A la hora de proyectar un espacio de trabajo, la consideración sobre las necesidades emocionales de las personas puede ser determinante: ayuda a disminuir el estrés, a alcanzar los resultados y metas perseguidos, a mantener el optimismo, a tener autoestima, etc. Las emociones positivas también resultan fundamentales para el aprendizaje, la curiosidad y la innovación. Se ha demostrado que ser feliz amplía los procesos cognitivos y facilita el pensamiento creativo. Es por eso que al incorporar estrategias de diseño que estimulen el dominio emocional también se pueden mejorar la participación, el compromiso, la salud y la productividad de las personas. Propiciar una cultura abierta y flexible junto con la creación de ámbitos donde la gente pueda relajarse, socializar y recargar energía puede hacer una gran diferencia en el clima y los resultados de la organización.
La mayor parte de las estrategias de diseño del espacio de trabajo se basa en métricas. Sin embargo, una planificación eficiente no solo debe apuntar a mejorar los ratios de ocupación y la funcionalidad. También debe considerar que las personas responden a las condiciones de su entorno en un nivel emocional.
Para que el diseño de la oficina sea verdaderamente eficaz a la hora de dar cumplimiento a las metas del negocio es tan importante abarcar el aspecto funcional del espacio como su dimensión emocional. Ya desde la década del 40 se sabía que los trabajadores se comprometen y se sienten más motivados cuando conocen el lugar que ocupan dentro de la organización y disfrutan de cierto grado de control sobre su trabajo y su entorno. En su artículo de 1943 “A Theory of Human Motivation”1, Abraham Maslow presentaba su famosa teoría de la jerarquía de las necesidades humanas como parte de una teoría de la motivación.
En este trabajo Maslow proponía que las necesidades fisiológicas básicas del ser humano tales como el alimento, el sueño y la salud, están en la base de una pirámide que se va completando hacia la cima con requerimientos cada vez más complejos: necesidad de seguridad y protección, necesidad de aceptación social, pertenencia y amor, necesidad de estima y necesidad de autorrealización.
Los requerimientos superiores, puntualiza Maslow, ocupan nuestra atención solo una vez que se han satisfecho las necesidades más básicas de la pirámide. Recién entonces se pueden abordar las necesidades psicológicas y emocionales relacionadas con la autoestima, las relaciones y la autorrealización. El ambiente que nos rodea puede ser un elemento que contribuya a satisfacer estas necesidades para ayudarnos a ser felices y a alcanzar la realización. Cuando, dentro del ámbito laboral, estos requisitos no se satisfacen adecuadamente se pueden producir respuestas emocionales y psicológicas negativas que van desde la disminución del rendimiento y la falta de motivación y compromiso hasta el estrés, la depresión y el ausentismo.
Los entornos de trabajo tienen un fuerte impacto en las personas y sus necesidades emocionales. Pueden fomentar las relaciones y ofrecer seguridad, un ámbito de conexión con los pares, una comunidad de personas con los mismos objetivos y un espacio de valoración personal.
El papel de las emociones
Donald Norman -director del Design Lab de la Universidad de California y profesor emérito de psicología y ciencias cognitivas- afirma en su libro “Emotional Design”1 que los seres humanos han evolucionado durante millones de años para desenvolverse eficazmente dentro del rico y complejo entorno de nuestro planeta. Y de la misma forma que nuestros sistemas perceptivos y nuestro sistema locomotor se han desarrollado para que funcionemos mejor en el mundo, las emociones y la cognición también han evolucionado complementariamente para ayudarnos a interactuar con el medio. La cognición interpreta el mundo aportando comprensión y conocimiento mientras que la emoción constituye un sistema rápido y eficaz para juzgar lo que es bueno o malo, seguro o peligroso, haciendo que los juicios de valor sean más pertinentes para poder sobrevivir.
La emoción está siempre aportando juicios sobre la información que recogemos del medio: aquí hay un peligro potencial, existe la posibilidad de confort, esto es agradable, esto es malo, etc. La emoción es una parte necesaria de la vida que afecta cómo nos sentimos, cómo nos comportamos y cómo pensamos; la emoción nos hace inteligentes. Sin emociones, afirma Norman, la capacidad de toma de decisiones puede verse afectada.
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