Por Mónica Torres*, Directora de Recreo y Gerente de Desarrollo de Negocios & Consultoría de Contract Workplaces Ecuador
Una publicación de Contract Workplaces
En un mes de abril, hace poco más de 20 años, Nelson Mandela afirmó: “La educación es el arma más poderosa que puedes utilizar para transformar el mundo”. Y aunque es una frase muy conocida, las preguntas que cabe hacerse son: ¿qué tan cierta es esta afirmación? ¿somos conscientes de lo que significa?
Mandela tenía razón pues todas las evidencias indican que, como otras ramas dentro del ámbito de las Humanidades, la educación incide de manera directa en los aspectos sociales, económicos, culturales y, en general, en el desarrollo de las naciones. Desde este punto de vista, es dable pensar que lo que sucede en las instituciones educativas impactará directamente en el futuro de cada ser humano y en su contribución al mundo que lo rodea.
Ahora bien, analicemos qué sucede actualmente en las instituciones educativas. Pareciera que en algunas de ellas la educación ha permanecido congelada en el tiempo pues mantienen el método establecido desde la Revolución Industrial, una época en la que el sistema educativo de Occidente reflejaba la lógica y las necesidades de un mundo basado en la racionalidad, la repetición, la organización y la predictibilidad. En este contexto, la enseñanza se desarrollaba en espacios rígidos con el foco puesto en el docente y solo se enfatizaban dos sentidos en los estudiantes: la vista, dirigida hacia la pizarra, y el oído, encauzado hacia las palabras del adulto que era el único con permiso para hablar. El monólogo del maestro requería que los alumnos permanecieran en un escenario estático dispuesto en hileras, y con una actividad no mayor que el trabajo de repetición llevado a cabo de forma individual.
Hace décadas que el mundo requiere otro tipo de educación. Hoy más que nunca, nos encontramos inmersos en un proceso de transformaciones aceleradas: la tecnología avanza a una velocidad sin precedentes, las fronteras se desdibujan y las fuentes de conocimiento se multiplican exponencialmente. Esta evolución del modelo productivo y social está generando profundos cambios en la manera de entender la educación, los cuales son imprescindibles para enfrentar los desafíos del mundo actual y los retos que deberán abordar las generaciones futuras.
En la actualidad, los espacios destinados a la educación deben estar en sintonía y apoyar las metodologías y dinámicas de aprendizaje para que los estudiantes adquieran las competencias y habilidades necesarias en el siglo XXI: comunicarse, colaborar, pensar creativamente y con criterio, innovar, resolver problemas, convertirse en usuarios competentes de las tecnologías dedicadas tanto al consumo como a la producción de conocimiento, entre otras.
Las metodologías educativas actuales deben colocar al estudiante en el centro y valorar al maestro desde su rol decisivo: aquel que humaniza y activa el aprendizaje en sus alumnos. Pero, esta es solo una parte de la ecuación; si el espacio se mantiene congelado en el tiempo, si es rígido y determina el enfoque hacia un único punto, las dinámicas difícilmente podrán transformarse. Esto significa que es necesario redefinir y actualizar el entorno de aprendizaje determinado tanto por la pedagogía y la tecnología como por el espacio físico, el escenario activo donde se desarrolla toda la actividad educativa.
La organización del espacio educativo materializa las prácticas pedagógicas y condiciona las relaciones, las interacciones y la comunicación a través de sus particularidades: los colores, los objetos, las texturas, la tecnología y las piezas de mobiliario que contiene junto con las configuraciones que puede adoptar.
De acuerdo con un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD)1, el rediseño de los ambientes de aprendizaje se ha convertido en un factor de vital importancia para apoyar los cambios pedagógicos que se están produciendo actualmente. Estos cambios están impulsados principalmente por tres causas:
→ La tecnología. La revolución de la información está transformando tanto la manera en la que trabajamos, aprendemos, leemos y pensamos, como la naturaleza de nuestras economías y sociedades. Esto ocurre en todos los niveles, desde el más personal hasta el más global y concierne tanto a la educación como al trabajo.
→ Economía del conocimiento. Actualmente, el conocimiento es la fuerza impulsora de la actividad económica, dentro de la cual la innovación tiene un rol fundamental junto con la deslocalización de muchas actividades y la globalización de nuestras sociedades. En este nuevo contexto, el aprendizaje se ha vuelto tan trascendental como el conocimiento.
