Con la globalización de los mercados, muchas empresas han comenzado a incorporar empleados de diversos orígenes cuyas diferencias no son solo idiomáticas sino también culturales, religiosas, étnicas, etc. Si a esto le sumamos la cada vez más activa participación de la mujer y la llegada de las nuevas generaciones al mercado laboral junto a otros colectivos emergentes, se comprende la importancia que está ganando la gestión de la diversidad dentro de las organizaciones. Contar con una fuerza laboral diversa genera grandes ventajas competitivas: mayor atracción y retención del talento, mayor creatividad, flexibilidad y capacidad para adaptarse a los cambios del mercado, detección de nuevas oportunidades de negocios, mayor satisfacción de los clientes y compromiso de los empleados, entre otras. Gestionar la diversidad desde un enfoque integral proporciona una nueva herramienta para trabajar de manera eficiente en el nuevo milenio.
En el mundo natural la diversidad es una característica muy apreciada. Ha dado origen a una enorme variedad de especies animales y vegetales, sostiene la vida en el planeta y dota a los sistemas biológicos de una gran resiliencia frente a las contingencias. Algo similar ocurre dentro de las comunidades humanas.
Los seres humanos nos parecemos en cuanto a que pertenecemos a la misma especie, pero al mismo tiempo nos diferenciamos como individuos. Nos identificamos como miembros de ciertos grupos y ajenos a otros. Nos distinguimos por nuestro género y nuestras raíces étnicas, culturales y religiosas; por la lengua que hablamos, la nacionalidad y la educación que recibimos; y hasta por la edad, la apariencia física y las preferencias sexuales, entre otros factores.
La diversidad ha existido siempre entre las personas. Sin embargo, gracias al desarrollo de las tecnologías de la información, los límites han comenzado a diluirse. Las comunidades y las organizaciones hoy se conectan más allá de las fronteras nacionales como nunca en la historia, haciendo posible que millones de personas de todos los rincones del planeta puedan interactuar entre sí.
Pero la diversidad no solo se debe a la globalización; también intervienen otros factores tales como el envejecimiento de la población, la inmigración, el nuevo papel de la mujer, la aceptación del valor de cada individuo, la consolidación de los derechos humanos, el desarrollo de la ideología de género y la conciencia de la solidaridad con los discapacitados.
En este nuevo mundo interconectado y plural, las organizaciones no solo deben hacer frente a la complejidad de operar en distintos mercados sino también a la gestión de una fuerza laboral cada vez más diversa. Y es esta diversidad la que puede proporcionarles grandes ventajas competitivas: la posibilidad de entender mejor las necesidades del mercado, de tomar mejores decisiones, de generar soluciones y estrategias alternativas, y de potenciar la satisfacción y el compromiso de los empleados. Es sabido que las personas que se sienten valoradas en su lugar de trabajo tienen un mayor compromiso y lealtad con la empresa.
Frente a esta realidad, el modelo de organización monolítica que busca la homogeneidad y la unidad de criterio entre los empleados ya no resulta adecuada. Las empresas deben ser capaces de gestionar la diversidad, de atraer, retener y desarrollar una fuerza de trabajo heterogénea, y de gestionar el trabajo diario y los procesos de la compañía de tal manera que la colaboración entre personas de diferentes grupos produzca un valor agregado.
Por qué gestionar la diversidad
La diversidad en el lugar de trabajo debe ser bien gestionada, para que las actitudes y el comportamiento de las personas junto con su capacidad para trabajar con otros empleados no se vean afectados.
Su importancia no solo supone el compromiso moral de ofrecer a los empleados igualdad de oportunidades independientemente de su género, su origen, su religión, etc.: también están en juego los resultados de la empresa y los beneficios que la diversidad puede aportar.
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