La energía, en todas sus formas, es esencial para el ser humano. Sin embargo, es sabido que su consumo resulta, por lo general, poco eficiente porque lleva aparejados ciertas disfunciones y derroches que la mayoría de las veces no pasan desapercibidos y que pueden ser corregidos mediante medidas y acciones educativas, tecnológicas y organizativas que deben ser necesariamente promovidas. La adopción de algunas medidas de Eficiencia Energética, las cuales requieren baja o ninguna inversión y son apropiadas para ser aplicadas de inmediato, pueden inducir ahorros de un 5 a un 15% en el consumo.

La crisis energética que atravesamos nos obliga a repasar los componentes del sistema energético. Entre ellos, el gas natural, se constituye en una de las principales fuentes primarias de energía. Durante 2002 se distribuyó por la red un promedio diario de 87 millones de metros cúbicos, lo que representó el 47% de la oferta interna de energía primaria, seguida por el petróleo ( 40%), la energía hidráulica ( 6%), la nuclear ( 2%) y otras fuentes como el carbón mineral, el bagazo y la leña ( 5%). El 32% del total de gas distribuido se destinó a la producción de electricidad en centrales térmicas, mientras que el 56% se consumió con fines calóricos en los sectores residencial, industrial, comercial, público, y de transporte.

La hornalla de una cocina doméstica, así como el quemador de una caldera u horno industrial, o el surtidor de una estación de GNC, constituyen el final de una compleja cadena que requiere permanentes inversiones. Estas inversiones se extienden desde la exploración de reservas de gas natural -que permitan atender las demandas actuales y futuras - hasta la operación de equipos de captación y plantas de tratamiento, las estaciones de compresión, el transporte por grandes gasoductos y la compleja red de distribución con su correspondiente infraestructura de regulación y medición, entre otros puntos.

De manera análoga, la electricidad no se reduce al tomacorriente donde se conectan diversos artefactos que facilitan nuestras vidas. Se trata del último eslabón de una larga cadena que se inicia en las grandes centrales de generación y que reúne determinadas características. Entre ellas, ser generada en grandes y costosas plantas, en el mismo instante en que se requiera; viajar hasta los centros poblados, recorriendo cientos de kilómetros y empleando torres, transformadores y cables; lograr su distribución en bloques menores de energía, utilizando a la vez transformadores, postes y kilómetros de cable, hasta llegar a su destino final; ser entregada con una calidad determinada, medida y facturada, para lo cual se requiere de equipos de medición, herramientas y personal adecuado.

Cuando alguno de los eslabones de la cadena productiva falla se afectan la calidad o la cantidad del suministro en los puntos terminales, entre los que, además de los hogares, se encuentran hospitales y escuelas, supermercados y comercios, industrias, oficinas, establecimientos rurales y transporte de pasajeros. Dicho grupo conforma "la demanda" y sus consumos energéticos dependen no solo de la actividad económica desarrollada sino también de otras variables.

Tal como puede observarse en los gráficos, los principales consumidores de gas natural y electricidad son los sectores industrial y residencial. En el caso de la electricidad, los sectores comercial y público (oficinas públicas, comercios, alumbrado público, hospitales y escuelas) representan una importante fracción del total, en tanto que para el caso del gas natural uno de los consumos más significativos está representado por el GNC destinado al transporte.

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