Los traslados a la oficina no son anecdóticos; el modo y la duración del viaje tienen consecuencias en el bienestar de las personas y también en su compromiso, satisfacción y productividad laboral
Una publicación de Contract Workplaces
Una de las consecuencias de la pandemia de COVID-19 que obligó a una buena parte de la fuerza laboral mundial a trabajar desde casa, fue la eliminación casi total de los viajes diarios al trabajo.
Antes de que nos golpeara la crisis sanitaria se aceptaba que estos desplazamientos eran una condición del empleo, parte de la rutina diaria. Sin embargo, en el mundo híbrido de hoy, hemos comprobado que trabajar desde casa tiene muchos beneficios adicionales sin pérdida de productividad ni de eficiencia. De acuerdo con una investigación de Leesman1, aunque ahora los viajes son menos frecuentes no han desaparecido y, de hecho, la duración y la calidad de estos viajes puede ser uno de los factores que determinarán la frecuencia con la que los empleados irán a la oficina.
Los largos desplazamientos hacia el lugar de trabajo son un fenómeno relativamente nuevo, asegura un informe de Gallup2. Se puede decir que trabajar en el mismo espacio donde vivimos ha sido la norma a lo largo de la historia. Desde los cazadores – recolectores y pasando por los agricultores hasta la Edad Media, el trabajo y la vida solían combinarse en el mismo sitio: la vivienda. La Revolución Industrial trajo la novedad de llevar las actividades productivas a la fábrica y separarlas de la casa. Pero no fue hasta el siglo XX, con la llegada de la oficina moderna, que la costumbre de viajar al trabajo se consolidó como parte de la cultura laboral.
Lo cierto es que, aunque parezcan naturales, el modo y la duración de los traslados no son anecdóticos y tienen consecuencias en el bienestar físico y mental de las personas y, por ende, en el compromiso, la satisfacción y la productividad. Más aún después de la experiencia de trabajar desde casa durante la pandemia sin tener que viajar.
Las investigaciones muestran que los trayectos largos hasta el lugar de trabajo se asocian con presión arterial alta, tensión, ira, rigidez en el cuello, fatiga, dolor lumbar y obesidad, junto con una disminución en el bienestar general, el estado de ánimo y la salud2.
Las encuestas también revelan que el 38% de los empleados que deben viajar más de 1 hora para llegar a la oficina probablemente no asistirían nunca o rara vez. Por el contrario, el 37% de quienes no deben recorrer más de 15 minutos son los que se sienten más inclinados a volver entre 4 y 5 días a la semana1.
En el nuevo escenario híbrido, y a la luz de estos números, muchas organizaciones que están preocupadas por alentar a las personas a regresar nuevamente a sus lugares de trabajo, deberían preguntarse cuál es el impacto de los traslados de los empleados y qué medidas deberían tomar para que la experiencia de ir a la oficina valga la pena, a pesar del viaje.
La congestión vehicular en las grandes ciudades, especialmente en la hora punta, es una constante que tiene dimensiones globales. Y si bien las condiciones pueden variar regionalmente, lo cierto es que, actualmente, más de la mitad de la población mundial es urbana y el incremento de la movilidad en las grandes metrópolis ha comenzado a representar un problema sin precedentes.
De acuerdo con datos de la Cepal, en la mayoría de las grandes capitales de Latinoamérica los ciudadanos necesitan, en promedio, una hora o más para ir y volver del trabajo en transporte público: 83 minutos en Bogotá, 76 minutos en Buenos Aires, 56 minutos en Montevideo, 68 en Santiago y 71 en Ciudad de México3.
Antes de la pandemia, estos desplazamientos formaban parte de un ritual diario; un hábito que, a fuerza de repetido, estructuraba la cotidianidad, nos ayudaba a separar la vida laboral de la personal, a establecer límites y a evitar el agotamiento. Durante el cambio al trabajo remoto, la pérdida de esta rutina puede haber afectado a muchas personas.
Sin embargo, cuando los viajes al trabajo son largos, el bienestar subjetivo (la percepción de la propia calidad de vida) puede verse menoscabado dependiendo de su duración, el medio de transporte utilizado y las condiciones experimentadas. Estos son algunos de los efectos adversos que se han documentado:
→ Impacto negativo sobre la salud. Aquellos que viajan más de 90 minutos en un solo sentido pueden sufrir estrés crónico y síntomas de fatiga, anomalías y disfunciones cardiovasculares, rigidez en el cuello, cansancio, dolor lumbar, etc. También tienen mayor riesgo de padecer enfermedades respiratorias y menos disponibilidad de tiempo para el ocio, las actividades sociales, el sueño y el ejercicio físico4.
