En un mundo que depende cada vez más del suministro de energía hacen falta soluciones sostenibles e innovadoras para poder seguir evolucionando. Debemos preparar el terreno para las generaciones futuras cambiando los patrones de consumo de forma responsable y eficiente. Resulta más barato modificar nuestros hábitos y conductas, la forma en la que vivimos y trabajamos, que construir nuevas instalaciones destinadas a la producción y generación eléctrica. Desde esta perspectiva, la oficina representa una importante oportunidad para optimizar el uso de la energía. La incorporación de la tecnología, la adopción de nuevas modalidades laborales, la eficiencia en el diseño y el uso del espacio de trabajo junto con el compromiso de los colaboradores, constituyen la forma más rápida, económica y simple de reducir el consumo de energía y cuidar los recursos del planeta.
Todos los eventos que nos han hecho progresar tan espectacularmente se concentran en los últimos 10.000 años. Avanzamos cada vez más rápido, multiplicando nuestros conocimientos de un modo exponencial y todo ese avance se debe al aprovechamiento de la energía.
En el lapso de dos siglos, la energía eléctrica se ha convertido en una parte indispensable de la vida moderna -especialmente en zonas urbanas de alta densidad de población- ya que de ella dependen muchos servicios básicos tales como el suministro de agua potable, el funcionamiento de los ascensores, el transporte público, el sistema de señalización, la iluminación, la producción y conservación de alimentos, la seguridad, la banca, etc. Demás está decir que, sin energía, tampoco habría Internet ni red de telefonía y que los dispositivos móviles serían inservibles.
La mayor parte de nuestras actividades -toda nuestra forma de vida- depende de un suministro constante de energía. Incluso una falta temporal puede llevar al caos en las estaciones de tren, los aeropuertos, los hospitales y la vida económica de un país.
Pero la cantidad de energía que se gasta no depende únicamente del número y la calidad de los equipos que se tengan sino también del uso que hagamos de ellos. Es importante cambiar todo el modelo de vida que se ha creado sobre las bases de una disponibilidad infinita de recursos porque, sin la participación y el compromiso de las personas, ninguna medida de eficiencia energética será exitosa.
Un nuevo modelo
Hasta principios de la década del 70 la energía parecía inagotable. Sin embargo, actualmente el abastecimiento energético representa una preocupación no solo para el presente sino también para el abastecimiento de las generaciones futuras.
Cuando consideramos que los edificios comerciales son responsables del 40% del consumo mundial de energía y del 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero, se comprende que los esfuerzos deben estar dirigidos a mejorar la forma en la que los construimos y operamos. La buena noticia es que hay una gran oportunidad de ahorro y eficiencia energética en varias áreas.
Hoy, la gente no necesita ir a la oficina para trabajar. Los nuevos estilos laborales permiten realizar tareas desde la casa o desde terceros lugares más próximos a la vivienda. Así, la necesidad de espacio en la oficina disminuye y solo se usa para reuniones. Los equipos de trabajo se comunican gracias a una amplia gama de herramientas de comunicación digital y el entorno de trabajo se virtualiza.
Usar menos espacio (o no aumentar la superficie ocupada) es una manera sumamente efectiva de reducir al mínimo el impacto ambiental de una organización. Un edificio que ocupa menos espacio significa menos uso de energía, menos emisiones de carbono, menos residuos y menos consumo de recursos naturales.
Además, con una parte de la fuerza laboral que realiza sus tareas de manera remota, se pueden evitar los desplazamientos diarios hacia el lugar de trabajo con el consiguiente ahorro en transporte y disminución de la polución ambiental.
Para poner en contexto la importancia de reducir los desplazamientos basta decir que mientras se estima que el 21% de las emisiones globales de CO2 es generado por el transporte, el total de los edificios (incluyendo residenciales y comerciales) son responsables solo por el 13,5%.
La tecnología, además de facilitar los procesos de la organización, puede ayudar a controlar el entorno físico para proveer eficiencia energética y confort. Los sistemas de automatización de los edificios inteligentes pueden controlar, operar y comunicar infinidad de dispositivos: control de ocupación, de ventilación, de programación y zonificación de los sistemas de climatización, de iluminación, etc.
En resumen, la optimización del uso del espacio, el teletrabajo, la menor cantidad de viajes, la reducción del uso de papel, el aprovechamiento de la luz natural, la automatización de los controles de las instalaciones, entre muchas otras iniciativas, son estrategias que ayudan a hacer un uso eficiente y responsable de los recursos. La oficina es una gran consumidora de energía, por lo que el objetivo principal será garantizar la optimización de toda su operación sin sacrificar el confort y el bienestar de las personas.
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