En esta nueva era de redes sociales, la privacidad se encuentra en franco declive y la transparencia se ha convertido en la virtud más apreciada. Dentro del ámbito corporativo, la transparencia genera confianza, la confianza produce un mayor compromiso de los empleados y, cerrando el círculo virtuoso, las empresas obtienen mayor productividad y mejor reputación en el mercado. La evidencia científica muestra que, junto con la cultura de la empresa, el diseño del espacio de trabajo también tiene la capacidad de influir en el comportamiento ético de los empleados. La implementación de las estrategias apropiadas (el uso de espacios abiertos, transparentes y bien iluminados, compartir la información, facilitar la comunicación, el crecimiento personal, la libertad y la autonomía, entre otras cosas) no solo aumenta la motivación y la lealtad de los trabajadores; también ayuda a alinear la fuerza laboral con los valores y la ética corporativos.
Muchos de los cambios producidos en estos primeros años del siglo XXI han estado marcados por el crecimiento de Internet, la ubicuidad de los dispositivos móviles y la influencia de las redes sociales señalando el comienzo de una era que demanda transparencia en todos los ámbitos del quehacer humano.
Las organizaciones no están al margen de esta exigencia social: por eso, hoy más que nunca, deben exhibir no solo un correcto desempeño económico sino también un comportamiento ético a fin de mejorar su reputación y lograr el reconocimiento de los mercados interno y externo. Para construir una organización ética –sin importar la naturaleza de su actividad– la transparencia es el requisito fundamental.
Transparencia y confianza
La transparencia es directamente proporcional al grado de libertad con que fluye la información a través de toda la organización, incluidos directivos y empleados. Ninguna compañía puede prosperar, innovar ni funcionar eficientemente a menos que todos tengan acceso a la información que necesitan. Además, cuando la información se divulga abiertamente produce confianza, y la confianza ayuda a evitar la corrupción y a reforzar los comportamientos éticos.
La construcción de una cultura de confianza hace que las personas sean más productivas, estén más motivadas, colaboren mejor y se sientan más comprometidas; también sufren menos estrés crónico y son más felices. Para ello es imprescindible el compromiso de la dirigencia ya que la confianza es un camino de dos vías: se debe confiar en los demás para que los demás confíen en uno.
De acuerdo con el neuroeconomista Paul J. Zack, existe gran cantidad de estudios que prueban que los seres humanos –dada la naturaleza social que nos caracteriza– tenemos una inclinación innata a confiar en los demás. Zack ha identificado algunas pautas que se pueden implementar para reforzar la confianza y crear un clima de mayor transparencia y apertura:
. Compartir la información. La falta de información provoca incertidumbre, la incertidumbre conduce al estrés crónico y el estrés socava el trabajo en equipo. La apertura es el antídoto para la desconfianza y la comunicación continua es la clave.
. Promover la autonomía. La autonomía motiva a la gente y también promueve la responsabilidad. Cuando las empresas confían en los empleados para elegir los proyectos en los que trabajarán, estos enfocan todas sus energías en la tarea para llevarla a término de la mejor manera.
. Alentar la socialización. La confianza y la sociabilidad están profundamente arraigadas en nuestra naturaleza. Cuando las personas pueden construir vínculos sociales en el trabajo el clima de la organización mejora.
. Reconocer la excelencia. El reconocimiento tiene efecto sobre la confianza cuando se produce inmediatamente después de que un objetivo se ha cumplido y cuando se realiza en forma personal y pública. También anima al resto de los compañeros a apuntar a la excelencia.
. Promover el crecimiento personal. Una cultura de confianza ayuda a las personas a desarrollarse y crecer tanto en lo personal como en lo profesional.
Diseño y comportamiento ético
Establecer una cultura de transparencia y confianza es uno de los fundamentos esenciales para construir una organización ética. No obstante, el diseño del espacio de trabajo también tiene la capacidad de influir en el comportamiento de las personas y puede convertirse en un poderosísimo aliado para ayudar a alinear a la fuerza laboral con los valores y la ética corporativos.
Si bien cada empresa necesitará un tipo de ambiente diferente de acuerdo con sus necesidades específicas y las características de su actividad, existen estrategias de diseño orientadas a reforzar aquellos comportamientos que ayudan a reducir las violaciones éticas dentro de la organización.
