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#123 Septiembre 2025

Innovar en clave financiera

Cuando el espacio de trabajo se convierte en el motor del proceso de innovación.

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La compleja realidad actual y los problemas que enfrentamos exigen nuevas ideas para encontrar soluciones innovadoras. Las empresas más exitosas lo saben y orientan sus recursos a implementar estrategias que aumenten su capacidad de convertir esas ideas en algo aplicable y con valor en este contexto.

En la nueva cultura de la innovación, el paradigma ha cambiado: equivocarse ya no es un fracaso, sino parte del proceso. En lugar de invertir años en desarrollar un producto acabado, las organizaciones apuestan por prototipar rápido, probar en condiciones reales y aprender del error con el menor costo posible. Esto acelera la innovación y el éxito: las ideas fallidas enriquecen el aprendizaje, permiten ajustar conceptos, explorar nuevos enfoques, ganar experiencia y ampliar el conocimiento. En el sector financiero, atravesado por la digitalización, la irrupción de las fintech y el cambio de hábitos de los consumidores, innovar es indispensable para enfrentar los rápidos cambios en los mercados.

En este contexto –dado que gran parte del pensamiento original llega a través de la colaboración y el estímulo de ideas ajenas–, el espacio de trabajo se convierte en el escenario natural de esta búsqueda y, como tal, puede transformarse en el motor del proceso. ¿De qué manera? Dando apoyo a la colaboración y la libre circulación de ideas, brindando entornos flexibles para experimentar, espacios donde mostrar los avances y herramientas para que florezcan la creatividad y la innovación.

Espacios de innovación

Los espacios de innovación reúnen personas, tecnologías y metodologías que potencian la creatividad aplicada a problemas concretos. No se trata solo de lugares físicos, sino de una experiencia integral diseñada para estimular el pensamiento original y facilitar la interacción. La arquitectura, el mobiliario y las dinámicas de uso cumplen un papel esencial en el proceso. Entre los espacios más representativos están los laboratorios de innovación, los hubs de cocreación, las áreas para town halls y charlas internas, los espacios para demo days y las zonas de descanso que pueden transformarse en escenarios para charlas espontáneas, debates o microeventos. Estos espacios no solo actúan como laboratorios de prueba para nuevas tecnologías, sino que también son estratégicos en la atracción y retención de talento, y en la integración de enfoques ágiles para abordar las dinámicas cambiantes del mercado financiero.

Produbanco Iñaquito, Ecuador

Todo esto sin perder de vista que la socialización es un motor para la creatividad, tanto como los espacios destinados al trabajo individual y el pensamiento profundo. Los puntos de encuentro, ya se trate de cafeterías, lounges o terrazas, están diseñados para favorecer la serendipia, acercando a personas que no siempre trabajan juntas. Estas conexiones fortuitas impulsan la polinización cruzada de ideas y ayudan a derribar los silos dentro de la organización.

Principios clave de diseño

La innovación es un proceso cada vez más colectivo que implica la convergencia y colaboración entre personas, empresas y disciplinas diversas. Para que esto ocurra, se requieren espacios de trabajo abiertos que derriben las barreras físicas, maximicen las oportunidades de interacción personal y cuenten con tecnología ubicua y eficiente. Estos entornos deben ofrecer distintas escalas: desde auditorios completos hasta rincones íntimos. Así se evita que las sesiones pequeñas se pierdan en espacios sobredimensionados o que las grandes reuniones carezcan de recursos.

Hoy, el espacio de trabajo se concibe como una herramienta para innovar. Debe respaldar todos los estilos de trabajo (concentración, colaboración,  aprendizaje y socialización) para que cada metro cuadrado pueda convertirse en una incubadora de ideas. Algunos principios de diseño clave son:

→ Flexibilidad. El primer principio de diseño es la capacidad de transformación rápida que permite alternar entre diferentes modos y grupos de trabajo. Esto incluye mobiliario plegable o móvil, gradas desmontables, paneles corredizos y sistemas de iluminación ajustable. Así, un espacio de coworking puede convertirse en un auditorio para muchas personas.

Banco Internacional, Ecuador

Integración tecnológica. Los espacios deben contar con pizarras digitales, pantallas interactivas, sistemas de sonido, micrófonos inalámbricos, cámaras para streaming y conectividad robusta. Hoy, las presentaciones rara vez se limitan al público presente; suelen compartirse con equipos remotos o colaboradores externos. Además, la tecnología puede ser herramienta de investigación y producción como las impresoras 3D que permiten prototipar con rapidez.

→ Socialización y privacidad. La socialización es crucial para que surja la innovación. Las áreas abiertas y relajadas, con asientos cómodos y mesas de café, favorecen las conversaciones informales y el intercambio de ideas. Lo ideal es ubicarlas cerca de las zonas de trabajo para estimular su uso y facilitar los encuentros y las charlas casuales. Sin embargo, aunque la tecnología hoy nos permite reunirnos en cualquier lugar, también genera la necesidad de espacios de trabajo silenciosos y concentrados para contrarrestar el ruido y las distracciones.

→ Espacios inspiradores. La luz natural, las vistas al exterior, la inclusión de elementos y materiales naturales, la elección consciente de la paleta colores para promover la excitación o la calma, un layout  informal, la exhibición de arte y otros objetos significativos, ayudan a crear atmósferas estimulantes que inspiran creatividad.

Más allá del espacio físico

Aunque las zonas de innovación representan un gran avance, su éxito depende de algo más profundo: la adopción de una mentalidad abierta a la experimentación y al cambio. Los espacios por sí solos no transforman a una organización si no existe una estrategia clara y un liderazgo que los respalde. Por ello, las instituciones financieras deben:

Fomentar la tolerancia al error. Innovar implica asumir riesgos y aceptar que no todas las iniciativas prosperarán.

Reconocer y celebrar los avances. Valorar el esfuerzo de los equipos, incluso en proyectos que no escalan, fortalece la motivación.

Integrar los aprendizajes en la operación diaria. La innovación no puede quedar aislada, debe retroalimentar a toda la organización.

Medir el impacto. Establecer métricas claras de éxito asegura que los hubs contribuyan realmente a los objetivos estratégicos.

Innovar para crecer

Para las instituciones financieras, innovar no solo significa adaptarse a un entorno cambiante, sino crear un ecosistema que impulse el pensamiento original y el trabajo en conjunto. Los espacios de innovación, cuando están respaldados por la cultura organizacional, permiten acelerar el desarrollo de productos y servicios, mejorar procesos, fortalecer la experiencia del cliente y detectar oportunidades antes que la competencia.

En un mercado donde la agilidad y la confianza son decisivas, transformar la innovación en motor de crecimiento asegura la relevancia de las empresas a largo plazo.


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