Más del 90% de la historia evolutiva del hombre ha transcurrido en íntimo contacto con el mundo natural. Nuestra biología nos ha preparado para relacionarnos con el entorno y, a pesar de los enormes cambios que se han producido en los últimos años, nuestra relación con el medio ambiente aún tiene la impronta de estos mecanismos innatos, muchos de los cuales resultan inadecuados o disfuncionales en el mundo tecnológico actual. Por eso, no es de sorprender que en la oficina moderna predominen los trastornos derivados del estrés y de la inactividad física, producto de un diseño que distanció al ser humano de la naturaleza.
Desde la aparición del hombre sobre la Tierra, hace 2,5 millones de años, el desarrollo humano fue progresando de manera gradual y lineal. Pero a partir de la Revolución Industrial, hace alrededor de 200 años, los desarrollos tecnológicos empezaron a transformar los modelos productivos. Se multiplicaron las fábricas y miles de trabajadores rurales abandonaron los campos e invadieron las ciudades.
El comienzo de la industrialización marcó un punto de inflexión a partir del cual comenzaron a desarrollarse los espacios destinados a las tareas administrativas. Pero fue el inicio del siglo XX el que terminó de definir esta tipología. A partir de entonces, los edificios de oficinas comenzaron a ser un elemento común en todas las ciudades del mundo industrializado.
En las últimas décadas, impulsadas por una serie de factores tales como el explosivo desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, la globalización y los cambios demográficos, entre otros, comienzan a gestarse importantes transformaciones tanto en las formas de trabajar como en el espacio de trabajo.
Sin embargo, la rapidez con la que han sucedido estos cambios en relación con la escala evolutiva del hombre ha llevado a un desajuste entre sus necesidades biológicas y su estilo de vida, desajuste que sería el responsable de enfermedades tales como la obesidad, algunas dolencias cardiovasculares, las cada vez más frecuentes alergias, algunas formas de depresión y el estrés crónico, entre otras.
No es de sorprender, entonces, que entre las características que parecen representar mejor a la oficina moderna predominen los trastornos derivados del estrés y de la inactividad física, fenómenos ocasionados por un diseño que distanció al ser humano de la naturaleza como logro del progreso.
Una nueva perspectiva: la biofilia
"El verdadero problema de la humanidad es el siguiente: tenemos emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnologías casi mágicas." E.O. Wilson.
Edward O. Wilson es un reconocido biólogo evolucionista que estudia la biofilia, nuestro sentido innato de conexión con la naturaleza y otras formas de vida, esencial para especies como la nuestra cuya supervivencia depende de su relación con el ambiente. Esta tendencia comprende un conjunto de instintos básicos que estaría enraizado en nuestra biología, cuyo desarrollo se vio favorecido para facilitar la relación con el entorno en una era en que la interacción entre los humanos y el mundo natural era directa y frecuente.
Durante más del 90% de nuestra historia evolutiva, los humanos dependimos de este kit de respuestas cognitivas cargado con información esencial para comprender y lidiar con el medio ambiente. Hoy -a millones de años de distancia-, en un mundo colmado de artefactos artificiales en el cual es cada vez más difícil encontrar estímulos naturales, estos mecanismos innatos aún siguen vigentes, influenciando nuestros pensamientos y percepciones sobre la naturaleza y el medio ambiente.
Pero lo cierto es que la base genética de los humanos no se ha podido adaptar completamente a los cambios y, en el contexto del mundo tecnológico actual, muchos de estos mecanismos psicológicos se han vuelto obsoletos o han dejado de ser funcionales. No obstante, la relación que los seres humanos establecemos con el mundo natural está aún hoy influenciada por las relaciones "históricas" que hemos tenido en el curso de nuestra evolución. Wilson afirma que tanto el cerebro como la mente necesitan el contacto con la naturaleza para poder desarrollarse normalmente; la pérdida de este vínculo tiene consecuencias importantes tanto a nivel físico como psicológico.
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