→ Aumento del estrés. Una encuesta realizada entre 5.500 viajeros en seis ciudades de Europa muestra que una de cada tres personas encuentra que viajar al trabajo es muy estresante, incluso más que sus actividades laborales. Muchos consultados también identificaron los desplazamientos como más estresantes que mudarse de casa o visitar al dentista5.
→ Deterioro de la salud mental. Un estudio dirigido por Daniel Kahneman –Premio Nobel por sus hallazgos relacionados con la economía del comportamiento– encontró que las personas sienten más emociones negativas durante sus viajes cotidianos al trabajo que en cualquier otra actividad que realicen durante el resto del día6.
Otros estudios encontraron que las personas con viajes más largos tienen mayores probabilidades de sufrir depresión y de dormir menos por la noche. Además, cuánto más tiempo se invierte viajando menos tiempo queda disponible para otras actividades, incluidas las sociales y recreativas que ayudan a mejorar la salud mental.
→ Disminución de la satisfacción laboral. Investigaciones recientes demuestran que un aumento de 10 minutos en el tiempo de viaje de ida equivale a una reducción del 19% de los ingresos mensuales. Este hallazgo pone en evidencia la influencia directa que el viaje al trabajo tiene sobre la evaluación que las personas hacen de su trabajo y su impacto directo en la satisfacción laboral7.
→ Descenso de la productividad. Los trabajadores que deben recorrer un largo trayecto hasta la oficina tienen más posibilidades de agotarse, estresarse y enfermarse. Por ende, es más probable que se ausenten del trabajo y tengan un desempeño deficiente y menor productividad.
Dado que el viaje forma parte de la experiencia laboral global y que existe una conexión incuestionable entre las condiciones de ese recorrido y la posibilidad de elegir la oficina como el mejor lugar para trabajar, las empresas pueden implementar algunas iniciativas para hacer que los viajes al trabajo no se conviertan en un factor de desaliento:
→ Fomentar los desplazamientos activos. La mayor parte de los estudios relacionados con los efectos de la movilidad hacia el trabajo coinciden en que la mejor manera de viajar es andar en bicicleta o caminar, siempre y cuando las distancias lo permitan. Se trata de los llamados “desplazamientos activos” que no solo mejoran la salud física de los empleados; también pueden mejorar el desempeño laboral y contribuir al aumento de la productividad al mismo tiempo que benefician el bienestar físico, cognitivo y psicológico.
Para fomentar este tipo de desplazamiento las empresas pueden implementar programas para estimular el uso de la bicicleta que incluya una flota de rodados que se pueden utilizar dentro del horario de oficina, disponer de un parking para bicicletas y contar con duchas y vestuarios para que los empleados puedan cambiarse.
→ Promover los arreglos de trabajo flexible. Promover distintas formas de trabajar, más flexibles y que no dependan exclusivamente de la presencialidad, puede ayudar a aliviar el estrés de un largo viaje. Los nuevos modelos híbridos que combinan el trabajo en casa con la oficina y otros lugares tienen un impacto muy positivo en la productividad de los colaboradores.
De la misma manera que la satisfacción laboral disminuye con la cantidad de tiempo que se dedica al traslado al trabajo, la satisfacción aumenta cuando las personas pueden trabajar desde casa o desde otro espacio de su elección y acomodar sus tiempos de acuerdo con sus necesidades.
→ Disponer de terceros espacios. La descentralización del trabajo, con la creación de espacios alternativos en la periferia, son algunas de las estrategias que podrán brindar nuevas oportunidades para reducir los desplazamientos y posibilitar la llegada a pie o en bicicleta de los empleados.
Los resultados de un gran número de investigaciones sugieren que los viajeros felices son más productivos, y los viajeros activos y de corta distancia tienen aún más probabilidades de sentirse satisfechos con su trabajo.
Referencias:
1 HANC, M. (2022): “It’s all about the journey”. Leesman.
2 HARTER, J. (2023): “Why the Commute?”. Gallup.
3 COMISIÓN ECONÓMICA PARA AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE (CEPAL) (2021): “América Latina y el Caribe en la mitad del camino hacia 2030: avances y propuestas de aceleración”.
4 LYONS, G. & CHATTERJEE, K. (2007): “A Human Perspective On The Daily Commute: Costs, Benefits And Trade-Offs”.
5 https://media.ford.com/content/fordmedia/feu/en/news/2015/04/27/for-europeans–the-journey-to-work-causes-more-stress-than-their.html
6 KAHNEMAN, D. & KRUEGER, A.B. (2006): “Developments in the Measurement of Subjective Well-Being”.
7 CLARK, B. et al. (2020): “How commuting affects subjective wellbeing”.
¿Quieres conocer más sobre tendencias relacionadas al mundo del trabajo? Descúbrelas en WOW.
Suscribite