Una publicación de Contract Workplaces
¿Qué tienen en común empresas tecnológicas tales como Google y Capital One con Uber y Nike, o con la consultora PwC, el emporio del calzado Zappos y el gigante de los medios The Huffington Post? Además de contar con ambientes de trabajo de vanguardia, todas ellas tienen espacios especialmente destinados a dormir la siesta; descansar unos minutos ayuda a recargarse para seguir con más energía. La tendencia –avalada por estudios científicos de la NASA, entre otros– está superando el estigma que significaba en otros tiempos dormir en horario de oficina y, gracias a los notables efectos que esta saludable práctica tiene sobre el bienestar y la productividad de los trabajadores, se está afianzando cada vez más. Tanto, que algunos ya predicen que, en poco tiempo, contar con “siestarios” en la oficina será tan común y necesario como tener las salas de reuniones.
Pasamos un tercio de la vida durmiendo, lo que revela la importancia del sueño en nuestro ciclo vital. Ocho horas de sueño reparador nos ayudan a transitar las restantes dieciséis en un óptimo nivel de alerta.
Todos los animales –incluyéndonos– tienen su propio patrón de sueño. Pero mientras que la mayoría de los mamíferos duerme varias veces durante el día en los denominados “ciclos polifásicos”, los seres humanos solemos dormir en un solo ciclo de sueño durante la noche. Sin embargo, esto no siempre fue así.
El especialista Roger Ekirch, de la Universidad de Virginia, sostiene que existe una importante evidencia histórica que demostraría que antes de la industrialización, las personas solían tener dos ciclos de sueño: el “primer sueño” y el “segundo sueño”. Despertar poco antes de la medianoche era considerado completamente natural y, a pesar de que aún no existía la iluminación artificial, la gente confiaba en las fuentes que tenía a su disposición (lámparas de aceite o simplemente la luz de la luna) para dedicarse a rezar, escribir o cortar leña.
Según Ekirch, el sueño consolidado en un solo bloque al que aspira la cultura actual –no siempre con éxito, tal vez debido a la persistencia de este patrón dominante– es para las sociedades occidentales una forma muy reciente, producto de los cambios tecnológicos (el más importante, la iluminación artificial) y las nuevas costumbres que introdujo la Revolución Industrial.
La presencia de la iluminación artificial en la vida cotidiana fue un cambio trascendental en muchos aspectos. De pronto, tuvimos más tiempo para aquellas actividades que antes estaban limitadas por la luz solar y nos alejamos del ritmo natural que imponía el día y la noche. Este cambio tuvo consecuencias sobre los patrones de sueño regidos por el reloj biológico y, poco a poco, terminó con nuestros hábitos de sueño polifásico.
El estudio de los ritmos circadianos en los seres humanos –las variaciones del sueño y la vigilia, la secreción de algunas hormonas y el estado de alerta que se producen cíclicamente en un lapso de 24 horas, sincronizado con el período de rotación de la Tierra– parece confirmar los hallazgos de Roger Ekirch: los niveles de actividad son más altos entre las 9 y las 11 y entre las 21 y las 23 horas, mientras que entre las 3 y las 5, y las 15 y las 17 horas se produce el registro más bajo. Esto significa que estamos biológicamente predispuestos para dormir una siesta a media tarde.
¿Cómo conciliar estos hallazgos con las obligaciones laborales cada vez más demandantes en un mundo hiperconectado y globalizado que está despierto las 24 horas? Dormir adecuadamente es una función vital, tan importante como el buen estado físico y la alimentación, a la que no siempre se le presta la debida atención. Influye en la toma de decisiones, el estado de alerta, la seguridad, la salud y el estado de ánimo, y cuando no se satisface adecuadamente produce ansiedad, estrés, depresión y una miríada de problemas de salud.
Es por esto que, hoy en día, cada vez más empresas están considerando los beneficios que reporta un plantel descansado. Para estas compañías ya no es un tabú dormir en el trabajo sino una práctica orientada a mejorar el bienestar que es preciso facilitar. Una siesta corta puede aumentar el estado de alerta y mejorar el rendimiento laboral.
La ciencia del sueño
Nuestro cuerpo requiere largos períodos de sueño con el fin de restaurarse y recuperarse, crecer, reparar células, tejidos y órganos, y realinear la integración de todos sus sistemas.
Pero uno de los papeles vitales del sueño consiste en promover la consolidación y la integración de la increíble cantidad información que recibimos cada día, producto de la cual las conexiones entre las neuronas crecen de manera exuberante y los circuitos cerebrales comienzan a tener “ruido”. Cuando dormimos se produce una “poda” en estas conexiones para levantar la señal y eliminar lo superfluo: también dormimos para olvidar.
