En la época del taylorismo los trabajadores se alineaban en puestos de trabajo idénticos y anónimos. Nadie los consultaba ni podían intervenir en decisiones tan elementales como abrir una ventana o cerrar una puerta. Estas cuestiones solo le concernían al personal jerárquico de la empresa.

Con el correr del tiempo, el concepto de oficina fue evolucionando y comenzaron a surgir un sinnúmero de estudios y teorías sobre la optimización del diseño y la gestión de los espacios de trabajo. Pero a pesar de que hoy las cosas han cambiado mucho y las ideas del taylorismo han quedado atrás, lo cierto es que raramente los trabajadores se ven involucrados en las decisiones sobre el diseño y las prácticas en la oficina.

Un ejemplo de esto se puede comprobar en la implementación de una política de “escritorios limpios” por parte de muchas organizaciones. Estas políticas solo permiten tener nada más que los elementos esenciales sobre el puesto de trabajo; no están autorizados los efectos personales tales como dibujos, fotos, plantas, etc. Según los que avalan esta postura, los toques personales pueden distraer a los trabajadores de sus tareas y afectar la productividad, además de perjudicar la imagen de la empresa.

Sin embargo, en los últimos tiempos estas estrategias están siendo revisadas. Un ejemplo que está en las antípodas del clean desk es el de la empresa norteamericana Zappos. Aquí, cada empleado es alentado a expresarse de manera personal y a diseñar su propio espacio de trabajo como mejor le parezca. El tan mentado “aplanamiento de las jerarquías” que proponen las nuevas tendencias, en estas oficinas se respeta a ultranza. El resultado puede parecer extravagante, caótico y desordenado, pero el sistema se ha revelado muy eficaz a la hora de promover la innovación y la felicidad de los trabajadores. Ni qué decir de la productividad: la empresa tiene una facturación anual de varios miles de millones de dólares.

Pero, sin necesidad de llegar a los extremos de la asepsia quirúrgica o el caos, las empresas tendrían que empezar a considerar que, pasar por alto las preferencias y la individualidad de los empleados, puede afectar aspectos clave para un buen desempeño: la productividad, el vínculo emocional y el compromiso.

Víctor Feingold
Arquitecto
Director FM