Los sistemas de calefacción y refrigeración son los que más energía consumen en los edificios. En los últimos diez años, entre todos los sistemas y opciones disponibles para el acondicionamiento del aire interior, los sistemas radiantes -ampliamente utilizados en el sector residencial- han comenzado a utilizarse con éxito en los edificios de oficinas gracias a su elevado grado de confort y ahorro energético.

Los pisos radiantes han sido utilizados desde la Antigüedad. Ya desde el siglo II a.C., los Romanos usaban el hypocaustum para calefaccionar los baños públicos y las villas, que consistía en un pavimento elevado sobre pilares de ladrillo bajo el cual circulaba agua caliente o vapor generado por una caldera. En la actualidad, el sistema no difiere mucho del hypocaustum en su principio de funcionamiento.

La evolución tecnológica de los materiales permitió, a partir de los años 80, un rápido crecimiento de este tipo de instalaciones. Con la llegada de las tuberías de material plástico fue posible la realización de instalaciones de losa radiante en lugares reducidos o de difícil acceso con la consiguiente garantía de una distribución uniforme del calor, la disminución de la temperatura del agua de alimentación y una mayor confiabilidad de la instalación. Partiendo del tradicional piso radiante, hoy en día se dispone de una gama más amplia de posibilidades que permiten la instalación de este sistema también en paredes y techos. De este modo, es posible encontrar siempre la solución ideal para cada caso en particular.

El último paso en este proceso evolutivo es el enfriamiento radiante, que comenzó a utilizarse en Europa a principios de 1990. Hoy en día, el enfriamiento radiante es un tema de intenso debate entre los profesionales de la construcción, ya que estos sistemas se utilizan cada vez más en los proyectos LEED para ahorrar energía y ofrecer un confort térmico superior a los ocupantes del edificio.

Cómo funciona
La transmisión de calor por radiación es la única forma que no necesita un medio material intermedio, lo que sí ocurre con los sistemas de conducción y convección. Es decir que dos cuerpos que estén uno frente a otro y a distintas temperaturas intercambian entre sí calor por radiación, aunque no estén en contacto ni exista fluido intermedio.

Los sistemas de calefacción y refrigeración radiante, se caracterizan por usar agua u otro fluido, para cumplir con el acondicionamiento térmico de un edificio, contrariamente a lo que sucede con los sistemas HVAC tradicionales en los que se utiliza el aire.

En los sistemas de refrigeración radiante, a través de la tubería de polietileno reticulado (PEX) embutida en el interior del techo, del piso o de un muro, circula agua o alguna solución especial a una temperatura de alrededor de 18ºC-15ºC. Este líquido refrigerado recoge el exceso de calor de la estructura y lo envía a una bomba de calor para el intercambio (convencional, geotérmica o solar).

Un sistema de enfriamiento radiante a menudo puede estar usado junto con un sistema de refrigeración convectivo. De esta manera, el sistema de enfriamiento radiante puede tomar la mayor parte de la carga térmica de origen sensible, mientras que el sistema de aire se encargará de las cargas térmicas de origen latentes. Al mismo tiempo, se logrará descender el punto de rocío del ambiente, y se obtendrá una capacidad de refrigeración más alta del sistema. Otra ventaja es que la alta temperatura del agua de retorno del sistema (18°C a 20°C) aumentará la eficiencia de una enfriadora de líquido diseñada con una mayor temperatura en el evaporador.

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