Escultor, profesor universitario, diseñador de muebles y artista polifacético, el ítaloamericano Harry Bertoia deslumbró a mediados del siglo XX con su innovadora colección de sillas. Fue un inventor de la forma y enriqueció el diseño de mobiliario con la introducción de un nuevo material -las varillas de acero soldadas- que con el tiempo se transformó en un nuevo ícono del diseño industrial. Su colección de asientos -con una elegante estructura de apariencia filigranada y su concepción escultórica- sigue siendo un clásico que hoy tiene tanta vigencia como cuando fue concebida.

Arieto Bertoia, más conocido como Harry Bertoia, nació en 1915 en San Lorenzo di Arzene, Italia. De origen muy humilde, en 1930 dejó el Friuli natal junto con su familia para probar suerte en los EE.UU.

Los Bertoia se afincaron en Detroit, ciudad donde el joven Harry cursó sus estudios en la Cass Technical High School. Allí se familiarizó con la tecnología de los metales y en 1937, gracias a una beca, ingresó en la Detroit Society of Arts and Crafts para luego pasar a la Cranbrook Academy of Art en Bloomfield, Michigan. Aquí conoció a personajes que serían decisivos para su carrera: Florence Schust (luego, Florence Knoll), Eero Saarinen y Charles Eames. Entre 1939 y 1943 abrió su propio taller, donde enseñó orfebrería y técnicas de trabajo sobre metal. Durante la guerra, debido al racionamiento de materiales para la producción de armamento, se dedicó sobre todo a la realización de joyas y a la producción gráfica. Entre 1943 y 1946 colaboró en California con Charles y Ray Eames en la experimentación con la madera contrachapada.

En 1946 se convirtió en ciudadano estadounidense y a partir de 1950 se radicó en New York, donde comenzó a trabajar con la empresa Knoll. Allí encontró una completa libertad artística para dedicarse a los proyectos que le interesaban sin tener que cumplir con un programa de diseño estricto, con la esperanza de que alguno de los frutos de esta labor tuviera un potencial comercial. El resultado de este acuerdo fue fructífero, así surgió la colección de sillas Bertoia (1952), entre las cuales, la más famosa fue la Diamond Chair.

A través de este proceso artístico nacieron diferentes piezas con funciones específicas: sillas de comedor, para descansar o para leer; cada una fue el resultado de una búsqueda con una forma natural distinta.

Novedosa, cómoda y de una belleza poco común, la Diamond Chair, no obstante su solidez, tiene una delicada apariencia filigranada. Lo mismo se puede decir de la Bird Chair, una silla con respaldo alto que surgió a partir de la Diamond Chair y que tiene la apariencia de un pájaro con las alas extendidas.

En su labor escultórica, Bertoia experimentó con el metal y con las formas abiertas. Esta colección de sillas, de alguna forma, es una extensión natural de ese trabajo. "Si nos fijamos en las sillas, estas son principalmente de aire, como la escultura", decía el mismo Bertoia, "el espacio pasa a través de ellas. En la escultura, me preocupan principalmente el espacio, la forma y las características del metal. En las sillas, primero hay que resolver una gran cantidad de problemas funcionales, pero cuando realmente llegas a la solución, las sillas también se convierten en un estudio de la forma y el metal en el espacio. Mi escultura se compone de una gran cantidad de pequeñas unidades, y estos rectángulos, triángulos o hexágonos se suman y producen una gran escultura rectangular o hexagonal. Lo mismo ocurre con las sillas. La malla de alambre está formada por una cantidad de pequeñas formas de diamante y todas ellas forman una gran estructura en forma de diamante que constituye la silla completa. Se trata de un verdadero principio orgánico, parecido a una estructura celular”.

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