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Un buen manejo de los refrigerantes utilizados en el sector de la refrigeración, hará posible que se usen los métodos y los procedimientos adecuados que ayuden a evitar el agotamiento de la capa de ozono causado por la emisión a la atmósfera de diferentes sustancias. Difundir las buenas prácticas en el ámbito de la refrigeración hará que se cumpla el propósito final de disminuir el impacto por el uso y el manejo de refrigerantes, lo cual, a su vez, redundará en beneficios ambientales con miras a la preservación de la vida del planeta.
La capa de ozono
Se le llama así a la concentración máxima de ozono estratosférico presente en la atmósfera terrestre de manera natural. El ozono es un gas formado por tres átomos de oxígeno (O3). En la atmósfera de la Tierra, este gas es un componente extremadamente raro: de cada 10 millones de moléculas de aire, aproximadamente, tres son de ozono. Cerca del 90% de las moléculas de ozono se encuentran en la atmósfera superior -entre 10 y 50 kilómetros por encima de la superficie terrestre- representando una barrera natural frente a la radiación ultravioleta (UV) emitida por el sol. La vida en la Tierra depende de esta delgada capa de gas gracias a que absorbe prácticamente toda la radiación ultravioleta perjudicial (UV-B), protegiendo así la vida vegetal y animal.
El ozono superficial, también llamado “troposférico”, es producido por las emisiones procedentes de la industria y del tránsito en condiciones meteorológicas específicas. Es parte del smog fotoquímico y por ser un gas irritante, puede causar problemas respiratorios especialmente en los niños y las personas mayores, así como dañar las plantas. El ozono no se encuentra uniformemente distribuido en la columna atmosférica.
Las sustancias que agotan la capa de ozono (SAO) son sustancias químicas que tienen el potencial de reaccionar con las moléculas de ozono de la atmósfera.
La actividad del hombre produce gases halógenos que contienen átomos de cloro y bromo; estos gases, una vez liberados en la atmósfera, tienen el poder de destruir las moléculas de ozono en una reacción fotoquímica en cadena. Una vez que destruye una molécula de ozono, el cloro o bromo de la SAO está disponible para destruir otra más. La duración de la vida destructiva de una SAO puede extenderse entre 100 y 400 años, dependiendo de su tipo. Por consiguiente, una molécula de SAO puede destruir cientos de miles de moléculas de ozono.
Las sustancias destructoras del ozono más comunes pertenecen a la familia de los clorofluorocarbonos, o CFC, que empezaron a producirse en Bélgica en 1892. Las SAO se emplean como refrigerantes en los circuitos de enfriamiento, en la fabricación de espumas, como solventes de limpieza, en la industria electrónica, como propulsores, en los productos en aerosol, como esterilizantes, como agentes para combatir el fuego, como fumigantes, para controlar pestes y enfermedades y como materia prima.
La liberación de las SAO puede suceder de las siguientes maneras:
- Por despresurización y purga durante el mantenimiento de sistemas de refrigeración y aire acondicionado.
- Por el uso de solventes como agentes de limpieza.
- Por la destrucción inadecuada de productos que contienen SAO, tales como refrigeradores, espumas, etc.
- Por circuitos de refrigeración que presentan fugas.
- Por la liberación de aerosoles que usan CFC como propelente.
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