Durante toda mi carrera profesional y como CEO de Contract Workplaces, he asistido a un sinnúmero de licitaciones para la construcción de obras. Esto presupone la existencia de un proyecto con el desarrollo de todas sus ingenierías el cual, junto con el pliego de especificaciones técnicas y administrativas, serán la base de un llamado a licitación que -a igualdad de calidad de los oferentes- adjudicará la obra al precio más bajo. Por este motivo, para ganar una licitación, es preciso resignar rentabilidad.

Este escenario coloca al mandante en una situación de privilegio tal que le permite, no solo designar un adjudicatario sino también, en muchos casos, llamar a repetidas rondas de negociación o valerse de sistemas perversos tales como el remate inverso. No obstante, una vez adjudicada la obra, el poder pasa al contratista.

A partir de aquí, las empresas constructoras intentarán recomponer su rentabilidad esencialmente a través del cobro de adicionales (siempre caros por el costo de oportunidad) y de la búsqueda de cualquier error u omisión en la documentación del proyecto. Esto dará lugar a grandes fricciones entre las partes: el cliente (que tiene un presupuesto aprobado y un plazo que cumplir), el proyectista (que intentará defender la integridad de su trabajo) y el constructor (que aprovechará cada fisura para recomponer su utilidad). En esta instancia, el proceso habitual de licitación y adjudicación al mejor postor entra en crisis.

Sin embargo, existe otra metodología que puede aportar mejores resultados: alinear desde el primer día a las partes intervinientes -cliente, diseñador y constructor- con los objetivos del proyecto en cuanto a calidad, plazos y costo final, comprometiéndose cada uno a contribuir con su expertise con total honestidad y transparencia en los costos. Los beneficios de este proceso redundarán en una drástica disminución de los plazos junto con un ahorro del tiempo y la energía dilapidados en la resolución de los conflictos que genera la contraposición de intereses.

La construcción de un proyecto no debería contratarse como un commodity ya que se trata de un desarrollo “a medida” que, para llegar a buen puerto, necesitará el aporte de socios confiables y no de proveedores baratos.

Víctor Feingold
Arquitecto
Director FM & WORKPLACES