Cómo diseñar espacios que prioricen la eficiencia, la longevidad y la reutilización de los recursos a través de los principios de la economía circular.
Una publicación de Contract Workplaces
El entorno construido juega un papel clave en nuestra salud, bienestar y seguridad. Nos proporciona las estructuras básicas de las que depende nuestro estilo de vida: las casas en las que vivimos, las oficinas en las que trabajamos, los caminos que transitamos. Pero, a pesar de su innegable valor, este sector tiene un alto costo para el medio ambiente debido a los recursos y materiales que consume, las emisiones que libera y los desechos que produce.
Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)1, se estima que los materiales utilizados a nivel global pasaron de 30 mil millones de toneladas en 1970 a 106 mil millones en la actualidad. Esto equivale a un consumo promedio diario de 30 kg de materiales por persona. Pero, a pesar de este notable incremento y las graves consecuencias ambientales que supone, la reutilización de recursos ha caído del 9,1% al 7,2%.
Cuando analizamos el desglose de los materiales que más consumimos, vemos que la mitad del total está compuesta por arena, arcilla, grava y cemento que se utilizan en la construcción, junto con insumos para producir fertilizantes. El carbón, el petróleo y el gas constituyen el 15% y los minerales metálicos el 10%. El 25% restante lo conforma la biomasa utilizada como alimento y combustible.
Si a esto le sumamos que el sector de la construcción también es uno de los mayores consumidores de energía (representa aproximadamente el 35% del consumo global y produce el 38% de la emisiones de CO22), queda claro que es preciso repensar la responsabilidad que nos cabe a la hora de construir, proyectar y utilizar los recursos en el entorno construido, incluidos nuestros espacios de trabajo.
Para reducir la huella ambiental de nuestras oficinas es necesario diseñar espacios en los que se prioricen la eficiencia, la longevidad y la reutilización de los recursos. ¿Cómo podemos lograrlo? Promoviendo los principios de la economía circular, una poderosa herramienta que no solo ayuda a disminuir la huella de carbono, sino que también les permite a las organizaciones reducir costos mediante la reutilización de materiales, optimizar los procesos para mejorar la eficiencia energética y ser más competitivas en un mercado en el que los trabajadores valoran cada vez más la sostenibilidad. A continuación, analizaremos algunos principios a tener en cuenta.
Los materiales de construcción, ya sean naturales o manufacturados, requieren varios procesos antes de ser utilizados en obra: extracción, procesamiento, fabricación, transporte y entrega, entre otros. La energía utilizada en estas operaciones se conoce como “energía incorporada”. Cada edificio es una combinación compleja de muchos materiales procesados, cada uno de los cuales contribuye a la ecuación energética total.
La energía incorporada de los productos de construcción puede variar mucho. Por ejemplo, los metales contienen el mayor contenido seguidos por los plásticos, mientras que los elementos naturales tales como la madera, el ladrillo, el corcho, el cáñamo o el bambú contienen el menor.
Otro punto importante es el transporte. Los materiales y productos elaborados localmente ayudan a minimizar su impacto energético mediante la reducción del uso de combustible. También se pueden reutilizar elementos y materiales in situ si se requiere la demolición de estructuras existentes.
Resulta interesante mencionar que, a medida que la energía necesaria para la operación de un edificio disminuye, la cantidad de energía incorporada en el mismo se convierte en un porcentaje más significativo del uso energético total. Por este motivo, la elección de los materiales tiene un impacto relevante, aunque infravalorado, sobre la energía necesaria para construir un edificio.
Y para completar la ecuación energética de los materiales que utilizamos, también hay que considerar la energía necesaria para el mantenimiento de cada componente y su posterior eliminación, reciclado o cualquier otro modo de disposición al final de su vida útil.
Sabemos que la construcción genera una cantidad importante de residuos; se desechan materiales en torno al 15% o 20% del valor total de la obra3, lo que genera consecuencias negativas: pérdidas económicas, impacto ambiental debido a la falta de un tratamiento adecuado de esos residuos y un incremento en la huella de carbono. Así funciona el modelo lineal de consumir y desechar. La economía circular, por su parte, promueve un paradigma en el que los productos se diseñan para ser reciclados y reutilizados para cerrar el ciclo.
