el bienestar.
Los estímulos sensoriales que influyen en la experiencia emocional del entorno físico son:
→ Visión: el color y la luz son esenciales para percibir el espacio, pero también afectan el estado emocional y la experiencia de las personas. Los colores cálidos, por ejemplo, pueden estimular y generar excitación, mientras que los fríos inducen calma y serenidad5. Y, aunque tradicionalmente el diseño visual está centrado en la apariencia, también puede evocar significado. Los diferentes estilos transmiten señales culturales que ayudan a las personas a generar identificación y sentido de pertenencia.
→ Oído: a diferencia de la vista, el sonido es un flujo continuo que no podemos interrumpir a voluntad. Es por esto que los sonidos fuertes o constantes pueden provocar falta de concentración, ansiedad y estrés, afectando la calidad de la experiencia. Un buen confort acústico debe proporcionar condiciones apropiadas tanto para la interacción como para la confidencialidad y la concentración.
→ Tacto: siendo un sentido que recibe información a través del contacto físico, la textura de las superficies aporta una nueva dimensión a la percepción del entorno físico. Así, los materiales naturales tales como el algodón, el cuero y la madera se perciben como cálidos y suaves, ayudando a crear una experiencia relajada. Las superficies pulimentadas tales como la cerámica, el vidrio y los metales se sienten fríos y suelen utilizarse en lugares de paso o muy transitados.
→ Olfato: los aromas pueden desencadenar emociones y recuerdos poderosos ya que actúan sobre una parte primitiva del nuestro cerebro. Las experiencias que incorporan aromas cuidadosamente seleccionados pueden agregar un matiz adicional, enriquecedor y singular.
En esencia, el diseño sensorial busca involucrar las emociones para crear experiencias ricas y memorables de manera consciente y estratégica.
El trabajo es una actividad que se realiza en un contexto interpersonal. Y el diseño del espacio de trabajo –el entorno donde los empleados interactúan, colaboran y construyen relaciones– influye significativamente en la experiencia social; puede fomentar o desalentar la interacción, dependiendo de cómo se equilibren la proximidad y la privacidad.
En los años 70, Thomas Allen, profesor del MIT, descubrió que la comunicación entre los colaboradores disminuye exponencialmente con la distancia física, un fenómeno conocido como “curva de Allen”. Este estudio demostró que cuanto más cerca estén las personas, más probable será que interactúen6. Por lo tanto, para facilitar el intercambio, el encuentro social y la colaboración espontánea, el diseño debe promover el tránsito hacia las áreas comunes tales como cafeterías, salas de descanso y áreas de encuentro informal.
Si bien la interacción social es importante, también es necesario contar con espacios para la concentración y el trabajo individual. Las salas silenciosas, las cabinas telefónicas y las estaciones de trabajo individuales permiten enfocarse y evitar distracciones. También debe existir la posibilidad de evitar la socialización. Según una investigación7, las interacciones informales no se desarrollarán si las personas no pueden evitar el contacto social cuando así lo desean.
El desarrollo tecnológico ha revolucionado la manera en que diseñamos y experimentamos los espacios. Hoy, la inteligencia artificial y el aprendizaje automático pueden analizar grandes volúmenes de datos sobre la interacción de la personas con el entorno, lo que permite experiencias altamente adaptativas y personalizadas. Por ejemplo, con la ayuda de sensores biométricos que recopilan datos fisiológicos tales como la respuesta pupilar o la temperatura corporal, se puede ajustar la iluminación y la temperatura en función de las necesidades individuales de los usuarios.
Además, la realidad virtual y la realidad aumentada también han abierto nuevas posibilidades a través de simulaciones inmersivas que permiten experimentar un espacio antes de su construcción, lo que facilita hacer ajustes en el layout, la iluminación, los materiales, etc. en una fase temprana del proyecto.
Al enfocarse en la creación de entornos que no solo satisfacen las necesidades generales, sino que responden a las particularidades de cada usuario, la tecnología está redefiniendo la experiencia del espacio de una forma impensada hasta hace poco tiempo.
Referencias:
1 KARAKAS, T. & YILDIZ, D. (2019): “Exploring the influence of the built environment on human experience through a neuroscience approach: A systematic review”.
2 SUSSMAN, A. & HOLLANDER, J. (2021): “Cognitive Architecture: Designing for How We Respond to the Built Environment”.
3 WILSON, E.O. (1984): “Biophilia”.
4 CRIOLLO MÉNDEZ, D.S. & ARDILA VILLAREAL, G.M. (2024): “La estimulación sensorial y las neurociencias de las emociones”.
5 ÁLVAREZ DEL BLANCO, R. (2011): “Neuromarketing, fusión perfecta”.
6 ALLEN, T. & HENN, G. (2006): “The Organization and Architecture of Innovation: Managing the Flow of Technology”.
7 FAYARD, A. (2007): “Photocopiers and Water-coolers: The Affordances of Informal Interaction“. Organization Studies.
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