El futuro de estas tecnologías no será simplemente una prolongación de las actuales, sino una transformación mucho más profunda.
Una publicación de Contract Workplaces
El estreno en 2013 del drama de ciencia ficción Her fue, para muchos, una alerta sobre el posible giro que tomarían las tecnologías de la comunicación, especialmente el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) y su impacto en las relaciones humanas, los dilemas éticos y los cambios sociales. Aunque inicialmente la película se interpretó como una reflexión futurista, el desarrollo de tecnologías tales como Chat GPT ha acercado su narrativa a la realidad cotidiana.
Lo cierto es que, desde la invención de la computadora hasta la proliferación de los smartphones, la computación en La Nube, las redes sociales, la multiplicación de los sensores, Internet de las Cosas y el análisis de Big Data –todos habilitados por el enorme incremento de la conectividad y la penetración de Internet– cada avance ha redefinido la manera en que nos comunicamos, vivimos y trabajamos. Muchos de estos desarrollos, que han permitido grandes mejoras en el ámbito laboral, también desafían las estructuras y los modelos existentes.
Hoy nos encontramos al filo de una era dominada por el crecimiento de la IA, la realidad extendida (XR) y las interfaces hombre-máquina (HMI). Si consideramos que las herramientas actuales parecían ciencia ficción hace 50 años, ¿cómo nos comunicaremos dentro de algunas décadas si estas tecnologías continúan su desarrollo exponencial?
En los próximos años, la IA probablemente jugará un papel crucial como asistente de comunicación, eliminando las barreras lingüísticas y personalizando nuestras interacciones. Las experiencias serán cada vez más fluidas e hiperpersonalizadas, con un posible aumento de la comunicación asíncrona. Las redes inalámbricas avanzadas (6G/7G) ofrecerán velocidades exponenciales y cobertura universal, lo que habilitará las aplicaciones en tiempo real y las experiencias inmersivas. No obstante, será fundamental abordar los desafíos éticos y sociales que plantean estas tecnologías. Desde la privacidad de los datos y la posible ampliación de la brecha digital, hasta el mantenimiento de interacciones humanas auténticas en un entorno laboral cada vez más mediado por la tecnología.
La innovación tecnológica avanza a un ritmo impresionante: lo que hoy es habitual puede quedar obsoleto en solo unos años, mientras que lo que antes se creía imposible podría volverse la norma en menos de una década. No podemos adivinar el futuro, pero podemos prever que las tecnologías de la comunicación experimentarán una transformación radical impulsada por desarrollos que ya están emergiendo.
La IA ha evolucionado desde herramientas de automatización de tareas simples hasta sistemas capaces de analizar, aprender y tomar decisiones autónomas. En el futuro, es probable que no solo asista, sino que también actúe como compañera emocional y cognitiva, tal como sucede en Her.
Lejos de la ficción, hoy ya se desarrollan asistentes virtuales con capacidad de conversación compleja, generación de emociones simuladas y personalización del comportamiento según el perfil del usuario. Según un estudio de Pew Research Center1, en los próximos años, estas entidades podrían actuar como agentes de comunicación ayudando a redactar mensajes, resumir información y programar comunicaciones, incluso anticipando las necesidades mediante el análisis de los datos biométricos y hábitos digitales. Estas capacidades ayudarán a consolidar la comunicación asíncrona, flexible y personalizada, que se adapta a nuestros intereses, personalidad y contexto específico, y que evoluciona en función de las experiencias. Aún más: la traducción y el subtitulado instantáneo podrían eliminar las barreras lingüísticas.
A medida que se automaticen más tareas técnicas, las habilidades interpersonales o “blandas” –la empatía, la creatividad, el pensamiento crítico– serán cada vez más valoradas en el mercado laboral, ya que son competencias difíciles de replicar por las máquinas. Sin embargo, este cambio hacia una mayor virtualización de la comunicación también presentará desafíos en la cultura y el sentido de pertenencia, obligando a las empresas a encontrar nuevas estrategias para fomentar la conexión y la identidad organizacional2.
A nivel personal, la mayor dependencia de avatares y algoritmos puede reducir el contacto cara a cara y afectar las habilidades sociales para el contacto humano tradicional.
De acuerdo con Mark Zuckerberg3, los teléfonos móviles tienen fecha de vencimiento: dentro de diez años dejaremos las pantallas táctiles que nos distraen y nos alejan de las interacciones presenciales para sumergirnos en un mundo diferente. Meta apuesta por las gafas de realidad aumentada (AR) para reemplazar a los smartphones e integrar el mundo virtual y físico de forma orgánica. Estas gafas permitirán superponer información digital sobre el mundo real, facilitando interacciones con manos libres, acceso a mensajes y navegación por Internet sin necesidad de sacar un dispositivo del bolsillo.
