De la oficina cerrada a los espacios abiertos, del jefe encerrado en su despacho a tenerlo sentado en el box de al lado, del silencio impuesto a la comunicación incentivada, de la intimidad del privado a la exposición del open plan, los cambios que se vienen produciendo en los espacios de trabajo pueden ser difíciles de asimilar para una fuerza de trabajo cada vez más heterogénea. ¿Cómo afrontar cambios tan profundos sin morir en el intento? Una buena gestión del cambio puede ayudar a manejar las expectativas de los involucrados, generar una actitud positiva y reducir el tiempo que se tarda hasta la aceptación.

Imaginemos por un momento que es posible viajar en el tiempo. Imaginemos que un empleado de una gran corporación de los años 50 llega hoy a esa misma empresa, ¿qué encontraría?

Encontraría gente vestida informalmente que conversa distendida en un ámbito hogareño, similar a una sala de estar; jóvenes jugando al pool; grupos de personas hablando ante una enorme pantalla plana; gente tomando café en un bar ultra moderno; una gran zona de escritorios compartidos donde trabaja gente de todas las edades -hombres y mujeres por igual- que tipea, mira sus pantallas y habla con pequeños dispositivos portátiles del tamaño de una mano. Hay mucha luz natural, profusión de transparencias y colores brillantes. Ningún panel divisorio, ningún despacho a puertas cerradas. No se sabe quién es el jefe y quién el empleado.

Es muy posible que a nuestro protagonista le cueste mucho reconocer su vieja oficina y, seguramente, le cueste mucho más aún entender cómo se trabaja en un lugar como este.

Esta historia, que parece salida de un relato de ciencia ficción, es el proceso por el que están atravesando muchas compañías que han decidido transformar sus espacios de trabajo para adaptarse a las nuevas tendencias impulsadas por el rápido desarrollo de las tecnologías, la globalización de la economía, los cambios demográficos y la llegada de las nuevas generaciones al mundo laboral.
Para transitar estas transformaciones de manera eficaz, minimizando los conflictos para lograr los objetivos deseados, las organizaciones cuentan con una disciplina facilitadora llamada Change Management o “gestión del cambio”.


Lo único permanente es el cambio

Gestionar el cambio implica desarrollar e implementar un plan estratégico que involucra herramientas, recursos y procesos que ayudan  a los individuos,  equipos y/o organizaciones a superar los desafíos de una transición o transformación.

Muchas compañías ya cuentan con un profesional de esta disciplina de forma permanente para que asista en las distintas instancias de cambio que afronta una empresa. De esta forma, se asegura la adaptación del equipo de trabajo ante los distintos desafíos con el doble beneficio de mantener un clima laboral armonioso y evitar pérdidas en la productividad del negocio.

Otras empresas prefieren contratar externamente un equipo especializado de consultoría. De esta manera, se puede llevar adelante el proceso de cambio desde una perspectiva más distanciada, lo cual permite prestar mejor atención a los comportamientos, los hábitos, las resistencias y las características culturales que es necesario modificar para llevar adelante la transformación deseada.

El éxito del cambio va a depender de cómo se lleve a cabo este proceso. Es decir, que estará supeditado a la asertividad con que se fijen los objetivos y se utilicen las herramientas de comunicación y capacitación más adecuadas. Para ello resultará crucial el tono de los mensajes a transmitir, la designación de “agentes de cambio” capaces de influir positivamente en los demás, la capacidad de manejar una información transparente y oportuna, y afrontar las distintas etapas con que, inevitablemente, los seres humanos responden ante la amenaza de pérdida que supone toda transformación del statu quo al que está habituado.


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