Hoy, la tecnología forma parte de nuestra vida cotidiana y, como tal, se ha incorporado a una innumerable cantidad de ámbitos como una poderosa herramienta capaz de modificar los procesos productivos, científicos y educativos. En muchos aspectos, ha mejorado nuestra calidad de vida y cambió por completo la forma en la que nos relacionamos y trabajamos. Sin embargo, este extraordinario desarrollo también tiene su lado B, el cual podría dar lugar a importantes transformaciones en el mundo laboral. ¿Cuán susceptibles son los empleos actuales frente a estos avances tecnológicos? Para responder esta pregunta, científicos de la Universidad de Oxford pusieron en práctica una nueva metodología de investigación y concluyeron que, en dos décadas, casi la mitad de los trabajos no serán ejecutados por seres humanos. ¿Cuáles son las ocupaciones que están en riesgo y cuáles serán las habilidades que deberán tener los trabajadores del siglo XXI?

En el año 1930, el conocido economista británico John Maynard Keynes predijo que, dados los avances tecnológicos que experimentaba por ese entonces la producción, la mano de obra se vería liberada de tal forma que, para el año 2030, la jornada laboral se reduciría a solo 15 horas semanales. Keynes anticipaba que las sociedades industrializadas progresarían tanto que la mayor parte de las personas se dedicaría fundamentalmente al ocio.

Pero, si bien la preocupación por este “desempleo tecnológico” no es un fenómeno reciente, mientras que en el pasado la automatización se limitaba a las tareas rutinarias, actualmente existen algoritmos que pueden sustituir fácilmente el trabajo dentro de una amplia gama de tareas cognitivas no rutinarias. Además, algunos robots avanzados están ganando destreza para realizar una variedad más amplia de tareas manuales lo cual, probablemente, cambiará la naturaleza del trabajo en algunas industrias y ocupaciones específicas.

En septiembre de 2013, el economista Carl Benedikt Frey y el ingeniero informático Michael A. Osborne -ambos de la Universidad de Oxford- publicaron un estudio que analiza la probabilidad de computarización del empleo en el futuro cercano, y han llegado a la inquietante conclusión de que en los próximos 20 años, el 47% de los empleos en los EE.UU. serán sustituidos por computadoras.

A continuación, analizaremos algunos de los puntos más importantes de este informe para tratar de conocer el estado actual y las proyecciones a corto plazo de las posibilidades de informatización del mercado laboral.

Empieza el cambio

Lo que comúnmente se conoce como la “Revolución Informática” comenzó con los primeros usos comerciales de las computadoras en la década del 60 y continuó durante los 90 con el desarrollo de Internet y el comercio electrónico. El mundo del trabajo empezaba a cambiar al ritmo del avance tecnológico.

Entre 1945 y 1980, a medida que el costo de la tecnología disminuía a un promedio anual del 37%, muchos operadores de telefonía fueron despedidos. Promediando los 60 General Motors introdujo el primer robot industrial en el proceso de producción y, en los 70, las líneas aéreas adoptaron los sistemas automáticos de reservas. Durante 1980 y 1990, los costos informáticos disminuyeron aún más rápido (64% anual en promedio) al mismo tiempo que aumentaba la potencia de cálculo. Ya se estaban extendiendo los escáneres de códigos de barras y los cajeros automáticos y aparecían las primeras computadoras personales.

Así como la aparición de las primeras máquinas de oficina del siglo XX incrementó la demanda de tareas administrativas, la informatización aumentó la necesidad de este tipo de ocupación al mismo tiempo que alentaba la mecanización del trabajo. La caída en el precio de la informatización de las tareas rutinarias provocó una expansión del empleo de alta calificación más abstracto y creativo.

El resultado ha sido un mercado laboral cada vez más polarizado: han crecido los empleos de altos ingresos que precisan habilidades cognitivas y las ocupaciones manuales de bajos ingresos, mientras que los trabajos rutinarios de ingresos medios han decaído. Osborne y Frey remarcan que este patrón no es aplicable solo a los EE.UU. sino que se registra de la misma forma en muchas economías desarrolladas del mundo.

Esto pone en evidencia que el progreso tecnológico tiene dos resultados sobre el empleo. En primer lugar, hay un efecto de destrucción de los puestos de trabajo debido a la sustitución por parte de la tecnología de las tareas más rutinarias; y en segundo lugar, existe un efecto de capitalización: a medida que más empresas e industrias incorporan tecnología y aumentan la productividad, provocan una expansión del empleo.


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