La energía utilizada para el acondicionamiento del aire, la calefacción, el calentamiento del agua y la iluminación se puede reducir drásticamente a través del uso de estrategias de aislación eficiente, del aprovechamiento de la energía solar, del uso de lámparas fluorescentes compactas y de otras medidas de probada eficiencia. Sin embargo, se tiene mucho menos control sobre la utilización de los equipos electrónicos en la oficina, cuyo manejo y cantidad varía considerablemente de acuerdo con el criterio de los usuarios. El equipamiento estándar, y demás dispositivos complementarios, pueden incrementar sustancialmente el consumo energético de una empresa si no son bien controlados.

El creciente avance de las tecnologías informáticas y de comunicación ha venido acompañado por una importante evolución de los equipos electrónicos cuyo consumo energético es significativo en todas las fases de su vida útil. Es por ello que el impacto energético se multiplica a medida que se digitalizan todas las áreas de la empresa y se incrementa el equipamiento electrónico.

El equipamiento electrónico en la oficina comenzó a insinuarse en los años 80, con unas pocas computadoras de escritorio. Pero, rápidamente, en el paisaje de la oficina empezó a surgir una PC en cada puesto de trabajo y también se multiplicaron las impresoras, las máquinas de fax, las copiadoras, los scanners. Los monitores de las computadoras evolucionaron desde los de 12” con pantalla monocromática hasta los de 17” a todo color. Sin embargo, no solamente estaba aumentando la variedad, el tamaño y las prestaciones de los dispositivos, también estaba aumentando el consumo eléctrico.

A mediados de los 90, el consumo eléctrico de los dispositivos electrónicos de oficina comenzó a decaer, en parte debido a que la evolución de los procesadores más rápidos de las PC’s necesitaba operar con menor voltaje para evitar el sobrecalentamiento. Por otra parte, las tecnologías para ahorrar energía en estaciones de trabajo se extendió rápidamente de manera que, para esta época, el 70% de los CPU y casi el 100% de los monitores tenían capacidad para gestionar el consumo de energía. Al mismo tiempo, los avances en las tecnologías de copiado redujo el consumo de copiadoras e impresoras. Los equipos compartidos en red y la aparición de los equipos multifunción (copiadora, fax, scanner), también contribuyeron a ahorrar energía.

Comenzado el nuevo milenio, la cantidad de energía necesaria para el equipamiento de oficina seguía cayendo. En ese momento, la energía requerida por el monitor aún era mayor que la requerida por el CPU. Sin embargo, estaba llegando un nuevo cambio: el monitor LCD (Liquid Crystal Display). A diferencia de los monitores CRT (Cathode Ray Tube), esta nueva tecnología permite un enorme ahorro de energía (50%) y también de espacio.

Aparecen entonces las primeras computadoras portátiles. El consumo de energía es un factor crítico en el diseño de estos equipos, ya que determina el tiempo de duración de la batería. Como consecuencia, las laptops deben contar con los dispositivos energéticamente más eficientes que haya disponibles: pantalla LCD, adaptadores, disco duro y procesador. Se estima que una notebook con pantalla de 17” destinada a reemplazar a una desktop, que cuente con una configuración para el manejo de la energía menos estricta, puede consumir menos de un 50%.

Con el crecimiento de las tecnologías móviles también irrumpieron en el escenario, además de las notebooks, los teléfonos celulares, las PDA’s, los smartphone, etc., con la consecuente proliferación de cargadores. Tampoco debemos olvidar, para completar el cuadro del consumo energético en la oficina, la plétora de otros dispositivos que nunca faltan: dispenser de bebidas, enfriador de agua, cafetera, refrigerador, microondas, etc.

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