Trabajo y estrés parecen estar indisolublemente ligados. Sin embargo, en la actualidad, a las ya tradicionales causas de tensión y ansiedad se suman las características del nuevo entorno tecnológico dentro del cual se desenvuelve el trabajo. El uso intensivo de la tecnología que ha hecho posible la flexibilización laboral también ha tenido otros efectos sobre las personas. Los cambios en las características del propio trabajo, la transformación de las relaciones interpersonales, la hiperinformación, el desvanecimiento del límite entre la vida personal y la laboral invadiendo los momentos de descanso, son algunas de las causas que ocasionan un aumento de la sobrecarga y el estrés. No en vano, en muchos países ya se ha reglamentado el acceso a la red corporativa fuera del horario laboral. Las empresas deben comenzar a prestar atención a este problema porque el tecnoestrés ya es una de las principales causas de enfermedad y falta de productividad.
El estrés es un repertorio de cambios fisiológicos que ha evolucionado para hacer frente a un entorno en constante cambio, colmado de probables amenazas y desafíos, y que nos dota de una gran capacidad de adaptación. La respuesta al estrés se ha ido conformando a lo largo de las eras para aumentar la capacidad de hacer frente a situaciones que requieren entrar en acción o defenderse.
Sin embargo, cuando la capacidad de respuesta se ve desbordada y quedamos expuestos a situaciones exigentes durante un período de tiempo prolongado, aparece una reacción disfuncional que puede producir una cantidad de trastornos que van desde la hipertensión hasta el insomnio, la ansiedad y la depresión. Dentro del ámbito laboral, existe una cantidad de factores estresores (el ambiente físico, los horarios, las condiciones laborales, las relaciones personales, la estabilidad, etc.) que pueden influir en la salud, el bienestar y la productividad de los trabajadores.
Según la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo, el estrés laboral consiste en un patrón de reacciones emocionales, cognitivas, fisiológicas y de comportamiento frente a ciertos aspectos adversos o nocivos del contenido, la organización o el entorno de trabajo. Es un estado que se caracteriza por altos niveles de excitación y de angustia, con la frecuente sensación de no poder hacer frente a la situación.
Actualmente, con la introducción y el uso intensivo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en el lugar de trabajo, el estrés se ha convertido en un fenómeno mucho más extendido –la Organización Mundial de la Salud ha declarado el estrés laboral como una de las principales amenazas para la salud del siglo XXI– que está empezando a recibir cada vez mayor atención y que ya tiene nombre propio: tecnoestrés.
Tecnología y nuevos trabajos
El surgimiento de nuevos dispositivos, junto con la gran penetración que hoy en día tienen las tecnologías de la comunicación, han hecho posible que, si se dispone de algunas herramientas tales como una computadora portátil con conectividad inalámbrica a Internet, un teléfono móvil y algunos programas específicos, cualquier persona pueda trabajar dondequiera que esté.
Como consecuencia de este aumento en la disponibilidad de la tecnología y en la movilidad de la fuerza laboral, ha comenzado a crecer la independencia entre el trabajo y el lugar donde este se lleva a cabo. Las posibilidades que ofrece la comunicación ubicua están cambiando la forma en la que vivimos y trabajamos, favoreciendo la consolidación de nuevos estilos de trabajo y transformando el concepto de la oficina tradicional. Hoy, las organizaciones cuentan con una plantilla cada vez más dispersa geográficamente que necesita una estrecha interacción con los colaboradores y clientes.
Pero, al mismo tiempo que este nuevo trabajador nómada puede llevar a cabo su actividad en cualquier momento y en cualquier lugar, aumentan algunos riesgos relacionados con el uso de la tecnología. La posibilidad que brindan las TIC de estar siempre conectado y localizable puede transformarse en una dificultad para desconectarse del trabajo –ya sea en días laborales como en vacaciones, en casa o de viaje–, para manejar la creciente cantidad de información que se recibe y para dar respuesta a las demandas.
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