Un desafío para pensar nuestros valores en esta nueva era tecnológica
Una publicación de Contract Workplaces
El debate actual sobre la inteligencia artificial (IA) en el trabajo suele centrarse en que la automatización nos liberará de las tareas tediosas y repetitivas para enfocarnos en aquellas que los humanos hacemos mejor. Pero, a medida que la IA imita y supera las capacidades que antes se consideraban exclusivamente nuestras (el lenguaje, la razón, la lógica y la creatividad), tendemos a enfatizar y valorar más lo que percibimos como distintivamente humano.
Este fenómeno, conocido como “Efecto IA”1, está provocando una reevaluación de lo que consideramos nuestros rasgos únicos (sentido de comunidad, empatía, razonamiento ético, curiosidad y propósito entre otras) y nos impulsa a encontrar nuevas formas de responder a este desafío vital.
El ámbito laboral es uno de los escenarios más complejos para abordar esta cuestión ya que allí la IA está alterando no solo tareas, sino también la percepción de lo que significa ser humano. La idea de que existen cualidades intrínsecamente humanas –uno de los grandes pilares que diferencian nuestro trabajo del automatizado– comienza a resquebrajarse.
El lanzamiento de ChatGPT ha disparado un gran debate sobre las posibilidades y riesgos de la IA generativa, incluido su impacto sobre el rendimiento y el desempleo. Algunos ven estos desarrollos como una señal de productividad en constante aumento que podría permitir una vida de ocio asistida por agentes artificiales. Otros temen distopías de desocupación masiva.
Mientras tanto, el debate sigue su curso a medida que esta tecnología avanza exponencialmente y pone en cuestión nuestro lugar en el mundo, no solo en el trabajo.
Para demostrar este efecto, investigadores de la Universidad de Stanford realizaron un estudio con casi 5.000 participantes. Clasificaron los atributos humanos en dos tipos: los “compartidos” con la IA (como la lógica, el lenguaje, la memoria o el cálculo) y los “distintivos” de los humanos (como el humor, la personalidad, las creencias, la moralidad, la espiritualidad, los deseos, la felicidad, el amor y las relaciones).
Durante el experimento, los participantes calificaron los atributos “distintivos” como más esenciales para ser humanos, pero no devaluaron los atributos compartidos con la IA. Esto sugiere que, a medida que la IA se vuelve más sofisticada, las personas dan mayor importancia a los aspectos de la vida que creen aún fuera de su alcance.
Dado que el estudio sobre el Efecto IA se publicó en 2023, los autores reconocen que la realidad ya superó sus experimentos, especialmente con la llegada de modelos como GPT-4, lo que indica que el efecto podría ser aún más pronunciado hoy en día.
Capacidades que alguna vez consideramos inherentemente humanas como la creatividad o la innovación, hoy son emuladas por sistemas de IA de manera sorprendente. Esto ha llevado a considerar que lo “exclusivamente humano” no es una categoría fija, sino una línea que se redefine cada vez que un algoritmo la cruza. No es un conjunto cerrado de capacidades, sino una construcción histórica y cultural que evoluciona con el avance tecnológico. ¿Cómo se ha ido corriendo esta frontera entre lo humano y lo digital?
¿Entonces, qué nos queda? Aún hay territorios difíciles de alcanzar:
Pero, los límites no son tan claros como quisiéramos. Algunas características humanas siguen patrones que podrían modelarse, lo que implica que su valor percibido puede ser más cultural que intrínseco. El valor de lo “humano” sería un constructo social que no se basa en resultados superiores (la IA lo hace mejor), sino en algo esencial para la experiencia humana.
Así, cuando decimos que la IA nos permitirá enfocarnos en tareas que hacemos mejor debido a nuestra naturaleza, quizás deberíamos hablar de tareas en las que preferimos interactuar con humanos, independientemente de la competencia. Esto nos habla más sobre una preferencia social que sobre capacidad real.
Un estudio del MIT Sloan2 profundizó en el tema y encontró que las personas muestran más “favoritismo por lo humano” que “aversión a la IA” debido a un sesgo inherente. Este sesgo persiste incluso cuando la IA ofrece mejores resultados, lo que sugiere una barrera basada en la categorización social. Desde esta perspectiva, el Efecto IA no es solo un fenómeno sobre tecnología, sino una manifestación de nuestros sesgos de grupo que no desaparecerá con mejores herramientas.
Y aunque es cierto que todas las nuevas tecnologías han sido resistidas, hay una diferencia crucial que hace a esta más difícil: su velocidad exponencial. No estamos evolutivamente equipados para procesar cambios a este ritmo.
Las revoluciones anteriores permitieron a las sociedades adaptarse durante décadas o siglos: la resistencia a Darwin persistió durante generaciones (y aún persiste en algunos sectores). Incluso con Copérnico, la resistencia fue tanto emocional como religiosa. Pero con la IA, el proceso es más intenso porque es inmediato y tangible (no abstracto como las estrellas) y amenaza directamente nuestros medios de vida y estatus social3.
Si este sesgo es tan profundo como parece, entonces las organizaciones y sociedades que logren gestionarlo eficazmente tendrán una enorme ventaja competitiva.
Especialistas de diferentes disciplinas como la filosofía, la antropología, la ciencia cognitiva o la tecnología, coinciden en que lo humano no es una “esencia” ni una categoría fija; es una práctica que se construye en interacción con el entorno y con los otros (incluidas las máquinas).
En el trabajo, esto se manifiesta en algunas dimensiones particulares:
Frente a este panorama, la pregunta es: ¿qué trabajos seguirán siendo humanos? La respuesta no es técnica, sino cultural. En un mundo donde casi cualquier tarea puede ser realizada por una IA, lo humano será aquello que decidamos proteger y valorar.
Lo humano no es lo que quedará cuando la IA aprenda a hacer todo lo demás: es lo que consideramos valioso y cuidamos activamente. En lugar de defender una supuesta esencia, tal vez el desafío sea cultivar lo humano como una práctica conciente, como una forma de estar en el mundo. A veces con la tecnología, a veces a pesar de ella.
Referencias:
1 SANTORO, E. & MONIN, B. (2023): “The AI Effect: People rate distinctively human attributes as more essential to being human after learning about artificial intelligence advances“. Journal of Experimental Social Psychology.
2 ZHANG, Y., & GOSLINE, R. (2023): “Human favoritism, not AI aversion: People’s perceptions (and bias) toward generative AI, human experts, and human–GAI collaboration in persuasive content generation”.
3 FLORIDI, L. (2017): “La quarta rivoluzione. Come l’infosfera sta transformando il mondo”.
RAINIE, L., & ANDERSON, J. (2025): “Being Human in 2035, in the Age of AI: Research methodology, topline findings and acknowledgements”. Imagining the Digital Future Center, Elon University.
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