→ Aprendizaje autodirigido y continuo. El aprendizaje continuo y la capacidad de aplicar e integrar nuevos conocimientos y habilidades nunca han sido más importantes. Para poder desenvolverse con eficacia en el mundo actual, los estudiantes deberán convertirse en aprendices autónomos en permanente formación; se deben preparar para trabajar en actividades que aún no existen, para usar tecnologías que aún no han sido inventadas y para resolver problemas que aún no han sido identificados como tales.
Sin embargo, el modelo pedagógico que aún se aplica en muchos establecimientos educativos está formando a los estudiantes para la economía industrial, un paradigma que no podría estar más lejos de las actividades que se desarrollan en la sociedad del conocimiento.
Los avances en las ciencias del aprendizaje han enriquecido nuestra comprensión sobre cuáles son las mejores formas de aprender y han puesto en evidencia que el diseño de muchos ambientes de aprendizaje no son aptos para satisfacer las necesidades de los estudiantes del siglo XXI.
Durante muchos años las teorías pedagógicas han ignorado el espacio físico donde se desarrolla la actividad. Lo han relegado a la función de mero contenedor en lugar de considerarlo como un actor clave dentro del proceso, el escenario donde se desarrollan las dinámicas educativas.
Hoy, esta perspectiva ha cambiado. Actualmente se considera que los entornos de aprendizaje están conformados tanto por la pedagogía como por la tecnología y el espacio físico, donde lo que importa es el diálogo entre los diferentes actores2.
→ Estrategias de aprendizaje. El enfoque actual del aprendizaje ha sufrido un cambio significativo: ya no se trata solo de la mera búsqueda de información, sino de utilizar esa información para construir conocimiento, el verdadero foco de las nuevas estrategias pedagógicas.
El progresivo abandono de los métodos tradicionales de transferencia vertical de información junto con los desarrollos tecnológicos han permitido esta redefinición y apoyan un diseño del espacio de aprendizaje que fomente el descubrimiento, la innovación y la adquisición de conocimientos a través de la experiencia, la socialización y la cooperación.
El aprendizaje activo y la interacción social son fundamentales para el desarrollo de las competencias necesarias en el siglo XXI. Por lo tanto, los espacios de aprendizaje tendrán un papel cada vez más importante para fomentar este tipo de habilidades.
→ El espacio físico. En la configuración del aula tradicional los estudiantes reciben contenido con un enfoque de “talla única”, independientemente de las necesidades o estilos de cada uno. Pero, para dar soporte a las nuevas estrategias de aprendizaje es necesario cambiar hacia una mayor flexibilidad del espacio, de tal manera que se apoye la capacidad de los estudiantes para tomar sus propias decisiones y para elegir cómo y dónde trabajar, siempre con el apoyo continuo de los docentes.
Para ello, los nuevos espacios de aprendizaje podrán tener más de un uso y se podrán reconfigurar rápidamente con la ayuda de tabiques móviles y equipamiento rodante. También deberán ofrecer una variedad de oportunidades formales e informales para socializar, aprender juntos y compartir el día con amigos, aprovechando los espacios exteriores y las expansiones al aire libre.
→ La tecnología. El concepto de recurso educativo está cambiando. Antes, el aprendizaje se centraba principalmente en el material bibliográfico (manuales, libros de texto, etc.) pero, en la actualidad, están emergiendo medios tecnológicos que los acompañan y enriquecen (tabletas, notebooks, recursos multimedia, entornos virtuales, contenidos digitales, etc.). En consecuencia, los centros educativos ya no solo deberán proveer dispositivos e instalaciones ad hoc (salas de video, banda ancha móvil, webs de colaboración, etc.), sino que también deberán sacar partido de la tecnología que los estudiantes traen consigo.
De esta manera podremos construir un modelo educativo acorde a los valores, las expectativas y la realidad social, política, económica y cultural que orienta a los jóvenes del nuevo milenio.
*Mónica Torres dirige Recreo, la división de educación de Contract Workplaces, en su carácter de experta en innovación organizacional y pedagógica. Es conferencista, investigadora y especialista en integrar las modernas metodologías educativas con la arquitectura para construir espacios de aprendizaje alineados con las nuevas tendencias. Además, se desempeña como Gerente de Desarrollo de Negocios & Consultoría de la compañía en Ecuador.
Referencias:
1 DUMONT, A. et al. (2012): “La naturaleza del aprendizaje”. OECD.
2 KOKKO, A. C. & HIRSTO, L. (2019): “From physical spaces to learning environments: processes in which physical spaces are transformed into learning environments”.
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