En las próximas décadas, la fuerza de trabajo corporativa de América Latina habrá envejecido significativamente y los trabajadores de más edad serán personas clave para asegurar que la transferencia de conocimientos a las personas más jóvenes se logre con eficacia. Existen muchos prejuicios relacionados con el empleo de trabajadores mayores, sin embargo, la diversidad de habilidades y experiencia dentro de la fuerza de trabajo puede aportar ventajas competitivas. Las organizaciones tienen que liberarse de los preconceptos a fin de obtener y retener el mejor talento disponible, independientemente de su edad. Ignorar el problema no es una opción: las organizaciones deberán estar preparadas para adaptarse.

En la actualidad, el mundo enfrenta una profunda revolución demográfica debida, principalmente, a dos factores: el descenso de las tasas de natalidad y una mejora sustancial de la salud, factores que han reducido el número de recién nacidos y alargado la esperanza de vida.

Según refiere un informe de la Organización Internacional del Trabajo, las tendencias demográficas varían según el país y la región. Los países en desarrollo tienen una población relativamente joven mientras que las poblaciones en los países industrializados son mayores. Sin embargo, el ritmo de envejecimiento de las poblaciones en los países en desarrollo es mayor que en los países industrializados. América Latina está envejeciendo paulatina pero inexorablemente.

Según una publicación de Naciones Unidas (UNPD, 2008) los mayores de 59 años de edad representarán en 2050 el 25% de la población mundial, mientras que un siglo antes esta cifra se situaba en torno al 6%. Este proceso es significativamente más notorio en el ambiente urbano que en el rural.

América Latina presenta situaciones nacionales muy diferentes; por un lado, países con un proceso de envejecimiento muy avanzado y, por otro, países en una etapa incipiente. Según el informe de la OIT, el caso más notable es el de la Argentina -país que presenta una de las poblaciones más envejecidas de la región- por su temprano inicio de la transición de la fecundidad que data de principios del siglo pasado. Uruguay, por su parte, cuenta con la mayor tasa de envejecimiento de la región.

Con respecto a la edad de retiro, el informe de la OIT consigna que esta varía de país a país de acuerdo con el nivel de desarrollo y la cobertura social con la que cuenten los trabajadores. En los países con menor nivel de desarrollo y cobertura social, las tasas de actividad de las personas mayores son claramente más elevadas y la edad al retirarse, más alta.

Las repercusiones en el mercado laboral


El objeto del trabajo no se limita solo a la seguridad de un ingreso económico digno. El trabajo también es un medio de integración social que posibilita a las personas la realización de sus objetivos, el desarrollo de sus capacidades y el reconocimiento por su labor.

Según un informe elaborado por Eurofund (Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y del Trabajo), se pueden distinguir tres dimensiones en el trabajo contemporáneo: instrumental, social y simbólica. El aspecto instrumental se refiere a las expectativas materiales, la dimensión social se refiere a la importancia de las relaciones humanas en el trabajo, y la simbólica se relaciona con las oportunidades para el desarrollo personal tales como el contenido del trabajo, la sensación de éxito, la autonomía y la utilidad social. Algunos estudios combinan los aspectos sociales y simbólicos del trabajo en una sola dimensión llamada la dimensión “expresiva”. Con el tiempo, esta dimensión expresiva ha aumentado en importancia en la evaluación del trabajo, en todas las edades.

Desde esta perspectiva, el aumento de la participación de las personas mayores en la actividad económica tiene un carácter francamente positivo: favorece la riqueza social y la realización personal, y brinda la posibilidad de que las personas mayores puedan sentirse útiles para la sociedad en la que viven.


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