FMContract Workplaces
#78 Junio 2016

Ser feliz en la oficina

ALGUNAS MARCAS QUE NOS ACOMPAÑAN

Una publicación de Contract Workplaces


¿Se puede ser feliz en el trabajo? Existen numerosos estudios que indican que los seres humanos estamos más predispuestos a registrar los sucesos negativos y que almacenamos cuidadosamente las malas experiencias por estrictas razones de supervivencia. En el ámbito laboral, este sesgo de negatividad innata puede generar una emoción de fondo de ansiedad y mal humor que afecta la concentración y disminuye el bienestar y la productividad. Para allanar el camino hacia una fuerza de trabajo feliz, productiva y de buen ánimo es necesario reforzar los estímulos placenteros, positivos y edificantes teniendo en cuenta que la felicidad en el trabajo no solo depende de la satisfacción con la tarea que se lleva a cabo sino que también obedece a factores tales como la cultura de la empresa, la confianza, la autonomía, el sentido de propósito, etc. El diseño del espacio de trabajo cumple un rol decisivo para alcanzar el objetivo de tener una oficina feliz.

Durante miles de años, la forma de trabajo predominante fue la esclavitud; a partir de mediados del siglo XIX comenzó a disminuir gradualmente y finalmente fue declarada ilegal. Desde entonces, el trabajo asalariado pasó a ser la forma más corriente de ganarse el sustento.

Sin embargo, aunque las condiciones laborales han mejorado significativamente a lo largo del tiempo, el trabajo parece seguir asociado con la idea de sufrimiento, lo cual no es de extrañar si pensamos que la etimología de la palabra “trabajo” proviene de “tripalium”, una herramienta dotada de tres puntas afiladas que se utilizaba en la antigua Roma para herrar caballos o triturar granos, y que también se aplicaba como instrumento de tortura.

Actualmente, para muchas personas el trabajo aún significa una tortura con horario fijo frente al escritorio. ¿Puede transformarse esta experiencia que ocupa un tercio de nuestra vida en un hecho placentero? ¿Puede haber felicidad en el trabajo?

Según algunos sondeos que se vienen realizando en esta dirección -y contrariamente a lo que podría pensarse a priori– no parece existir una relación directa entre el salario y la satisfacción o la felicidad en el trabajo. Una vez cubiertas las necesidades básicas, otros factores parecen ser más importantes para que la experiencia laboral cobre un significado positivo. Y la gente feliz -es sabido- es más creativa, eficiente y productiva.

¿El dinero hace la felicidad?

¿Qué significa ser feliz en el trabajo? Algunas investigaciones destacan que no se trata solo de alegría o satisfacción con la tarea que se lleva a cabo y -aunque es un tema de enorme importancia- tampoco está relacionada exclusivamente con el nivel de remuneración. Al parecer, otros valores comienzan a ganar protagonismo para que el trabajo cobre un significado positivo más allá de la cuestión económica: la recompensa social, el aprendizaje, la creatividad, las relaciones personales, el reconocimiento, el estímulo, la seguridad, un buen balance entre la vida laboral y la vida personal, etc.

La investigación empírica más importante sobre la relación entre la felicidad y el dinero la llevó a cabo el economista Richard Easterlin en 1974. Para ello se realizaron encuestas con datos proporcionados por las propias personas sobre su sensación de felicidad -o “bienestar subjetivo”- y el resultado de este análisis condujo a poner en duda la relevancia de la riqueza como la razón principal del bienestar.

Easterlin comparó la sensación de felicidad entre los ciudadanos de varios países con distintos niveles de desarrollo económico y llegó a la conclusión de que, entre aquellas personas que tenían cubiertas sus necesidades básicas, el índice de felicidad medio no variaba sustancialmente, independientemente de los ingresos que recibieran.

Volviendo a la cuestión del salario, de esto se infiere que una vez que se alcanza un nivel razonable de ingresos, las promociones, los bonos y otras recompensas de tipo económico no agregan mucho al bienestar percibido y tienen un efecto a corto plazo.

Negativos por naturaleza

Existen numerosos estudios que indican que los seres humanos estamos más predispuestos a registrar los sucesos negativos y que almacenamos cuidadosamente las malas experiencias antes que las buenas.

Mientras que algunos individuos pueden ser intrínsecamente más optimistas que otros, por lo general es cierto que para que nuestro cerebro registre las experiencias positivas de la misma forma que las negativas estas deben permanecer en la conciencia durante un período de tiempo más largo.

