FMContract Workplaces
#111 Septiembre 2023

Barajar y dar de nuevo

El mundo del trabajo no es una isla y debe enfrentarse a los enormes desafíos que nos esperan con nuevas ideas, nuevos conocimientos y nuevas habilidades.

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Una publicación de Contract Workplaces


Muchas veces se han abordado desde el cine y la literatura las desastrosas consecuencias de una pandemia; historias en las que el sufrimiento, el caos y el desconcierto nos parecían muy lejanos. Sin embargo, hoy nos enfrentamos a las consecuencias provocadas por el COVID-19 en un escenario mundial impensado hace tres años (aunque no imprevisto). Es un llamado de atención que no podemos ignorar: los eventos inesperados e improbables son posibles.

Esta crisis sanitaria se suma a otras preexistentes, de gran magnitud (la crisis ecológica y el cambio climático) que exigen una revisión profunda de la forma en que vivimos, producimos y trabajamos en las sociedades del siglo XXI.

Las pandemias, el cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales, la urbanización y la superpoblación, entre otros factores, ponen en peligro el equilibrio planetario a un ritmo sin precedentes y exponen la vulnerabilidad de nuestra civilización.

Los efectos de estos fenómenos son de alcance mundial y nos involucran a todos: sociedad, empresas y personas. Pero, a pesar de los esfuerzos que se han hecho para frenar los efectos de nuestro crecimiento sin límites, la mayor parte de las organizaciones no han implementado cambios consistentes para mejorar la situación. De seguir por este camino, el costo será elevado, especialmente para las próximas generaciones.

Las crisis en números

De acuerdo con las Naciones Unidas, el cambio climático es uno de los mayores riesgos globales de la actualidad. Incluye desde pautas meteorológicas cambiantes hasta el aumento del nivel del mar, lo que incrementa el riesgo de inundaciones, olas de calor, incendios, etc. Y, aunque nos concierne a todos, el compromiso de adoptar iniciativas para reducir las emisiones de carbono es particularmente importante para sectores como el de la construcción que es responsable del 37% del total de las emisiones mundiales de CO2 relacionadas con la energía. Este compromiso es especialmente necesario cuando ya se prevé que la construcción mundial crecerá un 42% hacia 20301.

La mayor fuente de emisiones proviene de la operación y el uso de los edificios existentes, no de la construcción; se estima que esto contribuye con el 69% de las emisiones totales. Los factores que más suman son: el consumo energético, el uso del aire acondicionado, la iluminación, la infraestructura de los edificios y los materiales utilizados2. Por ejemplo, la producción de algunos materiales muy extendidos en la construcción tales como el hormigón y el acero, son responsables del 14% -16% de las emisiones mundiales de CO2 relacionadas con la energía.

Las ciudades –donde ya vive más de la mitad de la población mundial y es la ubicación preferida de las sedes centrales de las empresas– también contribuyen a engrosar las emisiones hacia la atmósfera con el 70% de las emisiones de CO2,, lo cual no debería sorprender ya que el entorno construido utiliza anualmente casi la mitad de los materiales que se extraen en el mundo, genera el 50% de los residuos sólidos, el 35% de la polución térmica y demanda cerca del 45% de la energía disponible. A esto cabe agregar que la densidad urbana y los patrones de uso del suelo también determinan, en gran medida, los hábitos de transporte; las ciudades densas están orientadas al tránsito vehicular, el consumidor del 60% del total del petróleo extraído y el responsable de todo tipo de emisiones contaminantes.

Sin embargo, el impacto del trabajo híbrido que hemos adoptado después de la pandemia parece haberse extendido más allá de los límites del ámbito estrictamente laboral para afectar el entorno más amplio en el que se encuentra la oficina: las ciudades y los distritos comerciales en los que trabajamos la mayor parte de nosotros, el transporte y los negocios circundantes. Podría ser un gran cambio cultural provocado por las nuevas modalidades de trabajo que impulsó la crisis sanitaria de 2020 que requiere nuestra atención.

El cambio ya no es opcional

Esta sucesión de transformaciones y eventos inesperados están transformando de manera acelerada nuestra forma de vivir y trabajar y nos obligan a replantearnos el modelo actual. El mundo del trabajo no es una isla en medio de una sociedad que debe enfrentarse a enormes desafíos. La realidad opera a través de vasos comunicantes impactando en todos los ámbitos de la vida como una reacción en cadena. Tal vez ya sea hora de barajar y dar de nuevo para crear un mundo distinto al que conocemos.

Para eso debemos cambiar; es decir, tener la capacidad para elaborar una mejor respuesta (o, al menos, una diferente) frente a las contingencias que se nos presentan. Ya se trate de un organismo vivo, una persona, una norma o una organización, la imposibilidad de cambiar nos condena a la inmovilidad y al fracaso.

Para afrontar esta realidad, no solo debemos resolver con creatividad los problemas inmediatos que nos ha planteado la pandemia (cómo volveremos a trabajar, cómo serán nuestras oficinas) y las dificultades a las que nos están sometiendo las intensas olas de calor que se están produciendo. También debemos hacer una revisión crítica de la forma en la que ocupamos y transformamos nuestro entorno; abandonar las recetas conocidas, renovar nuestros conocimientos, adquirir nuevas habilidades y prepararnos para los próximos desafíos con la mente abierta a nuevas posibilidades. Las ideas convencionales ya no aplicarán en un presente cada vez más complejo y voluble.

Debemos anticiparnos y prepararnos en lugar de ser reactivos. Cuando lleguen las consecuencias, tal vez ya sea tarde.

Referencias:

1 ÖZDEMIR, E. (2022): “3 ways sustainable construction can forge a greener future”. World Economic Forum.

2 DELOITTE (2021): “Putting the construction sector at the core of the climate change debate”.


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