Las claves para utilizarlas como un dispositivo biológico capaz de mejorar el aire interior, con el plus de acercar una cuota de naturaleza al espacio de trabajo.
Una publicación de Contract Workplaces
El estilo de vida urbano nos ha confinado a pasar la mayor parte de nuestra vida en espacios interiores. Pero, dado que la necesidad de conectarnos con la naturaleza y otros organismos vivos es innata, es importante evaluar estrategias orientadas a restaurar este vínculo a partir del diseño del espacio de trabajo. La incorporación de vegetación en distintas formas es un medio indiscutible que, si se implementa de manera inteligente, brinda beneficios adicionales.
Además de alejarnos de nuestro hábitat natural, una de las mayores preocupaciones relacionadas con el estilo de vida urbano es la calidad del aire en los espacios interiores. Ya desde los años 70 existe evidencia científica que demuestra que la contaminación del aire en entornos cerrados provoca efectos adversos en la salud humana.
Entre los elementos que corrompen la calidad del aire que respiramos se encuentran la materia particulada, el dióxido de carbono, el monóxido de carbono y el óxido nitroso, así como los compuestos orgánicos volátiles (COV) presentes en los muebles, las pinturas, los pegamentos, los adhesivos y casi cualquier producto que desprenda olor dentro de los espacios donde trabajamos. Tan importante es la calidad del aire para tener una fuerza laboral saludable que los sistemas de certificación de edificios más reconocidos (LEED, WELL) la tienen entre sus requisitos.
La respuesta a este problema es obvia. “Si el hombre se muda a ambientes cerrados, en la Tierra o en el espacio, debe llevar el sistema de soporte vital de la naturaleza1”. Esto es lo que afirmaba Bill Wolverton en el informe final que entregó a la NASA en 1989, convocado para investigar si las plantas de interior cultivadas en macetas podían eliminar los COV. A diferencia de otros contaminantes, los COV no se pueden eliminar con un filtro lo que los volvía especialmente preocupantes en entornos herméticamente sellados tales como estaciones o naves espaciales.
En este informe, Wolverton concluía que las plantas podían proporcionar una solución prometedora para la contaminación del aire interior. Sin embargo, investigaciones más recientes han brindado una visión más realista a estas afirmaciones ya que el estudio de Wolverton se realizó en un entorno hermético, muy distinto de los ambientes con ventanas, puertas, corrientes de aire y mucho mayor volumen que solemos habitar.
Lo cierto es que, aunque las plantas cultivadas en maceta se revelaron eficientes para reducir los contaminantes del aire en condiciones de laboratorio, su capacidad para controlarlos en entornos complejos no fue relevante.
Sin embargo, estas investigaciones pioneras iniciaron una búsqueda que desembocó en los actuales sistemas basados en paredes verdes que impulsan el aire contaminado a través de medios mecánicos para ponerlo en contacto con los microorganismos que habitan las raíces de las plantas. Estas paredes verdes pueden usarse como un dispositivo biológico capaz de mejorar el aire interior, con el plus de acercar una cuota de naturaleza a nuestro hábitat artificial.
Diversos estudios científicos han demostrado que, además de ayudarnos a respirar mejor, la presencia de plantas en el interior mejora el bienestar y la productividad de los trabajadores, disminuye el estrés social y es beneficiosa para la salud mental. También muestran que en los edificios donde no hay plantas hay mayor ausentismo y disminuye la productividad en un 12%. Todo esto, sin contar con que la vegetación tiene un alto potencial para absorber hasta el 80% de la energía acústica de alta frecuencia2 y que posee un gran valor estético.
En un mundo cada vez más dominado por los avances tecnológicos, las plantas representan un vínculo con la naturaleza que estimulan la conciencia de una realidad menos artificial. Las plantas de interior no son una elección opcional al momento de elegir los materiales con los que daremos forma al espacio de trabajo; deberían formar parte de una instalación estándar, flexible, hermosa, útil y efectiva para mejorar la calidad de vida en nuestras oficinas.
Actualmente, la contaminación del aire interior se ubica entre las cinco principales amenazas para la salud humana3. Incluso, durante estos dos años de pandemia se ha constatado que la alta propagación del COVID-19 puede estar relacionada con la contaminación del aire; las corrientes con gran cantidad de materia particulada favorecerían la adherencia del virus, lo cual prolongaría su supervivencia durante horas o días4.
De cara a las consecuencias que puede ocasionar una pobre calidad del aire, las empresas están invirtiendo en sistemas mecánicos de purificación del aire. Sin embargo, el avance en la investigación está demostrando que los sistemas basados en la asociación de plantas, suelos y microorganismos pueden ayudar a resolver este problema llevándonos de vuelta a los procesos fundamentales que sostienen la vida sobre el planeta.
