En el año 1930, el conocido economista británico John Maynard Keynes predijo que, dados los avances tecnológicos que experimentaba por ese entonces la producción, la mano de obra se vería liberada de tal forma que, para el año 2030, la jornada laboral se reduciría a solo 15 horas semanales. Keynes anticipaba que las sociedades industrializadas progresarían tanto que la mayor parte de las personas se dedicaría fundamentalmente al ocio. Nada más lejos de la realidad en estos primeros años del nuevo milenio.

La revolución de las TIC le dio una nueva oportunidad a las predicciones de Keynes. El nacimiento de Internet, la nueva conectividad global, los dispositivos inteligentes cada vez más accesibles y ubicuos, y los nuevos medios de comunicación le dieron un giro copernicano no solo a la forma en la que trabajamos sino al propio concepto de trabajo. La tecnología aumentó nuestras propias habilidades y capacidades reemplazando la labor de los seres humanos en áreas muchas veces monótonas y repetitivas.

Pero esta misma tecnología que debería habernos hecho más libres y autónomos ha terminado convirtiéndose, para muchos de nosotros, en una trampa que desdibuja por completo la frontera entre el trabajo y el tiempo personal. Esta nueva epidemia del siglo XXI se manifiesta en una carga excesiva de trabajo, largas jornadas laborales (aun fuera del horario de oficina), dificultades con los pares, estrés y falta de interés y compromiso.

El problema está empezando a ser tan serio que en algunos países tales como Francia y Alemania se han alcanzado acuerdos para regular el acceso de los trabajadores a los dispositivos electrónicos fuera del horario laboral como una forma de protegerlos ante la intrusión abusiva de la tecnología en la vida personal.

La promoción por parte de las empresas de políticas tales como la flexibilidad laboral, el trabajo a tiempo parcial, el teletrabajo o la semana de tiempo comprimida ayudará a mantener una fuerza laboral saludable y productiva. Mejorar el balance entre la vida personal y laboral es una meta alcanzable que nos acercará cada vez más a la utopía que pronosticó Keynes.

Víctor Feingold
Arquitecto
Director FM & WORKPLACES