por Ulrich Blum*, codirector del Departamento de Workplace Strategies en Zaha Hadid Architects.
Una publicación de Contract Workplaces
Ulrich Blum abrió su charla contando cómo el estudio ZHA integra la tecnología en su práctica diaria. A lo largo de su exposición nos explicó la manera en que la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una herramienta esencial para pensar, diseñar y construir los espacios del futuro.
Recordó que, en sus inicios, la arquitectura de Zaha Hadid era vista como algo imposible de construir. Sin embargo, la firma hoy ha completado más de 60 edificios en todo el mundo y mantiene más de 70 proyectos en marcha, entre ellos uno en Buenos Aires. Con más de 500 profesionales de 55 nacionalidades, que hablan alrededor de 45 idiomas y dominan más de 10 lenguajes de programación, ZHA encarna una diversidad que refleja la complejidad de su producción.
Esta variedad cultural y técnica es la base sobre la cual el estudio construye su enfoque paramétrico, donde el diseño no se limita a la forma, sino que responde a sistemas, datos y comportamientos. Blum explicó que, en un mundo donde la información es el nuevo petróleo, los datos adquieren valor solo cuando pueden ser refinados. Y en ese sentido, la IA es la refinería que transforma los datos en conocimiento útil.
Para Blum, la IA no se reduce a los grandes modelos de lenguaje como GPT-5. Abarca una gama más amplia de tecnologías: desde algoritmos basados en reglas hasta aprendizaje automático, aprendizaje profundo e IA generativa. Todas ellas conviven dentro del ecosistema de herramientas que ZHA utiliza para innovar.
Blum distingue dos grandes tipos de algoritmos: los basados en reglas y los generativos. Los primeros son rígidos, precisos y confiables, ideales para resolver problemas concretos. Los segundos, en cambio, son abiertos, creativos e impredecibles; pueden fallar, pero también son catalizadores de la innovación. Él los compara con dos personalidades opuestas: un ingeniero de hardware y una diva que improvisa. En ZHA, ambos tipos trabajan juntos para mantener el equilibrio entre control e inspiración.
Como ejemplo, mencionó un experimento en el que colegas del estudio entrenaron una IA con miles de bocetos de Zaha Hadid. El resultado fue un sistema capaz de generar nuevas pinturas que imitan su estilo. Y aunque no se utiliza este material en nuevos proyectos, es un ejercicio muy inspirador y permite valorar el poder de la IA en nuestros días.
El proceso de diseño en ZHA comienza creando una gran cantidad de imágenes, muchas de ellas generadas por IA. Luego, los diseñadores seleccionan, combinan y reinterpretan esas ideas para transformarlas en modelos tridimensionales. El intercambio entre humanos y algoritmos es constante.
Las herramientas de IA también ayudan a convertir bocetos a mano en representaciones realistas. El sistema reconoce patrones de color y los traduce en paisajes urbanos coherentes: azul como agua, verde como vegetación, marrón como edificios. Esto permite evaluar rápidamente proporciones y contextos sin perder tiempo en modelados preliminares.
Blum señaló que una de las grandes ventajas de la IA es su capacidad para completar los elementos del contexto: una ciudad, un entorno, una atmósfera. Antes, generar ese marco podía llevar días; ahora, unos pocos segundos bastan para visualizarlo. Incluso existen modelos que actualizan animaciones en tiempo real para que los diseñadores comprendan mejor la experiencia espacial.
El uso de distintos lenguajes de diseño y modelos personalizados (para exteriores, plan maestro, interiores, etc.) permite generar múltiples opciones, ampliando las posibilidades de diseño. Por ejemplo,se pueden crear objetos tridimensionales, como una silla, para imprimir directamente en 3D, o reorganizar muebles en un espacio a partir de un prompt específico.
El impacto también llega a la comunicación con los clientes. Antes, entender exactamente lo que un cliente quería podía requerir varios arquitectos y horas de interpretación. Hoy, una solicitud puede convertirse en un prompt que la IA traduce en imágenes o modelos, agilizando la conversación. Blum destacó que la IA no reemplaza al diseñador, sino que mejora la claridad del intercambio entre ambas partes.
La IA también es, según Blum, un potente solucionador de problemas. En el diseño de espacios de trabajo, permite medir distancias, visualizar interacciones y comparar configuraciones. El equipo de ZHA descubrió, por ejemplo, que los diseños orgánicos favorecen la comunicación porque reducen las distancias entre personas, un hallazgo importante porque la proximidad es inversamente proporcional a la probabilidad de intercambio personal.