Diferentes estudios han probado que las plantas pueden absorber ciertos productos químicos orgánicos y destruirlos mediante un proceso llamado “interrupción metabólica”. Además, las bacterias que normalmente se encuentran en las raíces ayudan a romper la estructura química de los contaminantes para luego aprovecharlos como nutrientes. Así, el ecosistema hojas-raíces-suelo- microorganismos puede asimilar, degradar o transformar sustancias peligrosas en otras menos tóxicas o inocuas5.
Por otra parte, dado que las plantas pierden agua en forma de vapor mediante la transpiración utilizando el calor del medio circundante, la presencia de vegetación en interiores ayudaría a establecer una humedad relativa óptima para la salud humana –que es del orden del 30% al 60%– y a disminuir la temperatura del aire entre 1ºC a 5ºC6.
Existen distintas especies de plantas capaces de eliminar los contaminantes del aire, pero difieren tanto en su morfología, sus condiciones de crecimiento y sus comunidades microbianas como en su tolerancia a la contaminación y a las condiciones de poca luz en interiores. Por lo tanto, la selección adecuada de especies será fundamental para optimizar la capacidad de descontaminación del aire.
La presencia de grandes superficies cubiertas con plantas de interior ya es moneda corriente en muchos edificios de oficinas. La tendencia apunta especialmente a los llamados muros verdes o jardines verticales. Estos sistemas, que se instalan principalmente por cuestiones estéticas o ligadas al diseño biofílico, no suelen llevar el concepto un paso más allá para emplear las funciones biológicas de las plantas y los microbios que ayudan a mejorar la calidad del aire interior.
Los muros verdes constituyen una forma de cultivar plantas sobre estructuras especiales adosadas a ellos. Algunos sistemas utilizan módulos prevegetados que se fijan a una pared u otra estructura, lo que permite cultivar una mayor diversidad de especies y la instalación de sistemas de riego automático. Estos son los llamados muros verdes “pasivos”.
Por su parte, el concepto de muro verde “activo” es una versión más nueva que surge de las limitaciones que presenta el cultivo de plantas en macetas y los muros verdes pasivos. A diferencia de estos, en los sistemas activos se crea un flujo de aire a través de dispositivos mecánicos que permiten el contacto íntimo del aire contaminado con los microorganismos en la zona de las raíces (donde se lleva a cabo el 98% de los procesos de purificación), los cuales eliminarían los COV presentes.
También existen sistemas comerciales de muros verdes activos portátiles y modulares, altamente efectivos como biofiltros para descontaminar y acondicionar el aire interior. Estos productos obtienen mejores resultados en espacios pequeños y confinados tales como salas cerradas o ambientes específicos dentro de un espacio mayor.
Es importante destacar que todos estos sistemas purifican el aire interior y actúan como reguladores térmicos. Las plantas eliminan el CO y el CO2 y ayudan a neutralizar el material particulado del aire. Mientras tanto, los procesos vitales normales de las plantas crean aire fresco que ingresa al sistema a por una toma y luego pasa al interior. Diversos estudios demostraron que el flujo de aire a través de las planta, junto con la optimización del medio de cultivo, pueden maximizar la capacidad de la biofiltración7.
Los muros verdes activos con plantas cultivadas en un medio hidropónico y alto flujo de aire han demostrado tener una tasa mucho mayor de eliminación de contaminantes –especialmente de COV– que los muros verdes pasivos. Sin embargo, estos son más simples y fáciles de mantener y tienen un costo menor.
En definitiva, la decisión de incluir un muro verde activo o pasivo en el diseño de la oficina dependerá de varios factores tales como el costo, la ubicación, la superficie disponible (a mayor superficie, mayor eficiencia) y la infraestructura del edificio.
Referencias:
1 WOLVERTON, B. C. et al. (1989): “Interior landscape plants for indoor air pollution abatement“.
2 D’ALESSANDRO, F. et al. (2015): “Experimental evaluation and modeling of the sound absorption properties of plants for indoor acoustic applications”.
3 WOLVERTON, B. C. & NELSON, M. (2020): “Using plants and soil microbes to purify indoor air: lessons from NASA and Biosphere 2 experiments”.
4 MARTELLETTI, L. & MARTELLETTI, P. (2020): “Air Pollution and the Novel Covid-19 Disease: A Putative Disease Risk Factor”.
5 WOLVERTON, B. C. et al. (1989): “Interior landscape plants for indoor air pollution abatement“.
6 LOHR, V. et al (1995): “Interior Plants May Improve Worker Productivity and Reduce Stress in a Windowless Environment“.
7 LEE, H.et al. (2021): “Phytoremediation: The Sustainable Strategy for Improving Indoor and Outdoor Air Quality“.
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