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#104 Julio 2022

Cómo ser sostenibles en el mundo digital

La virtualización de las operaciones solo impulsa la sustentabilidad cuando ésta se ubica en el centro de la estrategia organizacional

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Una publicación de Contract Workplaces


Después de la pandemia, tanto la digitalización como la sostenibilidad se han transformado en temas prioritarios en la agenda de muchas organizaciones.

Si bien es cierto que las tecnologías digitales tienen mucho potencial para resolver algunos de los problemas ambientales más apremiantes que nos acechan tales como el cambio climático y el agotamiento de los recursos naturales, algunas prácticas pueden acelerar el consumo de la menguante riqueza del planeta.

Según revelan algunas investigaciones1, la virtualización del trabajo –que supone un aumento en el uso de la energía y los recursos para producir hardware– plantea dudas sobre el efecto de la digitalización sobre la sustentabilidad. De acuerdo con los datos obtenidos, el impacto de la fabricación de tecnologías para la información y la comunicación sobre el cambio climático se ha duplicado, mientras que la presión sobre los recursos naturales se ha cuadruplicado.

Para tener una idea de la cantidad de potencia que necesitan las actuales tecnologías para funcionar bastan estos datos: el consumo de energía eléctrica destinado al funcionamiento de Internet es el tercero más grande del mundo detrás de países como China y los EE.UU., y representa casi el 10% de la energía mundial y el 3,7% del total de las emisiones globales de gases de efecto invernadero2.

Esto quiere decir que los efectos positivos que la digitalización les reporta a las empresas no siempre van de la mano con los beneficios para el planeta, a menos que tomemos consciencia de los potenciales riesgos que conlleva la sobreutilización. Se trata de un efecto conocido desde la Revolución Industrial, la paradoja de Jevons, que predice que a medida que el avance tecnológico mejora la eficiencia con la que se utiliza un recurso, aumenta el consumo total del mismo.

Desde 2020, la mayor parte de las organizaciones han acelerado sus iniciativas de transformación digital, pero no todas han logrado incorporar los criterios de sustentabilidad dentro de sus estrategias3. Y aunque la mayor virtualización de las operaciones no necesariamente implica una reducción en el consumo energético o de emisiones, puede transformarse en el motor para impulsar la sustentabilidad si esta se ubica en el centro de la estrategia organizacional.

La transformación digital catalizada por el COVID-19 representa una gran oportunidad para pensar cómo aplicar la tecnología de formas novedosas y más sostenibles. Por ejemplo, adoptar un modelo “as a Service” puede optimizar la utilización de los activos al mismo tiempo que mejora la experiencia de los usuarios. Así, las empresas dejan de comprar y operar recursos físicos (oficinas, equipos de IT) para consumirlos como un servicio. La utilización de La Nube es fundamental para adoptar estos modelos al mismo tiempo que ayuda a reducir las emisiones; los prestadores de estos servicios buscan utilizar los recursos de manera más eficiente y, a veces, utilizan proveedores de energía verde.

En la actualidad, y con la adopción cada vez más generalizada del trabajo híbrido y remoto, resulta imposible llevar a cabo cualquier tarea sin recurrir al uso intensivo de las tecnologías de la información. Por ello, las empresas deben implementar iniciativas orientadas a mejorar la eficiencia y el impacto ambiental tanto de sus activos como de su entorno tecnológico.

Modelos “como servicio”

La adopción de las estrategias “como servicio” les permite a las organizaciones escalar dentro del contexto de su modelo de negocios al eliminar las ineficiencias y las redundancias; esto no solo genera ahorros sino también beneficios ambientales.

En este nuevo escenario, la computación en La Nube –esto es, la prestación de servicios de IT, de software y de capacidad de procesamiento a través de redes privadas o públicas– es un nuevo modelo que les permite a los usuarios utilizar la infraestructura proporcionada por un proveedor como un servicio a través de Internet, la cual está disponible las 24 horas del día y desde cualquier lugar. Al eliminar las restricciones físicas este proceso permite la virtualización del entorno de operación y es indispensable cuando se trabaja desde dispositivos móviles que no tienen capacidad de almacenamiento.

