Tal como apunta Umberto Eco en su ensayo “La pérdida de la privacidad”, una de las principales novedades que trajo la era de Internet, la globalización y las redes sociales fue el cambio en la noción de límite. La irrupción de las tecnologías de la información y la comunicación ha disuelto la idea de confín, de frontera, acortando las distancias y convirtiendo el mundo en la tan mentada “aldea global” de McLuhan.

Pero al mismo tiempo que se diluyen las fronteras físicas también desaparecen los límites de la privacidad personal. Hoy, por ejemplo, es prácticamente imposible no dejar una huella de nuestro paso por Internet. Desde el historial de búsquedas y el seguimiento de las páginas que visitamos hasta los mensajes que enviamos, la información que compartimos en las redes sociales, los contactos que frecuentamos y las compras que hacemos, todo queda registrado en alguna base de datos. No en vano, Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, declaró hace poco que “la privacidad ya no es una norma social”.

Dentro de este contexto tecnológico y cultural parece natural que, a medida que pasa el tiempo y las transformaciones se afianzan, cada vez más empresas adopten los entornos de trabajo abiertos. La tendencia ha despertado encendidas polémicas y controversias; defensores y detractores han disecado con precisión milimétrica las virtudes y los defectos del open plan y, en este proceso, nos hemos beneficiado todos: cada vez conocemos mejor el terreno sobre el que trabajamos.

Lo que ha salido a la luz es que algunas de estas nuevas oficinas abiertas y transparentes que intentan promover las mejores condiciones para el actual trabajo del conocimiento han fracasado, sobre todo, debido a la falta de control sobre el espacio personal.

A medida que se consoliden las nuevas formas laborales y se vaya multiplicando la colaboración, mayor será la necesidad de ofrecer condiciones de privacidad. Por eso, el diseño del espacio de trabajo deberá transformarse en un verdadero acto de equilibrio entre lo público y lo privado, en un adecuado balance de posibilidades entre “nosotros” y “yo”.

Víctor Feingold
Arquitecto
Director FM & WORKPLACES