Los nuevos ambientes de trabajo cuentan hoy con un contexto tecnológico que permite que las personas tengan cada vez más control sobre sus tareas y su entorno. El crecimiento masivo de los dispositivos inteligentes ha sido la fuerza que ha impulsado este paradigma de hiperconexión que nos permite disponer cuándo y dónde trabajar gracias a una enorme gama de aplicaciones con las que podemos realizar una innumerable cantidad de tareas, desde consultar el correo electrónico y editar documentos hasta recibir información en tiempo real sobre la ocupación del espacio de trabajo y la disponibilidad de salas de reuniones. Y que, cuando estamos en la oficina, nos permite regular la temperatura y preparar una sala de conferencias para una presentación. Aplicaciones para la productividad, el trabajo en equipo y la comunicación.
De la innovación disruptiva al darwinismo digital
Las transformaciones que hoy afrontan las organizaciones están ocurriendo mucho más rápidamente que nunca debido al acelerado desarrollo de la tecnología digital y a su íntima relación con los modelos de negocios. Los smartphones, la computación en La Nube, las redes sociales, Internet de las Cosas y el análisis de Big Data se están imponiendo a un ritmo mucho más acelerado del que las organizaciones pueden seguir.
Este conjunto de cambios, también denominado “innovación disruptiva”, ha sido ampliamente estudiado y se ha observado que sigue ciertos patrones o leyes tecnológicas:
La Ley de Moore expresa que la capacidad de los microprocesadores se duplica cada 18 meses. Su consecuencia directa es que los precios bajan al mismo tiempo que aumentan las prestaciones.
La Ley de los rendimientos acelerados. En el año 2001, Ray Kurzweil extiende la Ley de Moore para incluir las tecnologías futuras y establece que siempre que una tecnología alcance cierto tipo de barrera se inventará otra nueva que permitirá cruzar esa barrera. Como consecuencia de esto se estima que, desde el punto de vista tecnológico, en los próximos 10 años progresaremos más que en los últimos 100.
La Ley de Gilder predice que el ancho de banda se triplicará cada año y su ritmo de crecimiento se está acelerando.
La Ley de Metcalfe establece que el valor de una red aumenta en relación al cuadrado del número de usuarios del sistema. Esta ley aplica a cualquier sistema que intercambie información.
La Ley de Martec es otro de los fenómenos interesantes que se están observando. Enuncia que, a diferencia de las tecnologías de la información que crecen exponencialmente, las organizaciones (empresariales y políticas) lo hacen de forma logarítmica.
Del análisis de estas leyes se desprende que si las organizaciones no se adaptan al ritmo del cambio la extinción será, eventualmente, inevitable. Es lo que algunos están dando en llamar un proceso de “darwinismo digital”.
El cambio organizacional y la tecnología
Frente al crecimiento exponencial de la tecnología se hace imperativo que las organizaciones desarrollen una estructura y una cultura coherentes en las que la aceleración del cambio sea el nuevo paradigma. Esto plantea nuevas exigencias en cuanto a la organización del espacio y la estrategia corporativa. Tanto el mundo físico como el virtual se organizarán y estructurarán en formas sustancialmente distintas de aquellas a las que estamos acostumbrados.
Según la Ley de Martec enunciada por Scott Brinker, las organizaciones absorben los cambios mucho más lentamente que los individuos y necesitan más tiempo para modificar su comportamiento. Dentro de los grupos de personas donde hay estructuras preexistentes, los procesos, los incentivos y el impulso cultural para el cambio toman aún más tiempo. Cuanto más grande es el grupo mayor es la resistencia institucional.
Sin embargo, una organización no puede cambiar más rápido que la tecnología; es posible que lo haga más lentamente o nada en absoluto, pero no más rápido. De hecho, en ausencia de un buen liderazgo el estancamiento parece ser el resultado habitual. Pero, aun con un gran liderazgo, una organización no puede ganarle al avance tecnológico. Este es, para Brinker, el gran dilema de gestión del siglo XXI: la tecnología está cambiando más rápido de lo que las organizaciones pueden absorber.
También es necesario conocer cuán comprometido está el cambio organizacional con la estrategia tecnológica. No alcanza con decidir qué cambios habrá que adoptar; para tener éxito, la gestión de la tecnología debe abordar de manera explícita cómo se absorben esas tecnologías en la operación y la cultura de la organización. Y, para coronar el éxito, es imprescindible entrenar, persuadir, educar, formar, elevar e inspirar a la gente que va a utilizar esa tecnología.
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