Fisiológicamente, las personas adultas requieren aproximadamente 8 horas de sueño. Los estudios han demostrado que dormir dos horas menos puede reducir la seguridad y la salud incrementando el riesgo de lesiones y accidentes en el lugar de trabajo. También se asocia con una mayor prevalencia de enfermedades tales como la obesidad, los trastornos cardiovasculares, la hipertensión, el cáncer, la ansiedad y la depresión, entre otros.
Tan relevante son las consecuencias que produce la falta de sueño que, en la década del 90, la NASA llevó a cabo un estudio entre pilotos de líneas aéreas comerciales de vuelos transpacíficos de larga duración para determinar los efectos que producía una siesta sobre su rendimiento y estado de alerta. El estudio encontró que los pilotos durmieron en promedio durante 26 minutos mejorando el rendimiento en un 34% y el estado de alerta fisiológica en un 54%, con efectos duraderos de alrededor de 3 a 4 horas.
Dormir en la oficina
La siesta es una práctica común en muchos países del mundo. En Hispanoamérica es una costumbre muy extendida y, en países como China, dormir en el lugar de trabajo es algo absolutamente normal, un derecho amparado por la Constitución.
Hoy, muchas empresas comprometidas con el bienestar de sus empleados reconocen los beneficios de dormir la siesta en el lugar de trabajo. Desde Google y Capital One hasta Uber y Nike, pasando por la consultora PwC, el emporio del calzado Zappos y el gigante de los medios The Huffington Post, todas brindan espacios especialmente acondicionados para que los empleados puedan descansar un rato durante la jornada laboral.
La Editora en Jefe del Huffington Post, Arianna Huffington, se ha convertido en una de las mayores defensoras de esta tendencia. Gracias a los beneficios que se consiguen, predice que en el futuro inmediato, disponer de un espacio para dormir la siesta va a ser tan natural y necesario como tener salas de reuniones. Aquí, lejos de los prejuicios, hacer una siesta a mitad de la jornada se percibe como una herramienta para mejorar el rendimiento, impulsar el pensamiento creativo y sentirse mejor físicamente.
Asimismo Zappos, el gigante del calzado on line, cuenta con un “siestario” en su sede de Las Vegas, en sintonía con la filosofía de la empresa centrada en la felicidad y el bienestar de los empleados. Nike, por su parte, ofrece Quiet Rooms al plantel de sus oficinas en Portland donde se puede dormir la siesta o incluso meditar. Y en la sede de Google en Mountain View, los empleados disfrutan de los Nap Pods, asientos especialmente diseñados para dormir o relajarse que combinan la comodidad con sonidos relajantes que predisponen al descanso.
La evidencia científica avala la decisión de estas empresas: la somnolencia diurna puede afectar la concentración, el estado de ánimo, la productividad y la creatividad de los trabajadores, exponiéndolos a un mayor riesgo de padecer problemas de salud. Cuando se trata de aumentar la productividad, una breve siesta puede proporcionar mayor estado de alerta durante varias horas.
Algunos consejos
The National Sleep Foundation –organización sin fines de lucro con sede en Virginia, USA, que promueve la divulgación de los trastornos del sueño– asegura que el 20% de los trabajadores norteamericanos tienen sueño durante el día. Para los que se encuentran en esa situación, las siestas cortas pueden ser un opción que mejora el rendimiento y los hace sentirse más activos. Estas son algunas recomendaciones para aplicar en el lugar de trabajo:
Destinar un lugar para que los colaboradores puedan descansar no necesita ser una solución sofisticada o costosa. Puede ser un espacio especialmente dedicado, una sala de reunión informal o una sala común, siempre y cuando reúna algunos requisitos esenciales para poder conciliar el sueño. Estas son algunas de las cosas que no deben faltar:
El momento ideal para dormir una siesta es durante el lapso en que los niveles de actividad del ciclo circadiano son más bajos: entre las 15 y las 17 horas.
De acuerdo con los estudios de la NASA, la siesta ideal no debe durar más de 26 minutos. De esta manera, nunca se llega a la etapa de sueño profundo y se evita la sensación de aturdimiento al despertar.
Conclusiones
Los patrones de sueño han variado a lo largo de la historia de la humanidad; en parte debido a los avances tecnológicos y en parte debido a los cambios culturales.
Hoy, la mirada ha vuelto a posarse sobre las personas, sobre sus necesidades y su bienestar. Ayudar a retomar nuestros hábitos de sueño puede ser una buena inversión para las empresas. Una siesta breve en mitad de la jornada puede hacer maravillas para recuperar la energía y mejorar el ánimo de los empleados.
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