Hoy en día, las empresas están preocupadas por encontrar nuevas formas de fomentar la interacción casual entre los empleados con la esperanza de que estos encuentros informales entre personas con habilidades diferentes puedan dar paso a la creatividad, generar nuevas ideas, dar origen a novedosas soluciones o, en última instancia, aumentar la camaradería en el lugar de trabajo.
Para lograr estos objetivos, algunas empresas están explorando nuevos enfoques, desde exponer a los trabajadores a auténticos “choques” en espacios de trabajo más reducidos, hasta estrategias con sesgos lúdicos para estimular la interacción de los trabajadores en absolutamente todos los espacios imaginables tales como ascensores, pasillos, escaleras, etc.
Parece ser un hecho que las empresas no están dejando la casualidad al azar en busca de la tan preciada creatividad.
Este es el meollo de la charla que ofreció Greg Lindsay al abrir el ciclo de conferencias de Worktech en Buenos Aires. La consigna no fue hablar de las personas en términos de productividad ni de m2 sino en términos de las ideas que producen y de la sinergia que genera la interacción casual entre ellas. Hablamos de la “serendipia” (del inglés, serendipity), un término que no está registrado en el Diccionario de la Real Academia Española pero que sí está en boca de todos aquellos que están interesados en los procesos que llevan a la generación de grandes ideas.
Hasta que la Real Academia no diga otra cosa, utilizaremos el término serendipia para referirnos a los descubrimientos que se hacen por accidente pero no al azar. Esta expresión fue acuñada por Horace Walpole en 1754 a partir del cuento de hadas "Los Tres Príncipes de Serendip" en el que se narran las aventuras de tres príncipes que, gracias a su sagacidad, continuamente hacen descubrimientos accidentales que no se habían planteado. Algunos de los grandes descubrimientos tales como la penicilina o la dinamita, no fueron intencionales.
La casualidad jugó un papel muy importante pero solo fueron posibles gracias a la lucidez de quienes se toparon con ellos. Tal como dijo Louis Pasteur (uno de los beneficiados por la serendipia): “El azar favorece solo a la mente preparada".
Pero el verdadero reto para las empresas de hoy, nos dice Lindsay, no reside únicamente en desarrollar un lugar de trabajo que brinde las condiciones adecuadas para producir encuentros casuales sino en conectar a las personas correctas, independientemente de dónde estas se encuentren.
Actualmente vemos que cada vez más personas trabajan fuera de la oficina. Según algunas encuestas que se han llevado a cabo en los EE.UU. se estima que para el año 2020 un 40% de los trabajadores será freelance o llevará a cabo sus tareas fuera del espacio de trabajo. Las empresas habrán tercerizado parte de sus actividades y se transformarán en "ecosistemas" que formarán parte de un cuadro más amplio donde tanto los socios como los colaboradores y los competidores serán parte de una red que irá más allá de los límites físicos de la oficina.
Pero, ¿qué pasa cuando la línea divisoria entre la oficina y la ciudad se vuelve difusa?, se pregunta Lindsay. Al extender el espacio de trabajo hacia las ciudades nos encontramos con mayores posibilidades de interacción, con personas que no necesariamente son colegas ni comparten nuestra actividad. En las ciudades hay una falta de propósitos que hace que resulte más fácil plantear nuevas ideas, agrega.
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