Para las empresas que se mudan o reconfiguran sus espacios de trabajo, la compra de mobiliario nuevo conlleva -en la mayoría de los casos- la necesidad de gestionar el equipamiento usado que va a ser sustituido. Surge, entonces, la necesidad de incorporar una gestión eficiente y estratégica del mobiliario corporativo en procesos de consumo y post consumo a fin de revalorizarlos y de reducir la huella ecológica. Una nueva especialización (ECM®) propone alternativas para este problema.
Para las empresas que se mudan o reconfiguran sus espacios de trabajo, la compra de mobiliario nuevo conlleva, en la mayoría de los casos, la necesidad de gestionar el mobiliario usado que va a ser sustituido. Hasta hace poco tiempo, las alternativas eran limitadas y tenían graves deficiencias en los procesos de implementación ya que implicaban la pérdida de los recursos en los cuales se había invertido. No parecía haber muchas más opciones que las siguientes:
En el caso de una mudanza, dejar el mobiliario a los nuevos ocupantes del espacio para su utilización. Esta solución genera perspectivas de uso inciertas ya no se sabe a ciencia cierta si la cantidad y la categoría del equipamiento es apropiada para la nueva empresa.
Disponer de un depósito de muebles a la espera de encontrar un destino apropiado que permita reubicar el mobiliario en buen estado. Esta opción es una inversión incorrecta a largo plazo, ya que con seguridad este mobiliario no se volverá a usar porque ya ha sido sustituido.
Donar el mobiliario en desuso a asociaciones, ONG’s u otras entidades sin fines de lucro, ya sea para su propio uso o para algún proyecto en el que estén trabajando. Si bien se trata de una propuesta con contenido social, es una inversión que se pierde. Entregar el mobiliario en desuso o contratar su recogida por parte de entidades de inserción social o cooperativas para su restauración y recolocación en el mercado añade, ciertamente, un valor social a los productos. Pero esta opción comporta el riesgo de que los muebles sean desarmados sin documentación y por manos poco profesionales, lo cual dará como resultado la imposibilidad de armarlos tal como estaban, perdiendo así su valor.
Existen varias situaciones ante las cuales el mobiliario en desuso puede perder su valor y su función haciendo que las empresas tiendan a deshacerse de él de manera anticipada: fusión de empresas, cambio de imagen, mudanzas, redimensionamiento (reducción o ampliación del espacio), optimización de espacios, nuevas formas de interacción, comunicación y trabajo, y hasta la moda como acelerador del consumo.
En América Latina, en un contexto de alta volatilidad e incertidumbre en las reglas del mercado y ante un escenario creciente de economías recesivas que afectan la comunidad de negocios, las causas precitadas son enunciativas. Aquí existen motivos adicionales que originan decisiones de desprendimiento del mobiliario tales como el alto valor locativo de los inmuebles, la liberación de oficinas alquiladas hacia edificios propios, la necesidad de centralizar las operaciones empresariales, la aparición de nuevas normativas legales sobre ergonomía y funcionalidades del equipamiento, etc., todo lo cual hace también obsoleto el mobiliario en uso.
Frente a todas las circunstancias señaladas, surge de manera imperativa la pregunta sobre qué hacer con los muebles de oficina usados.
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