El análisis llevó al estudio a replantearse cómo se distribuyen las jerarquías en la oficina. En los entornos tradicionales, los directivos suelen ocupar áreas aisladas, lo que reduce su potencial de interacción hasta en un 30%. Estos datos sirven para tomar decisiones de diseño informadas.
Entre los casos más destacados, Blum mencionó la torre The Henderson, en Hong Kong, donde el equipo de diseño evaluó las opciones y el grupo de análisis brindó retroalimentación para optimizar los parámetros más importantes del edificio. Se revisaron 100.000 configuraciones posibles para una torre de 50×50 metros.


Otro ejemplo es el proyecto urbanístico Unicorn Island, en Chengdu, China, en el que se utilizaron algoritmos para generar y analizar diferentes distribuciones volumétricas. Cada alternativa fue sometida a un riguroso análisis en función de parámetros tales como la penetración de luz y la visibilidad cruzada. El resultado fue una base de datos de opciones clasificadas por desempeño. De ese proceso surgieron diseños más eficientes, con mayor área útil y mejor calidad lumínica y visual.
Otro campo de interés para la firma es el estudio de la navegación espacial de las personas en los entornos urbanos. Para ello, ZHA desarrolló una aplicación que permite recorrer virtualmente una ciudad y registrar las decisiones de movimiento de cada usuario. Con esos datos, entrenaron un algoritmo capaz de predecir cómo se desplazan e interactúan las personas con el entorno urbano, considerando las características del diseño espacial: la disposición de las calles, la forma de los edificios y otros elementos. Una vez entrenado, el sistema puede generar simulaciones autónomas para analizar el flujo y la experiencia de los peatones, convirtiéndose en una herramienta poderosa para el diseño y análisis urbanos.
Blum mencionó que esta tecnología se aplicó en el diseño de una ciudad planificada para 80.000 ingenieros de IA en China. En este caso se creó una población virtual que recorría el entorno y permitía medir qué veía, por dónde se movía y cómo se relacionaba.
El aprendizaje no se limita a las ciudades: también se aplica a los edificios. Con sensores distribuidos en los espacios, ZHA recopila datos sobre temperatura, humedad, ocupación y calidad del aire. La información sirve para encontrar los lugares más adecuados para las personas. Así se obtienen mapas de calor y patrones de circulación que ayudan a diseñar espacios más eficientes y agradables.
Incluso detectaron cambios de comportamiento tras la pandemia. El análisis del sistema de reserva de espacios reveló que, al volver a la oficina, las personas tendían a elegir lugares más alejados entre sí, un reflejo de las nuevas dinámicas sociales.
Este análisis es un ejemplo de cómo los datos generados por el uso real se convierten en información útil para la mejora continua de los entornos de trabajo.
En la parte final de su charla, Blum compartió ejemplos de proyectos académicos que exploran la relación entre IA y diseño físico. En la Escuela de Arquitectura de Münster, estudiantes experimentan con impresión 3D a gran escala y personalización espacial mediante algoritmos.
Un proyecto, desarrollado junto a otra empresa, dio origen a una tecnología llamada spinTelligence –una fusión de ‘spin’ e ‘intelligence’–, que permite crear muebles rotativos y transformables. Con esta herramienta, un mismo elemento puede funcionar como escritorio, estantería o separador, según cómo se lo gire. El objetivo es lograr entornos dinámicos que respondan a los cambios en la forma de trabajar.
Para finalizar, Blum concluyó que, aunque la IA puede generar miles de resultados en segundos, lo que realmente define el valor del diseño sigue siendo la intención humana. La creatividad, dijo, es lo que eleva a los algoritmos por encima del promedio. La IA es una refinería de datos; transforma la información en poder. Pero con el poder, recordó, llega la responsabilidad. Para los arquitectos y diseñadores, esa responsabilidad consiste en usar la tecnología para crear espacios que apoyen, inspiren y mejoren la vida de las personas.
Puedes ver el video completo aquí.
*Ulrich Blum, codirector del departamento de Workplace Strategies en Zaha Hadid Architects, es un experto en diseño de lugares de trabajo paramétricos y análisis de espacios. También ha enseñado en la Universidad China de Hong Kong y en la Escuela de Arquitectura de Münster en Alemania, además de dictar numerosas conferencias sobre diseño y análisis del lugar de trabajo en diferentes ciudades del mundo.
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