Los servicios ofrecidos en La Nube pueden ser agrupados en tres categorías: IaaS (Infrastructure as a Service), PaaS (Platform as a Service) y SaaS (Software as a Service). Esto representa un cambio de paradigma importante –de la propiedad de los activos a la práctica de alquilar o compartir recursos, incluso los de misión crítica–, lo que cambia de forma radical la manera en la que trabajamos y hacemos negocios. El avance de la digitalización les permite a las empresas acceder a sus recursos en cualquier momento y dondequiera que estén en lugar de tenerlos en propiedad (incluidos los activos físicos). Además, esto les otorga una gran cuota de flexibilidad para escalar fácilmente tanto local como globalmente.

Pero, el principal impacto de La Nube en las empresas es la transformación de su modelo tecnológico y su huella ambiental. De acuerdo con un informe de la empresa Accenture, la migración hacia IaaS puede reducir el consumo de energía en un 65% y las emisiones de carbono en más del 84% en comparación con la infraestructura convencional4, todo con una mayor eficiencia operativa. Porque la realidad es que el 30% de la capacidad de los servidores no se utiliza en muchos centros de datos empresariales y esos activos infrautilizados tienen un costo hundido. Además, a diferencia de las organizaciones individuales, muchos de los principales proveedores de herramientas para Cloud Computing suelen trabajar con una parte de energías renovables.

Siguiendo con el mismo informe, dado que la adopción de una infraestructura en La Nube es un proceso que implica la migración de las aplicaciones de la empresa sin necesidad de modificar las propias aplicaciones ni el flujo de trabajo, se espera que este nuevo recurso tecnológico abra más oportunidades para que las empresas reduzcan efectivamente su huella de carbono.

La oficina como servicio

Como tantos otros actores de la escena empresarial que se han beneficiado de la virtualización de sus productos, los activos inmobiliarios también se están convirtiendo en un servicio. El consumo colaborativo, habilitado por las nuevas aplicaciones y los servicios de geolocalización, está comenzando a revolucionar la forma en que las empresas y las personas acceden a los espacios de trabajo.

Al igual que los servicios típicos de computación en La Nube antes mencionados, el modelo Office as a Service (OaaS) se basa en la idea de que las empresas puedan acceder de forma tercerizada a todos los recursos corporativos que necesita una oficina sin tener que pensar en el mantenimiento ni en los servicios, y pagando solo por el espacio que utilizan. Se trata de un cambio de paradigma en el que las organizaciones pasan de tener la propiedad de los activos inmobiliarios a contar con un espacio de trabajo en función de sus necesidades circunstanciales y por un tiempo determinado.

Luego de los últimos años de pandemia, hoy las personas trabajan cada vez más en entornos híbridos. Y esta posibilidad de llevar a cabo la actividad laboral desde una locación diferente a la sede corporativa ha incrementado el interés por el modelo OaaS. Esto brinda a las empresas mucha más flexibilidad para acceder a un espacio de trabajo rentado según haga falta: por unos días o por proyectos específicos. El espacio de oficina ahora se puede consumir de la misma manera en que alquilamos un departamento para vacacionar o vemos películas.

La creación de este tipo de entornos de trabajo flexibles emerge como la solución más sostenible para que las compañías puedan satisfacer sus necesidades de operación manteniendo solo la superficie indispensable. Esta reducción de la superficie utilizada es una de las mayores consecuencias de OaaS, la cual puede llegar a alcanzar valores de hasta un 40% con el consiguiente ahorro en los costos de alquiler, operación y mantenimiento.

Además, es sabido que usar menos espacio (o no aumentar la superficie ocupada) es una manera sumamente efectiva de reducir al mínimo el impacto ambiental de una organización. Un edificio que ocupa menos espacio significa menos uso de energía, menos emisiones de carbono, menos residuos y menos consumo de recursos naturales.

Si a esto le sumamos que una parte de la fuerza laboral puede realizar sus tareas de manera remota, se podrían evitar los desplazamientos diarios hacia el lugar de trabajo con el consiguiente ahorro de energía en transporte y disminución de la polución ambiental. El transporte consume el 60% del petróleo extraído en todo el mundo y genera diferentes tipos de emisiones contaminantes, siendo el CO2 el principal causante del cambio climático que se está produciendo en el planeta. De esta manera, se contribuye con los criterios de sustentabilidad.

Referencias:

1 BOHNSACK, R. et al. (2021): “Sustainability in the digital age: Intended and unintended consequences of digital technologies for sustainable development”. Business Strategy and the Environment.

2 GUPTA, A. (2021): “Apply Digital to Sustainability for ESG Success”. Gartner

3 FREY, J. (2021): “How digital transformation and sustainability can flourish”. World Economic Forum.

4 LACY, P. et al. (2020): “The Green Behind the Cloud”. Accenture.


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