| La exposición a los campos electromagnéticos no es un fenómeno nuevo. Sin embargo, en la actualidad, la exposición ambiental ha aumentado en forma continua debido a la creciente demanda de electricidad, el constante avance de las tecnologías y los cambios en los hábitos sociales, generando más y más fuentes artificiales de campos electromagnéticos. Todos estamos expuestos a una combinación compleja de campos eléctricos y magnéticos débiles, tanto en el hogar como en el trabajo; desde los que producen la generación y transmisión de electricidad, los electrodomésticos y los equipos industriales, hasta los producidos por las telecomunicaciones y la difusión de radio y televisión.
Los campos eléctricos tienen su origen en diferencias de voltaje: cuanto más elevado sea el voltaje, más intenso será el campo resultante. Los campos magnéticos se crean cuando circula una corriente eléctrica: cuanto más alta sea la corriente, más intenso será el campo resultante. Un campo eléctrico existe siempre que haya cargas eléctricas y aunque no haya corriente, mientras que solo hay campo magnético cuando las cargas están en movimiento. La intensidad del campo eléctrico disminuye de manera inversamente proporcional al cuadrado de la distancia a la carga, lo cual hace que se reduzca rápidamente a medida que la distancia aumenta. Algo similar ocurre con los campos magnéticos.
Una de las propiedades de los campos electromagnéticos es transmitir energía a grandes distancias por medio de ondas. El espectro electromagnético cubre toda la gama de frecuencias y se puede dividir en dos partes claramente diferenciadas: radiaciones ionizantes y no ionizantes. A frecuencias muy altas la radiación es muy energética y puede ionizar átomos (los rayos X, los rayos gamma, etc.) y romper enlaces moleculares. Estas radiaciones, denominadas ionizantes, pueden producir alteraciones genéticas y determinadas enfermedades, como el cáncer.
Los campos electromagnéticos situados por debajo de ese umbral tienen suficiente energía como para generar calor, pero no producen ionización en la materia. Pertenecen al rango de las radiaciones no ionizantes.
La mayoría de los campos electromagnéticos generados por el hombre cambian de sentido a una determinada frecuencia, son variables, y abarcan desde las altas radiofrecuencias (RF) como las que utilizan los teléfonos móviles, pasando por las frecuencias intermedias (IF) como las que generan los monitores, hasta las frecuencias extremadamente bajas (ELF) como las que generan las líneas eléctricas.
¿Cuáles son las fuentes de exposición a campos de radiofrecuencia?
Los campos de radiofrecuencia (RF) se utilizan a menudo en las comunicaciones modernas. Las fuentes más conocidas son los teléfonos móviles, los teléfonos inalámbricos, las redes locales inalámbricas y las torres de transmisión de radio. También utilizan campos de radiofrecuencia los escáneres médicos, los sistemas de radar y los hornos microondas. Las radiofrecuencias van desde los 100 kHz a los 300 GHz.
Cuando se expone a campos de radiofrecuencia, el cuerpo absorbe una parte de su energía. No es fácil saber exactamente cuánta energía de radiofrecuencia absorbe cada día una persona, ya que el nivel de exposición depende de muchos factores, sobre todo de la distancia que la separa de las diversas fuentes y de la duración de la exposición. La intensidad del campo, o la cantidad de energía que este transmite, disminuye rápidamente al aumentar la distancia, lo que significa que una persona puede absorber más energía de un dispositivo utilizado muy de cerca (un teléfono móvil, por ejemplo) que de una fuente más potente, como una torre de transmisión de radio, que esté más lejos.
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