Ya desde la Antigüedad, la visión se ubicaba en la cima de la jerarquía sensorial seguida por el oído, el olfato, el gusto y el tacto en orden decreciente. Y si bien esta rígida escala ha ido variando a lo largo del tiempo influida por factores culturales y tecnológicos, en la actualidad, el predominio de la vista por cortesía del crecimiento de los estímulos audiovisuales mediados por la tecnología, parece indiscutible.

Un estudio realizado por el Instituto Max Planck1 que buscaba medir la importancia de cada uno de los cinco sentidos en diferentes países y culturas calculando la frecuencia de uso de las palabras que se refieren a cada modalidad sensorial en diferentes idiomas, halló que el porcentaje de los términos relacionados con la vista oscila entre el 70% y el 80%. Este predominio de la visión por sobre los demás sentidos se explicaría por el hecho de que casi el 50% del cerebro está dedicado al procesamiento visual y porque la visión requiere un gasto energético adicional.

En el área del diseño y el marketing, esta predominancia sensorial ha dado como resultado que la identidad corporativa se haya construido sobre elementos esencialmente visuales, siendo esta la forma más directa de comunicación que una empresa tiene para conectar con el público y sus empleados.

La emoción del color

Desde el punto de vista del entorno físico, el color y la luz son esenciales para percibir el espacio al mismo tiempo que afectan el estado de ánimo y la conducta de las personas. La utilización de la psicología del color comenzó a finales del siglo XIX, cuando el científico Edwin D. Babbitt desarrolló los primeros estudios sobre la terapia del color que mostraban de qué forma los colores estimulan diferentes partes del sistema nervioso autónomo. Se estableció que, pesar de las importantes diferencias culturales, todos compartimos respuestas similares al color. El ritmo cardíaco y la presión sanguínea aumentan cuando miramos rojos intensos; en cambio, podemos sentirnos cansados o ansiosos al mirar grandes superficies de blanco brillante.

Las interpretaciones y los significados del color que se utilizan y fomentan conscientemente se encuentran en todas las expresiones humanas: el arte, la arquitectura, la indumentaria, el marketing, etc. El color funciona como un sistema de signos que pueden evocar estados de ánimo y es una herramienta poderosa a la hora de articular mensajes de comunicación visual.

Los colores envían una variedad de señales sobre las personas, el espacio físico o el producto al que adornan. Por eso, al elegir los colores de un ambiente es importante considerar las sensaciones y reacciones que esos colores producen para lograr un resultado armónico en función de la experiencia que se quiere provocar.

Las propiedades de un color son los rasgos que lo hacen único, modifican su aspecto y definen su apariencia final. La saturación de un color (cantidad de pigmento), por ejemplo, afecta el sentimiento de entusiasmo mientras que su valor (brillo e iluminación) afecta la relajación. El nivel emocional producido por un color también está directamente relacionado con su temperatura. Los colores cálidos (rojo, amarillo y naranja) pueden estimular mentalmente y generar excitación mientras que los colores fríos tienen un efecto calmante y se asocian con tranquilidad, naturalidad, sosiego y paz.

El color, la luz y el espacio están tan íntimamente relacionados que es muy difícil –por no decir imposible- separarlos como experiencias independientes. Sin luz no hay colores, y sin contraste de colores y sombras, no hay posibilidad de comprensión visual del espacio.