Dado que hace falta estar expuesto a una mayor cantidad de estímulos positivos para experimentar un estado de bienestar, este sesgo de negatividad innata puede generar una emoción de fondo de ansiedad y mal humor que afecta la concentración y disminuye la satisfacción y la productividad en el trabajo.

Según Antonio Damasio, el equipo innato de regulación de la vida no apunta a un estado de equilibrio neutro sino que los esfuerzos del organismo están dirigidos a proporcionar un estado vital mejor que neutro, al que habitualmente identificamos como comodidad y/o bienestar. El intento sostenido por conseguir un estado  positivo es una parte profunda y definidora de nuestra existencia.

Entonces, para combatir nuestra negatividad innata y allanar el camino hacia una fuerza de trabajo productiva y de buen ánimo será necesario reforzar los estímulos placenteros, positivos y edificantes en el diseño de la oficina. Los ambientes luminosos y con vistas al exterior y el uso de colores cálidos y brillantes junto con una variedad de activadores sensoriales pueden ayudar a construir un espacio inspirador y atractivo.

El poder del mal humor

Debido a su naturaleza compleja que combina los estados del cuerpo y los estímulos del medio ambiente exterior, los estados de ánimo -especialmente los negativos- pueden tener una poderosa influencia sobre nosotros.

El estado de ánimo deprimido y ansioso se asocia con un desempeño cognitivo reducido y una menor flexibilidad, por lo que el mal humor en el trabajo, decididamente, afecta la productividad y la creatividad. Los estados negativos pueden intensificar otras emociones nocivas tales como la ira, la culpa y la vergüenza, destacan los fallos y las pérdidas, y minimizan las habilidades presentes. Por el contrario, nuestro cerebro funciona más rápido y fluidamente en los momentos en que experimentamos un estado de ánimo positivo.

Los cambios de humor son absolutamente normales en las personas. Sin embargo, cuando aumenta la frecuencia y la magnitud de estos cambios podemos estar frente a situaciones anormales (estrés o falta de sueño) y habrá que prestarles atención.

Proporcionar espacios para algunas actividades tales como clases de yoga, actividad física o  recreación dentro de un ambiente de trabajo confortable y ameno puede ayudar a combatir los estados de ánimo negativos que atentan contra el bienestar y el buen rendimiento.

La odisea del espacio

Mucho se habla sobre la felicidad en el trabajo pero casi nada se ha dicho sobre el fuerte impacto que el entorno físico tiene sobre las emociones y la percepción de bienestar. El lugar de trabajo no solo debe satisfacer las necesidades básicas de las personas (confort, salud y seguridad) sino también sus necesidades emocionales más profundas.

Tan significativo es este impacto que desde fines de la década del 60, con el inicio de los viajes espaciales tripulados, la NASA realizó una gran cantidad de investigaciones tendientes a definir la calidad del entorno físico óptimo necesario para afrontar y dar soporte a las exigencias de la vida en el espacio exterior. El objetivo consistía en desarrollar un diseño del hábitat interior de las naves que pudiera colmar todas las necesidades humanas (físicas, fisiológicas, psicológicas y sociales) dentro de un pequeño espacio autosuficiente.

El área habitable de las estaciones espaciales y las naves tripuladas (dedicada tanto a la vida cotidiana como al trabajo) presenta una situación de altísima exigencia debido a las condiciones extremas que debe soportar: el ambiente exterior es hostil para la vida humana, el espacio interior disponible es reducido, los problemas de confinamiento y convivencia pueden ser problemáticos y el mantenimiento de una tripulación optimista y sana que debe colaborar y contribuir con el cumplimiento de los objetivos, son aspectos de suma importancia para el éxito de una misión.

La preocupación estaba centrada en averiguar cómo el diseño de estos espacios podía afectar las condiciones de habitabilidad, condicionando el comportamiento de los tripulantes, sus actitudes y su estilo de vida lejos de la Tierra.

El problema fue abordado por la NASA desde una perspectiva multidisciplinaria e incluyó arquitectos, urbanistas, médicos, filósofos, artistas, psicólogos, ingenieros, científicos sociales y políticos. Las investigaciones de Edward Wortz sobre las condiciones de habitabilidad necesarias para hábitats reducidos condujeron a resultados que indican que para que el espacio cuente con un alto grado de habitabilidad, los parámetros clave que se deben considerar son: dar apoyo a la tarea que se llevará a cabo, ofrecer una amplia gama de estímulos y comportamientos, y brindar condiciones de privacidad e interacción social junto con la posibilidad de elegir las actividades.

