El espacio en el que trabajamos no es neutro; ejerce una influencia significativa sobre la forma en la que nos sentimos y realizamos nuestras actividades. Tan importante es este impacto que, desde el inicio de los viajes espaciales tripulados, la NASA ha realizado numerosas investigaciones tendientes a determinar cuáles son los aspectos clave que se deben considerar para definir el diseño óptimo del hábitat interior de las naves espaciales. La altísima exigencia que deben afrontar estos espacios hace de estos estudios un excelente modelo del cual extraer valiosas lecciones para aplicar en el desarrollo de mejores y más eficientes ambientes de trabajo.

En arquitectura, cuando hablamos de diseño del espacio interior, es imprescindible considerar el concepto de “habitabilidad”, es decir: las condiciones que debe presentar un espacio para poder ser habitado por el hombre.

Para que un espacio sea habitable, su diseño debe dar respuesta a las necesidades psicológicas, sociales, fisiológicas y físicas de las personas, teniendo en cuenta tanto su idiosincrasia como las diferencias culturales, de edad, de sexo, etc.

Los requerimientos que definen la habitabilidad son:

>>Que el espacio asegure las condiciones para el mantenimiento de la vida y el confort físico.
>>Que brinde un soporte adecuado para llevar a cabo las actividades que se deben desarrollar.

Resulta interesante destacar que estos son, precisamente, los principios que utilizó la NASA a la hora de determinar los aspectos clave en el diseño del hábitat interior de las naves espaciales. Y es que, pensándolo bien, una nave espacial no es otra cosa que un ambiente de trabajo con características muy particulares diseñado para un entorno muy exigente. Tanto, que de su correcto diseño y funcionamiento dependen no solo el bienestar y la productividad de los astronautas sino, inclusive, su propia supervivencia. Y, aunque en las oficinas no está en juego la vida de las personas, del buen desempeño y la productividad de los empleados sí depende la supervivencia de las empresas.

Los estudios de la NASA


Desde fines de la década del 60, con el inicio de los viajes espaciales tripulados, la NASA se abocó a desarrollar un diseño de hábitat interior de las naves que cumpliera con las condiciones de habitabilidad antes mencionadas.

El problema fue abordado desde una perspectiva multidisciplinaria que incluyó arquitectos, urbanistas, médicos, filósofos, artistas, psicólogos, ingenieros, científicos sociales y políticos. Estos equipos llegaron a la conclusión de que el espacio que habitamos no es neutro sino que juega un papel relevante en la forma de sentirnos y realizar nuestras actividades. Pero el usuario tampoco es un actor pasivo dentro del espacio: su experiencia se transforma en comportamientos que, a su vez, tienen efecto sobre el propio ambiente.

Sin duda, ser astronauta es una de las profesiones más exigentes que existen y su “oficina” es la nave espacial, la expresión más extrema de un hábitat cuyas condiciones son críticas para que las personas puedan cumplir con su tarea. Por eso, debe ser diseñado y analizado cuidadosamente hasta en el más mínimo de sus detalles.

El área habitable, tanto de las estaciones espaciales como de las naves tripuladas, presenta una situación de altísima exigencia debido a las condiciones extremas que debe soportar: el ambiente exterior es hostil, el espacio interior es reducido, hay problemas de convivencia y el gran desafío es mantener una tripulación optimista y sana que contribuya con el cumplimiento de los objetivos para lograr el éxito de la misión (los paralelismos y similitudes con una oficina son mera coincidencia).

¿Hay algo que podamos aprender sobre la investigación espacial para aplicar en el desarrollo de mejores y más eficientes espacios de trabajo? La respuesta es: sí, hay mucho que aprender.


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