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#108 Marzo 2023

¿Neuroarquitectura vs. cultura?

Los factores neurobiológicos que nos condicionan dentro de un entorno de trabajo son tan importantes como la cultura de las personas que lo habitarán.

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Una publicación de Contract Workplaces


Aunque la relación entre la arquitectura y el comportamiento de las personas es compleja y está determinada por una amplia variedad de factores, la investigación ha demostrado que los elementos de diseño pueden tener un impacto significativo en los pensamientos y las emociones. A través de un uso adecuado de la composición y el diseño, los edificios pueden movilizar las sensaciones de la gente modelando sus percepciones, y promover tanto el bienestar, la comodidad y la productividad como producir sentimientos de malestar y estrés.

Hoy, los avances en el campo de la neurofisiología son capaces de explicar la forma en que percibimos el mundo que nos rodea y cómo el entorno físico afecta la cognición, el comportamiento y el estado de ánimo. Incorporar estos conocimientos nos brinda nuevas herramientas para planificar los espacios que ocupamos y en los que pasamos el 90% de nuestra vida.

La Neuroarquitectura se encuentra en la intersección de los principios derivados de las neurociencias y los elementos del diseño arquitectónico. Su propósito consiste en ayudar a crear espacios que favorezcan la mejora de las habilidades cognitivas, la estimulación de la mente y la disminución del estrés1.

Sin embargo, las características que debe tener un espacio para que las personas vivan y trabajen en condiciones óptimas puede variar mucho según las preferencias y necesidades individuales, las cuales pueden verse condicionadas por las diferencias culturales y las circunstancias del entorno local. La inclinación por ciertos factores ambientales (temperatura, iluminación, densidad de ocupación, colores, etc.) pueden tener una base tanto cultural como biológica.

En algunos casos, los factores culturales pueden jugar un papel más dominante en la configuración de las preferencias, mientras que en otros la biología puede ser más influyente. Incluso, el predominio de cada uno de estos factores puede cambiar a lo largo del tiempo a medida que evoluciona la tecnología y cambian las prácticas sociales y laborales.

Lo cierto es que no existe una talla única para todos; un diseño de oficina que funciona bien en Oslo puede ser un fracaso en Medellín. Comprender cómo juegan los factores neurobiológicos que nos condicionan dentro de un entorno de trabajo es tan importante como saber interpretar la cultura de las personas que lo habitarán.

El aporte de las neurociencias

Las neurociencias explican la conexión que existe entre el medio ambiente y el comportamiento de las personas. Para comprender la relación entre neurociencias y arquitectura basta con observar la gran cantidad de investigaciones que relacionan los efectos del entorno construido en la conducta y las emociones de la gente. La comprensión de estos resultados nos permitirá ampliar los conceptos de diseño a considerar a la hora de crear espacios de trabajo capaces de mejorar el estado de ánimo del personal, reforzar sus habilidades cognitivas y minimizar los efectos negativos sobre las emociones y la motivación2. Estos son algunos de ellos:

La percepción sensorial: la percepción es un evento que involucra la memoria, las emociones y los estímulos que llegan a los órganos de los sentidos; a través de ellos comprendemos el espacio. Esto incluye los colores, la iluminación, la temperatura (la del ambiente y la de los objetos que se encuentran en el), el ruido, los olores, las sensaciones hápticas y táctiles, etc.

Nuestros sistemas sensoriales juegan un papel muy importante en la determinación de qué condiciones ambientales nos resultan más cómodas. Por ejemplo: el cuerpo humano tiene preferencia por un determinado rango de temperaturas para asegurar la homeostasis, del mismo modo que necesita la exposición a períodos de luz y oscuridad dentro de las 24 horas ya que estos determinan nuestros ritmos circadianos, responsables de regular el ciclo sueño-vigilia, la temperatura corporal y el estado de ánimo, entre otras cosas3. La humedad y la calidad del aire interior también pueden afectar nuestras respuestas fisiológicas tales como el ritmo cardíaco, la respiración, los niveles de estrés y la concentración.

Las emociones: el entorno construido se percibe inicialmente a través de la emoción, un sistema rápido y eficaz del que nos ha dotado la evolución para juzgar lo que es bueno o malo, seguro o peligroso para poder sobrevivir. Antes de que las sensaciones lleguen a la consciencia ya hemos hecho juicios sobre los materiales, las relaciones espaciales, las proporciones, la escala, los ritmos, la comodidad, la calidez, etc4. Este sistema está relacionado con el movimiento corporal y el sistema nervioso autónomo. De esta forma, la arquitectura se convierte en un elemento capaz de alterar nuestros estados fisiológicos.

