Los nuevos modelos de trabajo están cambiando hacia un paradigma más colaborativo que busca la interacción y la participación como formas de alcanzar soluciones más creativas e innovadoras. Un ambiente de trabajo en el que todos tengan la posibilidad de aportar ideas y de participar en distintos proyectos tiene grandes ventajas tanto para las empresas como para las personas. Colaborar, interactuar, co-crear, son las claves del futuro laboral.
Largos pasillos silenciosos, cubículos individuales, la oficina del jefe con secretaria en la puerta. Esta imagen, que durante mucho tiempo fue un clásico de los espacios de trabajo, nos resulta cada vez más obsoleta; una postal más cercana a la serie norteamericana Mad Men que a la realidad laboral de hoy.
Actualmente, la mayoría de nosotros puede acceder a la opción de trabajar desde su casa o desde alguno de los múltiples espacios de trabajo compartido que se encuentran esparcidos tanto por la ciudad de Buenos Aires como por el resto del mundo –se calcula que hay más de cuatro mil a nivel global– al mismo ritmo que lo haríamos en la antigua oficina. Y cada vez son más las empresas que desarrollan espacios, dentro y fuera de la casa central, donde empleados de distintas áreas pueden encontrarse para trabajar de una forma más descontracturada y, en consecuencia, más creativa.
Los ejemplos abundan: desde las oficinas de planta abierta con metegol y puffs de colores de la ubicua Google hasta el laboratorio de innovación que Mondelez, el gigante de la alimentación, abrió en el barrio porteño de Palermo con el nombre de Fly Garaje, el objetivo consiste en buscar soluciones creativas a los problemas comunes de la empresa. Esta tendencia nos muestra que el futuro del trabajo no solo está aquí sino que llegó para quedarse.
Este cambio se lo debemos a las nuevas tecnologías, por supuesto, pero sobre todo a una nueva concepción del trabajo que empezó a desarrollarse hace algunos años en varias de las ciudades que, más tarde, fueron punta de lanza de las transformaciones a las que ahora asistimos en primera persona.
Dicen los expertos que el origen lo podemos rastrear hasta la ciudad de San Francisco, en los Estados Unidos, allá por el año 2005. A partir de allí creció y se expandió por el mundo hasta convertirse en lo que es hoy: una realidad que está revolucionando la forma en la que nos relacionamos con el trabajo y, al mismo tiempo, una marca registrada que comparten todas las ciudades creativas del planeta.
Hoy por hoy, muchas otras ciudades se están sumando a esta tendencia. En España, por ejemplo, en medio de un contexto de crisis y altísimas tasas de desempleo, ciudades tales como Madrid, Barcelona y Valencia abrieron en los últimos meses espacios de trabajo colaborativo que funcionan como verdaderos laboratorios de ideas que, de a poco, van poniendo en funcionamiento los engranajes que activan la economía y que representan una opción sólida y viable especialmente para los jóvenes, el sector más golpeado de la población.
Grandes, medianas y pequeñas economías urbanas del mundo coinciden a la hora de plantear que es necesario introducir un cambio en el modo en el que trabajamos y el formato de trabajo colaborativo es, sin lugar a dudas, uno de los caminos predilectos. Pero, ¿cuáles son sus principales ventajas y sus características? A continuación, enumeraremos algunos de los puntos principales:
Varias cabezas piensan mejor que una
En el antiguo modelo laboral, los puestos de trabajo estaban repartidos según la especialización. Administración, comunicación y hasta creatividad o innovación eran sectores separados, con escasa o nula comunicación entre sí. Existen múltiples estudios que demuestran que las mejores ideas nacen a partir de la interacción entre los personajes más inesperados. Todos somos creativos, solo es cuestión de abrir el juego e incentivar el pensamiento original de todas las partes involucradas.
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