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#115 Mayo 2024

La batalla por el termostato

El confort térmico en la oficina es un tema que suele pasarse por alto, pero puede ser motivo de conflictos cotidianos para satisfacer a todos los gustos.

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En la nueva normalidad híbrida, ¿qué hace que nuestra casa sea un lugar de trabajo más atractivo que la oficina? Hay beneficios de peso tales como la posibilidad de evitar largos y tediosos viajes, pero también algunos más mundanos como la libertad de vestirnos como queremos y de personalizar el espacio donde trabajamos, incluida la temperatura ambiente.

El confort térmico es un tema que, aunque suele pasarse por alto, es motivo de cotidianas polémicas en la oficina para satisfacer a todos los gustos. Sin embargo, en esta batalla por el termostato, las mujeres suelen ser las menos beneficiadas junto con quienes, por distintas razones, no se encuentran en el centro de la curva estadística de las tablas de confort.

El motivo detrás de esta insatisfacción lo podemos encontrar en las regulaciones. Muchas de ellas se basan en un modelo de confort térmico desarrollado en la década de 1960 cuyas variables principales no parecen acertadamente definidas. En este paradigma, la tasa metabólica básica (la cantidad mínima de energía que necesita el cuerpo para sobrevivir realizando las funciones esenciales) se establece tomando como referencia a un hombre de 40 años y 70 kg de peso. Esto tiene consecuencias muy importantes ya que sobrestima la producción de calor en reposo de las mujeres hasta en un 35%, haciendo que los espacios interiores no sean eficientes a la hora de brindarles confort térmico1.

Esto significa que el hecho de que las mujeres generalmente prefieran temperaturas interiores más altas que los hombres no es antojadizo; está bien respaldado por la evidencia. Pero no solo se trata de confort. Numerosos estudios también sugieren que las mujeres exhiben un mejor rendimiento cognitivo en ambientes más cálidos, mientras que los hombres obtienen mejores resultados en entornos más fríos2.

Es bien sabido que el bienestar y el desempeño de los trabajadores dependen de las condiciones ambientales donde llevan a cabo sus tareas. Entonces, para mejorar la satisfacción térmica en la oficina y redefinir las temperaturas interiores estándar será necesario conocer las razones que subyacen a las diferencias entre las personas en relación con el confort térmico.

Brindar una temperatura interior que satisfaga a toda la fuerza laboral puede mejorar el bienestar y la satisfacción de los empleados, al mismo tiempo que elimina una de las barreras frecuentemente ignoradas para que vuelvan con gusto a la oficina.

Diferencias en torno al confort térmico

Según la norma ASHRAE, el ambiente interior se considera confortable si el 80% de sus ocupantes está conforme. Pero, en la mayoría de los casos esto no se logra, causando un consumo de energía superfluo, ambientes incómodos y ocupantes insatisfechos.

La aplicación de modelos de confort térmico basados en la tasa metabólica masculina sin considerar las diferencias anatómicas y fisiológicas del conjunto de la fuerza laboral ha resultado en una especificación de temperaturas interiores más frías de lo que debería, en concordancia con el metabolismo típicamente más elevado de los hombres.

Las investigaciones confirman que, en general, las mujeres reportan una menor comodidad térmica que se incrementa particularmente en verano. Estas diferencias pueden alcanzar valores medios de hasta 3°C1, las cuales se amplifican a medida que crece la cantidad y la diversidad de las personas que se encuentran compartiendo un espacio controlado por el mismo termostato.

Para corregir esta fuente de insatisfacción cotidiana hace falta conocer las grandes diferencias individuales que las regulaciones no suelen tener en cuenta:

Tasa metabólica. Los hombres suelen tener una mayor masa muscular que las mujeres, producen más calor (por ende, tienen una tasa metabólica más elevada) y suelen sentirse más cómodos a temperaturas más bajas. Las mujeres, por su parte, tienen un mayor porcentaje de grasa corporal que los hombres y, aunque la grasa es buena para retener el calor, no es tan eficiente como el músculo a la hora de generarlo.

No obstante, la tasa metabólica también puede verse afectada en menor medida por ciertas enfermedades subyacentes, la dieta, el estado nutricional, la edad y la genética de cada individuo, entre otros factores. Por ejemplo, las personas de mayor tamaño presentan tasas metabólicas más altas que las más pequeñas. Sin embargo, cuando el componente graso es elevado, como ocurre en la obesidad, el metabolismo basal resulta ser menor.