Espacio, lugar y territorio: el espacio se evalúa como “lugar” cuando gana un significado adicional gracias a la interacción por parte del individuo. La personalización del espacio es una gran herramienta para la formación del concepto de lugar. No obstante, la representación interna de un lugar también se construye a través del movimiento y las conexiones que se pueden realizar junto con la propia configuración del espacio. El territorio, por su parte, es la extensión del lugar; una zona familiar donde nos sentimos seguros.

La memoria: la memoria espacial necesita referencias visuales para determinar nuestra ubicación y orientación dentro de un entorno dado. Cuando faltan estas referencias se activa la respuesta de estrés. Esto indica la importancia de incorporar elementos que permitan el reconocimiento y la recordación.

Los recorridos: junto con los puntos de referencia, los recorridos son características que definen tanto la forma como la función del espacio al mismo tiempo que ayudan a caracterizar la percepción espacial5.

El conocimiento de cómo respondemos al entorno construido en función de las tendencias innatas, idiosincrásicas y heredadas de nuestro pasado evolutivo nos puede ayudar a tomar mejores decisiones de diseño para crear un ambiente de trabajo óptimo.

La influencia de la cultura

No obstante, el trasfondo cultural de cada individuo o comunidad puede desempeñar un papel importante en la manera de percibir y responder al entorno construido. Las distintas prácticas y tradiciones culturales pueden dar forma a nuestras expectativas y, así, influir en nuestras preferencias por ciertos tipos de espacios.

Por ejemplo, las adaptaciones culturales frente a la temperatura son producto del clima y la geografía de la región donde vivimos. Quienes residen en zonas de clima cálido suelen preferir temperaturas interiores más altas que las personas que viven en zonas de clima frío6. Los códigos de vestimenta que rigen en cada región también influirán en las preferencias de la temperatura interior.

Las diferentes culturas también suelen tener normas y preferencias muy diversas para la interacción social y la distancia personal en el lugar de trabajo. El estudio de la proxemia ha demostrado que la distancia entre los individuos de un grupo (ya sean humanos o animales) no son al azar sino que están regidas por reglas dictadas por estructuras cerebrales que analizan si una presencia cercana representa un peligro, es neutral o implica un posible beneficio; en base a este análisis adaptamos la distancia física que más nos convenga7. Edward Hall identificó la importancia de la variación cultural en la determinación del espacio personal y esto se verifica en numerosos estudios que han determinado la preferencia de las culturas asiáticas por entornos de trabajo más densos, mientras que los europeos necesitan más espacio personal.

Pero, además, el contexto de la oficina puede afectar el sentido de pertenencia y la identificación al brindar oportunidades para la personalización y la apropiación del espacio como vehículos para la transformación de ese espacio en un “lugar”. Por ejemplo, algunas culturas organizacionales permiten y fomentan la personalización del entorno laboral, mientras que otras optan por una política de escritorios limpios que puede menoscabar el sentido de pertenencia y la individualidad.

Estos son solo algunos ejemplos de las formas en que la cultura, la arquitectura y las neurociencias se influyen mutuamente. Por ende, es importante considerar todos estos factores a la hora de crear espacios de trabajo funcionales que no solo fomenten el bienestar y la productividad de sus usuarios, sino que también apoyen la diversidad de las culturas y comunidades donde se emplazan.

Referencias:

1 EBERHARD, J.P. (2008): “Brain Landscape: The Coexistence of Neuroscience and Architecture”.

2 KAYAN, C. (2011): “Neuro- architecture”.

3 LITTLEFAIR, P. & TICLEANU, C. (2019): “Lighting for circadian rhythms”.

4 MALGRAVE, H. (2013): “Should Architects Care About Neuroscience?”. Architecture and Neuroscience.

5 STERNBERG, E.M. & WILSON, M.A. (2006): “Neuroscience and Architecture: Seeking Common Ground”. Cell 127.

6 DE DEAR, R. & BRAGER, G. S. (1998): “Developing an adaptive model of thermal comfort and preference“. UC Berkeley.

7 SABRIÉ, I. (2010): “Proxemics and neurosciences”.


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