El lugar de trabajo y las modalidades laborales han cambiado. Las organizaciones buscan mejorar la colaboración y la flexibilidad en sus oficinas al mismo tiempo que aumenta la densidad de ocupación y se asignan menos espacios privados. Pero las características propias de estos entornos no contribuyen a preservar ni la privacidad ni la concentración. La clave para hallar el equilibrio está en comprender de qué manera los distintos elementos pueden afectar el nivel de ruido y encontrar las soluciones más adecuadas para un determinado espacio de trabajo.

Las nuevas demandas de flexibilidad, movilidad y comunicación han cambiado los modelos de organización y comunicación de las empresas. Los nuevos espacios de trabajo son abiertos y carecen de barreras físicas para mejorar la comunicación entre los colaboradores y facilitar el acceso de la luz natural; son más flexibles y cuentan con muebles y espacios fácilmente reconfigurables; están orientados a la comunicación y a la interacción social, por lo cual disponen de una amplia variedad de espacios destinados a tal fin: áreas para reuniones espontáneas, salas de reuniones y espacios de intercambio social. En algunos casos se incorporan espacios cerrados destinados a las tareas que requieren mayor privacidad y concentración.

Los estilos de trabajo actuales basados en la comunicación y el trabajo en equipo, se nutren de la interacción, que puede ir desde las conversaciones casuales hasta las reuniones espontáneas no planificadas.

Las formas de comunicación relativamente limitadas y jerárquicas que habían caracterizado a las organizaciones del pasado, se han convertido en modelos de intercambio fluidos en los que los trabajadores necesitan hablar con una gran variedad de interlocutores. Al mismo tiempo, la comunicación informal es reconocida cada vez más como una forma de crear y reforzar la cultura de la organización, una manera de generar compromiso y de compartir los conocimientos y habilidades que van más allá de los requisitos formales sobre cómo hacer el trabajo.

Dentro de este nuevo contexto, el espacio se ha transformado en un recurso de la organización para conseguir los objetivos de negocio, el cual influye fuertemente en las formas de interacción, en el flujo del trabajo y en la productividad.

Pero si bien los empleados valoran la posibilidad de comunicarse con mayor fluidez y las organizaciones lo alientan, lo cierto es que las características propias de estos entornos no contribuyen a preservar ni la privacidad ni la concentración.

La clave para hallar el equilibrio está en comprender de qué manera los distintos elementos de la oficina pueden afectar el nivel de ruido -y, por ende, el rendimiento de los trabajadores- y encontrar las soluciones más adecuadas para un determinado espacio de trabajo.

El confort acústico

En los últimos tiempos ha habido mejoras sustanciales en casi todos los factores de confort ambiental dentro de la oficina, excepto en los que se refieren al ruido y a la privacidad de las conversaciones. Una buena acústica también es un factor indispensable para asegurar el rendimiento y el bienestar en el lugar de trabajo, y resulta fundamental para dar soporte a los nuevos estilos laborales.

Pero a pesar de que una buena acústica es un factor que contribuye a la calidad ambiental tanto como la iluminación, la climatización, la ergonomía y la calidad del aire interior, es un factor que, habitualmente, no forma parte del diseño integral del lugar de trabajo actual.


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