→ El reciclaje: permite recuperar la energía incorporada de los materiales, lo que reduce la presión sobre los recursos naturales. Por ejemplo, el reciclaje del aluminio permite ahorrar alrededor del 95% de la energía necesaria para su producción. Algo parecido sucede con el vidrio y el acero. No obstante, el reciclaje no es un proceso ilimitado ya que, a veces, los esfuerzos para recuperar materiales pueden requerir una cantidad significativa de energía; es el caso de los plásticos y el papel.
Una práctica que facilita el reciclaje y reduce la necesidad de procesos energéticamente demandantes consiste en diseñar productos para que sean fáciles de desmontar y separar. Por ejemplo, el uso de conexiones mecánicas en lugar de adhesivos o soldaduras, o productos diseñados con componentes modulares, como las alfombras, que pueden reemplazarse parcialmente.
→ La reutilización: es un enfoque clave de la economía circular que, en algunos casos, puede ser más efectivo que el reciclaje, incluso aunque el proceso implique limpieza y reparación. Esto incluye la reutilización de muebles, componentes electrónicos o elementos estructurales tales como ladrillos, maderas o perfiles, que pueden desmontarse y reutilizarse en lugar de ser reciclados.
Por ejemplo, la reutilización del equipamiento de oficina tiene grandes beneficios ambientales: disminuye el uso de materia prima, reduce la cantidad de desechos y ayuda a recuperar activos con valor económico, prolongando su vida útil.
Los procesos de construcción deben garantizar que los inmuebles conserven su valor durante todo su ciclo de vida. Para lograrlo de manera exitosa, es necesario comprender que los edificios son sistemas complejos y heterogéneos, compuestos por una variedad de elementos. Sin embargo, la evaluación del ciclo de vida tiende a centrarse solo en la estructura y el cerramiento, pasando por alto los interiores que son los que más cambian y juegan un papel crítico en el impacto ambiental.
Lo cierto es que las distintas partes de los edificios evolucionan a ritmos diferentes. Esta perspectiva es fundamental para entender cómo se comportan realmente los materiales de construcción en cuanto a la duración de su vida útil. Para ilustrar la brecha existente entre las distintas capas, Stewart Brand propone el modelo de las “seis S”4:
De acuerdo con este análisis, si bien el hormigón, el acero y el vidrio que se utilizan para construir un edificio contribuyen significativamente a su energía incorporada, son relativamente estables a lo largo del tiempo. En cambio, los interiores (mobiliario, terminaciones, accesorios y equipos) están en constante renovación, lo que genera desechos y emisiones con cada reforma o actualización.
Esto significa que, a la hora de diseñar los espacios de trabajo, es importante elegir materiales durables; implica una menor utilización de recursos, menos desechos y la consiguiente disminución de la huella de carbono. Y, aunque los materiales menos duraderos puedan tener un menor costo inicial y requerir menos energía en su fabricación, la necesidad de reemplazarlos frecuentemente y, por ende, de desecharlos, se traducirá en un mayor impacto ambiental a lo largo de la vida útil de la oficina.
En definitiva, para las empresas comprometidas con la solución de los problemas relacionados con el cambio climático y la sostenibilidad ambiental, es fundamental mejorar el ciclo de vida de sus espacios de trabajo. El enfoque de la economía circular no solo ayuda a reducir residuos y emisiones, sino que también promueve un uso más eficiente de los recursos y menos presión sobre el medio ambiente.
Porque, como decía el destacado biólogo Edward O. Wilson, “(…) a pesar del impresionante progreso científico y tecnológico actual, lo cierto es que dependemos de los recursos naturales de la Tierra para sobrevivir”.
Referencias:
1 UNITED NATIONS ENVIRONMENT PROGRAMME (2024): “Global Resources Outlook 2024: Bend the Trend – Pathways to a liveable planet as resource use spikes”.
2 UNITED NATIONS ENVIRONMENT PROGRAMME (2020): “2020 Global Status Report for Buildings and Construction: Towards a Zero-emission, Efficient and Resilient Buildings and Construction Sector.”
3 CONGRESO CONAMET/SAM (2004): “Proyecto para el uso sistemático de residuos de construcción, demolición y procesos industriales.”.
4 BRAND, S. (1995): “How buildings learn: What Happens After They’re Built”.
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