Características anatómicas. Las mujeres pierden más calor debido a que tienen una superficie corporal más grande en relación con su masa, junto con una mayor eficiencia en los mecanismos de transpiración. Esto hace que tengan más sensibilidad a las temperaturas frías que los hombres.

Cambios fisiológicos. Las mujeres se ven afectadas por cambios anatómicos y fisiológicos únicos a lo largo de la vida, todos los cuales van acompañados de efectos a corto y largo plazo sobre la regulación de la temperatura, la tolerancia al calor, la sensibilidad térmica y el confort3.

Las variaciones hormonales modifican la termorregulación de tal forma que, dependiendo de la fase del ciclo menstrual en que se encuentre la mujer, se modifica la temperatura corporal y, por ende, la respuesta a distintas condiciones térmicas. También se han observado diferencias en la termorregulación de mujeres embarazadas, lactantes y con menopausia.

Buscando soluciones

Dado que el objetivo del confort térmico es, en última instancia, brindar condiciones de bienestar y comodidad a la mayor parte de los ocupantes del espacio de trabajo minimizando el uso de la energía, ¿cómo podemos crear ambientes que sean eficientes y confortables para todos?

Está visto que diseñar para una “persona promedio” no es realista ya que no refleja la diversidad de necesidades y condiciones de la fuerza laboral. Sin embargo, a fin de minimizar las polémicas en torno al termostato, podemos implementar algunas estrategias:

Ajustar los estándares térmicos. Estos deben incluir valores de referencia más amplios. De esta forma, no solo aumentarán los porcentajes de satisfacción térmica; también disminuirá el consumo de energía de los edificios.

→ Regular la temperatura. Una temperatura adecuada en los espacios de trabajo mejora el bienestar y la productividad en general. Entre 23°C a 26°C con un promedio de 50% de humedad relativa (entre el 40% y el 70% no hay un impacto importante en el confort térmico) se considera una temperatura neutral para que todos puedan sentirse confortables4.

Implementar sistemas de confort personal. Es una buena solución a la hora de ofrecer condiciones que se adapten a las preferencias térmicas individuales. Los sistemas personales pueden actuar como complemento de los sistemas de acondicionamiento centrales; amplían el rango de temperaturas aceptables y facilitan la creación de un microclima en torno al puesto de trabajo, el cual se puede ajustar de acuerdo a las preferencias de su ocupante sin afectar a los demás.

Las estrategias pueden incluir soluciones simples, rápidas y económicas tales como los ventiladores personales que, al hacer circular el aire permiten la evaporación del sudor contribuyendo así a la pérdida de calor en verano. En invierno se puede recurrir a los calentadores de pies que ayudan a regular la temperatura corporal.

Pero, también existen recursos más sofisticados como las sillas de oficina con calefacción y refrigeración similares a los asientos de ciertos automóviles de alta gama. Estas permiten ajustar la temperatura presionando un simple botón o mediante una aplicación en el smartphone. Y, dado que ofrecen un control climático individual, es posible bajar la calefacción o el aire acondicionado del edificio y así también ahorrar energía.

Algunas de estas sillas también están equipadas con Wi-Fi y sensores de temperatura. Pueden conectarse a Internet y generar un flujo continuo de datos sobre el uso de la calefacción y la refrigeración, junto con el estado de ocupación y las mediciones ambientales. De esta manera se pueden conocer el grado de confort y las preferencias personales para adecuar los sistemas de acondicionamiento central.

No obstante, siempre habrá un porcentaje de personas que no se sentirán satisfechas con las condiciones térmicas de la oficina. El ajuste del termostato nunca estará exento de polémica.

Referencias:

1 KINGMA, B. R, & VAN MARKEN LICHTENBELT, W. D. (2015): “Energy consumption in buildings and female thermal”.

2 CHANG, T. Y. & KAJACKAITE, A. (2019): “Battle for the thermostat: Gender and the effect of temperature on cognitive performance”.

3 FILINGERI, D. et al. (2024): “Female thermal sensitivity and behaviour across the lifespan: A unique journey

4 ASHRAE STANDARD 55 (2004): “Thermal environmental conditions for human occupancy”.


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