Con el mismo espíritu de crear una base sólida de conocimientos que hace 100 ediciones, hoy rediseñamos y rebautizamos nuestra revista con el nombre WOW (World of Work).
Una publicación de Contract Workplaces
Hace 20 años nacía Facility Magazine (FM para toda la comunidad de lectores y anunciantes) con un lanzamiento en un piso disponible de la flamante torre Raghsa en San Martín 334, Buenos Aires. Fue un evento bastante austero en el clima enrarecido por la crisis política argentina de 2001, y en ese contexto resultaba difícil imaginar que 100 números después la revista mantendría su circulación y vigencia en un mercado mucho más amplio que el local.
El cambio de milenio llegó con varios desafíos a nivel global. La tecnología comenzaba a permear cada vez más nuestra vida y, junto con los beneficios que eso suponía, padecíamos algunas consecuencias: el error digital del año 2000, la burbuja de las puntocom y el ataque de unos de los virus informáticos más letales de la historia se conjugaban con la creación de Wikipedia, Facebook y Google. Un poco más tarde, en 2007, la aparición del primer Iphone revolucionaría para siempre no solo la telefonía móvil, sino también gran parte de nuestras vidas.
El mundo se interconectaba a una velocidad vertiginosa y el cambio comenzaba a propagarse a todos los ámbitos, incluidos los espacios de trabajo. Lo cual no es de extrañar: la evolución del diseño de oficinas corre paralela a los avances de la tecnología, la sociedad y la cultura en general. Se podría decir que funciona como un excelente indicador del progreso de la sociedad y de las formas de producción.
La década de 2000 fue una época de evolución y revolución en la forma de trabajar. La cultura organizacional se convirtió en un hervidero de innovación y trabajo en equipo.
Los cubículos ya estaban en retirada. Las computadoras, con sus voluminosos monitores y la torre del CPU en cada escritorio, dominaban el espacio de trabajo de entonces mientras que el modelo de Silicon Valley nos ofrecía diseños más relajados e informales: áreas abiertas, muebles cómodos, mucho color y la novedad de los espacios dedicados al entretenimiento con las emblemáticas mesas de ping pong. Las empresas de la vanguardia tecnológica (Apple, Amazon, Google) fueron pioneras en este cambio hacia ambientes de trabajo más distendidos, colaborativos y creativos rompiendo con el paradigma del espacio asignado por jerarquías.
Hacia 2010, con Internet y las comunicaciones móviles firmemente establecidas gracias a la proliferación de dispositivos cada vez más pequeños, potentes y asequibles, la fuerza laboral se transformó en nómada. La posibilidad de trabajar desde prácticamente cualquier lugar con conexión a Internet impulsó el ascenso meteórico del Coworking y los terceros espacios. Y a medida que la movilidad se convertía en la norma, el diseño de las oficinas comenzaba a adoptar estrategias no territoriales tales como el “hot desking“.
Por esta misma época, los Millennials empezaban a ocupar puestos ejecutivos en empresas de todo el mundo, comunicando sus valores al entorno laboral y redefiniendo el lugar de trabajo: la experiencia por encima del salario, el cuidado del medio ambiente, el bienestar, el reconocimiento y la responsabilidad social. Es por esto que muchas empresas comienzan a adoptar modelos de oficinas flexibles y abiertas que promueven la colaboración y la socialización al mismo tiempo que ofrecen una combinación de distintas opciones para usar según las necesidades del momento.
Hoy, gracias a las plataformas de trabajo independiente y las herramientas digitales colaborativas, la fuerza de trabajo se ha vuelto más fluida. Los trabajos y oficios “de por vida” han sido reemplazados por contratos temporales, a tiempo parcial o por proyectos únicos que se suelen combinar junto con otras ocupaciones. Las empresas, por su parte, también están rompiendo con el paradigma tradicional del empleado full time y comienzan a aprovechar el talento de un universo laboral mucho más amplio.
Con la llegada de este nuevo modelo, la Gig Economía, surge un nuevo tipo de organización. No necesitan un plantel extenso ni grandes instalaciones para operar. En lugar de poseer activos físicos aprovechan la ubicuidad de la información y los recursos externos para alcanzar sus objetivos. La era de la información les permite acceder a los activos físicos en cualquier momento y lugar (just in time) en lugar de tenerlos en propiedad. Esto les brinda la flexibilidad necesaria para escalar esos activos fácilmente, tanto local como globalmente, una capacidad imprescindible en entornos económicos, políticos y sociales cada vez más inciertos.
Con la adopción de la informática basada en La Nube, las tecnologías de trabajo colaborativo y la creciente disponibilidad de freelancers, hoy una compañía no tiene por qué tener sus espacios de trabajo en propiedad para ser eficiente. Dentro de este contexto, la oficina como asiento físico del trabajo empieza a ser una entelequia y el trabajo asincrónico se expande, en las antípodas del Taylorismo que definió durante casi dos siglos los procesos de trabajo.
Así estábamos en 2020 cuando nos tomó por asalto la pandemia de COVID-19. Millones de empresas se vieron obligadas a cerrar sus oficinas para cambiar a un modelo de trabajo remoto a tiempo completo; muchas permanecieron así durante más de un año. Pero, a pesar de los temores iniciales sobre cómo nos arreglaríamos con un modelo de trabajo que jamás habíamos ensayado, el consenso general fue positivo; la tecnología vino al rescate y la productividad no fue un problema. Un escenario así 10 años atrás hubiera sido una catástrofe.
Esto nos llevó a cuestionarnos el propósito mismo de la oficina, abriendo una oportunidad única para repensar un concepto que venimos dando por sentado desde hace décadas: trabajar es ir a la oficina.
¿Cómo hacer para abarcar y comprender todas las transformaciones que se están produciendo en el mundo del trabajo de manera tan vertiginosa, solapándose y multiplicando sus efectos? ¿Cuáles son los problemas que debemos abordar seriamente para poder planificar hacia el futuro?
Con tantos cambios en tan poco tiempo se hace imprescindible sistematizar la información sobre las tendencias que van surgiendo, separar la paja del trigo y decantar lo valioso. Este es el renovado compromiso de este medio con sus lectores y anunciantes.
Necesitamos una base sólida de conocimientos para afrontar el avance y la rapidez de estos cambios (y también los que vendrán), una brújula para desarrollar, diseñar, operar y construir los entornos de trabajo que demanda el siglo XXI. Con este espíritu nació hace 100 ediciones nuestra revista, a la que hoy rediseñamos y rebautizamos con el nombre WOW (World of Work).
Nuestro mundo cambia y evoluciona: no queríamos quedarnos atrás .
Espero que la disfruten y muchas gracias por acompañarnos .
Arq. Victor Feingold
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