Un enfoque que permite que tanto las empresas como las personas contribuyan a un futuro más sostenible y saludable.
Una publicación de Contract Workplaces
La economía circular es un concepto que está cobrando cada vez más relevancia, ya que los desafíos ambientales, sociales y económicos que debemos enfrentar son cada vez mayores. Se trata de un modelo que busca transformar la manera en la que producimos y consumimos, pasando de un sistema lineal a otro que maximiza la reutilización y minimiza el desperdicio, teniendo en cuenta que los recursos naturales y la energía no son ilimitados.
La economía lineal, caracterizada por las sucesivas etapas de extracción, producción, consumo y desecho, ha llevado a una explotación intensiva de los recursos naturales y a la generación masiva de residuos. En consecuencia, gran parte del valor de los materiales se pierde como desecho y los productos suelen estar infrautilizados. Por ejemplo, el automóvil promedio está estacionado el 90% del tiempo1, mientras que las oficinas tradicionales suelen tener una ocupación de alrededor del 50%.
No es de extrañar que este desarrollo económico insostenible esté teniendo graves consecuencias sobre el medio ambiente. En respuesta a estos problemas, han surgido nuevos paradigmas que, como la economía circular, buscan promover un enfoque basado en prácticas que implican una gestión más eficiente de los recursos naturales.
Incorporar los principios de este modelo en el diseño y la operación de los espacios de trabajo ofrece beneficios tangibles. Estos incluyen una menor huella de carbono, reducción de costos, aumento de la eficiencia energética, mejor atracción y retención de personal, mejoras en el bienestar y la productividad de los empleados, así como un crecimiento en la reputación de la empresa.
Sin embargo, para lograrlo es necesario realizar un cambio profundo tanto en los procesos y la cultura de la organización como en la mentalidad de los trabajadores. Se trata de hacer una transición desde la idea de ser “propietario” y “consumidor” a convertirse en “usuario” dentro de una cultura de consumo colaborativo. De esta manera, se fomenta la valoración del alquiler, el intercambio, la reparación, la reutilización y el reciclaje, ayudando a cerrar el círculo hacia una economía más sostenible.
La economía circular se desarrolló a partir del aporte de diversas disciplinas que convergen en la idea de utilizar los recursos de manera más eficiente para minimizar la generación de residuos, el consumo de recursos naturales y la contaminación2.
A fines del siglo XX surgieron en distintas partes del mundo escuelas de pensamiento que promovían el concepto de la economía circular. Entre las más destacadas se encuentran:
→ Biomímesis. Esta disciplina emergente, impulsada por la bióloga Janine Benyus, busca soluciones para los problemas humanos mediante la emulación de los diseños, procesos y estrategias de la naturaleza, que opera en ciclos cerrados y autorregenerativos.
→ Economía azul. Este enfoque, introducido en 1994 por Gunter Pauli, resalta que la solución a los problemas de nuestra economía radica en aplicar la lógica de los ecosistemas naturales, donde nada se desperdicia y todo sirve de insumo para algo más. Este modelo fomenta la reducción o eliminación del aporte externo de recursos, la eliminación de los desechos y el uso eficiente de los materiales.
→ De la cuna a la cuna (cradle to cradle). Desarrollado por el arquitecto William McDonough y el químico Michael Braungart a principios de la década de 2000, este modelo propone eliminar el concepto de “residuo” haciendo que todos los materiales sean reutilizables. Esto implica considerar su impacto ambiental en todas las etapas de la vida útil de un producto, desde la extracción de las materias primas hasta su disposición final.
Los principios fundamentales de la economía circular se relacionan con la utilización de productos, materiales y energía de tal manera que se emplee menos materia prima para obtener el mismo resultado, que los recursos permanezcan en uso durante más tiempo antes de su eliminación, y que se cierre el ciclo creando insumos para otros procesos de producción a partir de los desechos3.