. Los espacios de trabajo abiertos
Según una encuesta realizada por Ethisphere y Jones Lang LaSalle, los espacios de trabajo abiertos pueden reducir los tipos y la gravedad de las violaciones éticas. La gente se apega más a las políticas y los procedimientos cuando sabe que existe la posibilidad de que sus acciones sean vistas u oídas por otras personas dentro de su mismo entorno; tiende a ser más considerada y evita el lenguaje ofensivo; el intercambio de información es más abierto y aumentan la empatía y la visibilidad.
Por otra parte, el espacio de trabajo abierto reúne a las personas y aplana las jerarquías dentro de la organización. Cuando los gerentes trabajan en el mismo espacio que los empleados, se vuelven más accesibles ayudando a crear un clima de mayor apertura y confianza.
. La transparencia
La transparencia en el diseño del espacio de trabajo puede funcionar como una metáfora de la cultura de la empresa. Pero, además, la ausencia de barreras visuales puede tener efectos concretos sobre los empleados mejorando su comportamiento social: los interiores transparentes parecen facilitar la disposición a colaborar y también la inhibición de conductas antisociales tales como la agresión y la falta de honradez.
. La iluminación
Un estudio reciente demuestra que los ambientes mal iluminados pueden inducir una sensación ilusoria de anonimato que promovería comportamientos poco éticos y transgresión de las normas. De hecho, las estadísticas muestran que los ataques criminales son más frecuentes al amparo de la noche y que los ambientes oscuros promueven las conductas agresivas.
Gracias a la relación metafórica entre la luz y la bondad –omnipresente en la literatura y la religión de todas las culturas del mundo– otro estudio ha comprobado que una buena iluminación tendría el potencial de encarnar las virtudes que llevan a las personas a tener un comportamiento ético: menor tendencia al egoísmo junto con una mayor inclinación a la honestidad, el altruismo y la colaboración.
. La panelería y el mobiliario
La disposición del mobiliario dentro del espacio de trabajo –en especial la de los paneles divisorios– suele utilizarse para ayudar a crear condiciones de confort acústico y privacidad en la oficina. Sin embargo, la utilización de paneles altos que impiden las visuales da al trabajador la ilusión de estar solo, lo que puede crear una falsa sensación de invisibilidad. Cuando se usan paneles bajos y se puede ver a otras personas dentro del mismo ámbito, el comportamiento se vuelve más considerado y los patrones de trabajo interactivos se benefician.
Cuando sea necesaria la instalación de paneles más altos para dar mayor privacidad a los trabajadores que realizan tareas de concentración, es recomendable que la altura no supere 1,30 m para que sean conscientes de que hay otras personas en el espacio de trabajo.
Conclusiones
En 1971, el psicólogo social Philip Zimbardo condujo en Stanford el conocido y polémico “Experimento de la prisión”. Para ello reclutó voluntarios entre los estudiantes que desempeñarían los roles de guardias y prisioneros en una prisión ficticia ubicada en el sótano de un edificio del campus. Pero el experimento, que había sido programado para tener una duración de 15 días, se les fue de las manos: los participantes tomaron su dramatización tan en serio que los guardias comenzaron a abusar psicológica y físicamente de los prisioneros. El experimento se canceló en la primera semana.
En 2007, Zimbardo publicó un libro donde vuelve a examinar el experimento a fin de comprender por qué causa personas comunes y corrientes pueden transformarse en personajes oscuros y malignos. A esta transformación la llamó “Efecto Lucifer”, y se basa en que el comportamiento humano está más determinado por las condiciones circunstanciales y la dinámica de grupo que por nuestras propias características (en la naturaleza humana subyace un poderoso deseo de pertenecer). Por lo tanto, concluye, resulta increíblemente sencillo crear situaciones y sistemas en los que personas esencialmente buenas sean incapaces de resistir la tentación de hacer cosas moralmente cuestionables.
La conclusión de Zimbardo nos lleva a reflexionar sobre el comportamiento ético en las organizaciones y demuestra que las conductas reprobables de las personas no se explican solo con la fórmula simplista de las “manzanas podridas” sino que germinan dentro de sistemas intrínsecamente perversos que, a su vez, dan lugar a situaciones y conductas perversas.
En conclusión, el antídoto más efectivo para alejar el “Efecto Lucifer” parece ser la creación de una cultura corporativa que, apoyada por un diseño del espacio de trabajo, genere un clima de transparencia y confianza, y conduzca al comportamiento ético de las personas.