Al mismo tiempo, la realidad extendida (XR), que abarca la realidad virtual (VR), aumentada (AR) y mixta (MR), ganará protagonismo y permitirá experiencias inmersivas y multisensoriales con avatares holográficos que facilitarán la interacción en espacios virtuales compartidos como si se estuviera físicamente presente. La comunicación podría ir más allá de la vista y el oído, incorporando el tacto a través de retroalimentación háptica avanzada e incluso, de forma más especulativa, el olfato y el gusto4.
En el ámbito laboral, la colaboración remota mejorará significativamente, permitiendo reuniones virtuales más inmersivas y efectivas, simulando la presencia física y eliminando las barreras geográficas para formar equipos globales. La oficina virtual basada en el Metaverso, donde tanto los trabajadores remotos como los presenciales interactuarían en igualdad de condiciones y en tiempo real, se transformará en una realidad cotidiana.
La capacitación y el desarrollo profesional se volverán más personalizados e inmersivos, ofreciendo experiencias de aprendizaje en entornos simulados y adaptados a las necesidades individuales.
Las interfaces hombre-máquina –dispositivos que permiten la interacción entre humanos y máquinas– han evolucionado desde simples mecanismos físicos hasta complejos sistemas digitales y virtuales, alcanzando una comunicación directa entre cerebro y dispositivo. Proyectos como Neuralink o Kernel Brain-Computer Interface ya exploran formas de decodificar la actividad neuronal para convertirla en comandos digitales. Según Neuralink, aunque el objetivo actual es crear una interfaz cerebral capaz de restaurar la autonomía de las personas con necesidades médicas específicas, en el futuro se espera desbloquear el potencial humano mediante una simbiosis total con la IA5.
Si esto ocurre, nuestra manera de entender y relacionarnos con el mundo digital cambiará radicalmente. En ese futuro, los teclados y las pantallas táctiles se volverán obsoletos: pensaremos para escribir, hablaremos sin mover los labios y accederemos a información solo con imaginarla. Esta simbiosis marcará un antes y un después en la forma en que concebimos el conocimiento, el aprendizaje y la productividad. Tal vez, dentro de unas décadas, usaremos una versión electrónica de la telepatía.
Entre los avances recientes que anticipan un cambio profundo en la comunicación está la traducción simultánea potenciada por IA. Aplicaciones tan populares como WhatsApp ya integran esta función, permitiendo mantener conversaciones entre personas que no comparten el mismo idioma, en tiempo real y con una precisión cada vez mayor.
En las próximas décadas, esta capacidad no solo se perfeccionará, sino que es probable que se integre de forma nativa en todo tipo de dispositivos: desde lentes de realidad aumentada hasta asistentes virtuales o interfaces neuronales. La traducción automática podría volverse tan invisible y eficaz que no la notaríamos, abriendo paso a una verdadera colaboración global sin barreras idiomáticas: el fin de la Torre de Babel. Lo que alguna vez fue el símbolo de la división lingüística de la humanidad podría revertirse gracias a las tecnologías de la comunicación.
En el ámbito laboral, esto transformará radicalmente los equipos de trabajo internacionales, que ya no necesitarán traductores ni intermediarios. El acceso a contenidos de cualquier parte del mundo se volverá inmediato y natural, y las interacciones sociales, más directas, ricas y abiertas.
Sin embargo, cabe preguntarse qué pasará con el valor del lenguaje, ¿desaparecerá el incentivo por entender una cultura desde su idioma? La respuesta dependerá de cómo se integre esta tecnología en nuestras prácticas diarias y en nuestras prioridades como sociedad.
El futuro de las tecnologías de la comunicación no será simplemente una prolongación de la actual, sino una transformación mucho más profunda. Con interfaces neuronales, IA empática, realidades extendidas y traducción instantánea, lo humano y lo tecnológico se mezclarán de formas que hoy apenas empezamos a imaginar. Esta transformación tendrá un enorme impacto en el entorno laboral, modificando la manera en que las personas interactúan, colaboran y realizan sus tareas.
Las oportunidades son enormes, pero los riesgos también lo son: ampliación de la brecha digital, pérdida de privacidad y seguridad, impacto en la salud mental y el bienestar debido a la sobreconexión, pérdida de habilidades cognitivas, dependencia tecnológica y dilemas éticos sobre lo que significa ser humano.
Desde esta perspectiva, Her ya no será un relato de ciencia ficción, sino un retrato posible de un nuevo tipo de realidad.
Referencias:
1 PEW RESEARCH CENTER (2019): “Experts Optimistic About the Next 50 Years of Digital Life”.
2 SARGSYAN, K. (2023): “Future of Communication and Interaction”. Future of Business and Finance.
3 https://www.youtube.com/watch?v=8dVba_xm4MQ&t=35s
4 https://www.ericsson.com/en/6g/internet-of-senses
5 MASUNAGA, S. (2017): “A quick guide to Elon Musk’s new brain-implant company, Neuralink”.
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