Un lugar de trabajo circular no solo es una oficina sin residuos, sino que también aborda la sostenibilidad de todos sus componentes: energía, muebles, accesorios, equipos y el propio edificio. Por ejemplo, un inmueble construido de manera tradicional tiene una vida útil esperada de unos 100 años pero, generalmente, después de 20 a 30 años pierde valor económico. Para extender su atractivo y durabilidad, el diseño debe contemplar los siguientes factores:
→ Materialidad. A la hora de seleccionar los materiales, se deben elegir aquellos que sean duraderos y resistentes, reduciendo la necesidad de reemplazos frecuentes. También deberían ser pasibles de restauración, refuncionalización o eventual desmontaje para reutilizar los componentes y contribuir a la reducción de residuos. En lugar de desechar el mobiliario, éste se puede reparar o reacondicionar, lo cual es una práctica clave de la economía circular. Todo aquel material que ya no se utilice y esté en buen estado se puede donar.
→ Eficiencia energética. Se deben maximizar la eficiencia energética y el uso del agua, incorporando tecnologías para automatizar el control de la temperatura, la ventilación y la iluminación. Las oficinas pueden incorporar sensores de presencia, iluminación LED de bajo consumo, sistemas de calefacción y refrigeración eficientes, o el uso de energías renovables. Instalar sistemas que optimicen el uso del agua, como grifos de bajo flujo o sistemas de reutilización de aguas pluviales. Todo esto ayuda a reducir la huella de carbono de las operaciones diarias.
→ Utilización del espacio. Para lograr una oficina verdaderamente circular es necesario poner el acento no solo en la eficiencia energética y el uso de los recursos sino también en la utilización eficiente del espacio, creando entornos que puedan evolucionar y transformarse con el tiempo. Los sistemas modulares, por ejemplo, facilitan las renovaciones y prolongan la vida útil del edificio, junto con la implementación de equipamiento móvil que facilita eventuales reconfiguraciones.
Los espacios de trabajo flexibles son una solución sostenible para que las organizaciones puedan satisfacer sus necesidades sin tener que aumentar la superficie. Un edificio que ocupa menos espacio significa menos uso de energía, menos emisiones de carbono, menos residuos y menos consumo de recursos naturales.
→ Gestión de residuos. Establecer sistemas de reciclaje efectivos dentro de los espacios de trabajo para materiales como papel, plástico, metal, y residuos orgánicos. Es importante educar a los colaboradores sobre la separación de residuos y la reutilización para fomentar hábitos que contribuyan a la circularidad.
Los modelos de uso compartido también colaboran con la economía circular ya que promueven un enfoque más eficiente en el consumo de recursos. Los espacios de coworking, al igual que las oficinas donde los empleados comparten escritorios, salas de reuniones y otras instalaciones que no son de uso exclusivo permiten que los bienes infrautilizados sean aprovechados por más personas, aumentando su vida útil.
Además, con los nuevos estilos de trabajo mediados por la tecnología, una parte de la fuerza laboral hoy puede realizar sus tareas de manera remota, evitando los desplazamientos diarios hacia el lugar de trabajo con el consiguiente ahorro de energía en transporte. Promover el uso de la bicicleta o compartir el automóvil es otra buena opción.
Aplicar la economía circular en los espacios de trabajo no solo beneficia al medio ambiente, sino que también mejora la eficiencia operativa y la productividad dentro de la empresa. Sin embargo, una oficina es más que paredes y puestos de trabajo; es la gente que habita y produce en ese espacio. Esto significa que para impulsar la circularidad es imprescindible involucrar a los colaboradores y crear una cultura empresarial que recompense la innovación y el pensamiento sostenible.
La economía circular no solo busca transformar los sistemas productivos, sino también mejorar la forma en que la gente experimenta su día a día, creando un equilibrio entre el bienestar individual, comunitario y ambiental. Este enfoque permite que tanto las empresas como las personas contribuyan a un futuro más sostenible y saludable.
Referencias:
1 KATONA, G. & JUHASZ, J. (2020): “The History of the Transport System Development and Future with Sharing and Autonomous Systems. Communications“.
2 ESPINOZA, H., A. (2023): “Economía circular: una aproximación a su origen, evolución e importancia como modelo de desarrollo sostenible”.
3 GOODWIN BROWN, E. et al. (2021): “Key Elements of the Circular Economy”.
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