Además, concluyeron que en las misiones de larga duración resulta importante contar con ámbitos destinados al ocio, el entretenimiento, la relajación y el ejercicio, promover la estimulación sensorial, proporcionar diversidad visual y evitar la habituación a los estímulos.

Los estudios mostraron que, indudablemente, el eje del diseño de este tipo de hábitat no solo debe pasar por el campo de la tecnología; también debe tener en cuenta la dimensión psicológica de sus ocupantes. El éxito de futuras misiones planetarias dependerá tanto de una como de la otra, y ambas son críticas para mantener la salud física y mental de la tripulación y asegurar el éxito de la misión.

Tomemos el caso de las primeras naves espaciales, por ejemplo, que fueron diseñadas solo para ser operadas eficientemente sin tener en cuenta la habitabilidad. El diseño estaba centrado en hacerlas funcionales, eficientes, confiables y seguras. Michael Collins, piloto de la Gemini 10, comparó las dos plazas reservadas a los tripulantes con los asientos delanteros de un Volkswagen. Ese pequeño espacio también fue el hogar de Frank Borman y James Lovell durante 14 días en la Gemini 7. Borman admitió más tarde que ambos tuvieron la moral alta hasta cumplir su objetivo primordial: concretar el primer encuentro de dos naves en órbita espacial. Pero una vez cumplida la meta, el resto de la misión fue una prueba de resistencia dentro de un hábitat muy desfavorable. ( si entra en algún lugar bajo este párrafo incluir la imagen s66-32530_result.jpg)

Este comentario ilustra de qué manera el sentido de propósito funciona como un importantísimo modulador psicológico en la percepción de la habitabilidad y el bienestar. Cuando existe este fuerte sentido de realización, la influencia del ambiente se atenúa por más desfavorables que sean las condiciones del entorno.

Esto indica que el diseño del hábitat podría desempeñar un papel mucho más importante e integral para garantizar el bienestar de la tripulación; puede ser adaptable, flexible, inteligente y receptivo para mitigar los efectos psicológicos, sociales y físicos negativos observados en los equipos sometidos a aislamiento y confinamiento a largo plazo, ayudando a mejorar los estímulos positivos.

Este ejemplo tan extremo nos deja varias lecciones que pueden ser aplicadas al diseño de los espacios de trabajo y pone en evidencia la forma en que el entorno físico puede influir en el comportamiento y el estado de ánimo de los colaboradores.

Conclusiones

A partir de todas las variables analizadas hemos visto que la dimensión económica -la retribución por el trabajo realizado- no es determinante en la percepción de satisfacción, bienestar y felicidad en el trabajo. Hay otras facetas que juegan un papel importante y que, generalmente, están interrelacionadas.

La predisposición de los seres humanos para percibir con mayor intensidad los estímulos negativos antes que los positivos forma parte del bagaje natural con el que nos ha dotado la evolución para sobrevivir en un entorno hostil. Si no se toma alguna medida para corregir esta tendencia adaptativa que ya no es funcional en el entorno de trabajo del siglo XXI, pueden invadirnos estados de ánimo negativos, mal humor, estrés y hasta depresión, atentando contra el equilibrio, el bienestar y, por ende, la productividad.

Los estudios sobre habitabilidad en entornos de gran exigencia tales como las naves y estaciones espaciales tripuladas en misiones de larga duración, donde el espacio físico puede ser determinante para el bienestar y la supervivencia de las personas, nos enseñan que el diseño del ambiente de trabajo no solo debe satisfacer las demandas básicas de confort, salud y seguridad sino que también debe dar soporte a las necesidades emocionales más profundas. La privacidad, el respeto por el espacio personal, la riqueza perceptiva y la variedad de estímulos ofrecida, la posibilidad de disfrutar de espacios de distensión y socialización, la flexibilidad y el contacto con la naturaleza, entre otros, son requisitos que se deben satisfacer para que las personas se sientan bien, refuercen los sentimientos positivos y puedan dar lo mejor de sí.

Además, también será necesario saber incentivar a las personas y conectarlas con tareas y proyectos que las hagan sentir pasión y compromiso dentro de una cultura organizacional que favorezca el desarrollo de todo su potencial.

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